Críticas de espectáculos

2666/Roberto Bolaño/Àlex Rigola

Brotes de lujuria teatral
Obra: 2666
Autor: Roberto Bolaño
Adaptación: Pablo Ley, Àlex Rigola
Intérpretes: Chantal Aimée, Andreu Benito, Cristina Brondo, Joan Carreras, Ferran Carvajal, Manuel Carlos Lillo, Julio Manrique, Alicia Pérez, Fèlix Pons, Alba Pujol, Xavier Ruano
Escenografía: Max Glaenzel, Estel Cristià
Vestuario: Berta Riera, Georgina Viñolo
Iluminación: Maria Doménech
Dirección: Àlex Rigola
Producción: Teatre Lliure
Teatro Arriaga –Bilbao- 01-02-08
Probablemente la adaptación de cualquier texto narrativo para la escena comporte unos riesgos de lastre por el peso que se le dé a la parte literaria sin contemplar las acciones. En este caso, el trabajo de dramaturgia de Pablo Ley y el propio director, Àlex Rigola, nos colocan ante una apuesta realmente importante por lo que tiene de ir contra la moda, incluso a contra estilo del director. Cuando el texto se dice, se dice sin aditamentos, sin apenas acciones, manteniendo el pulso narrativo, y se convierte precisamente, en teatro de muchos quilates. Texto, interpretación, quietud, nada que empañe a la palabra, porque en ella está la trama, las claves, el motor de posteriores acciones. La obra de Bolaño es un monumento narrativo, convertido por los adaptadores en una borrachera teatral. Desde el inicio, palabra, texto, narración en tercera persona, o en primera, hasta las tres escenas centrales en donde la acción se va imponiendo en el discurso escénico, pero sin perder en ningún momento el pulso narrativo, hasta terminar de nuevo, en una escena en donde la narración, casi el documento se sobrepone a todo lo demás.
La conclusión es que se trata al texto como una fuente autónoma que provoca imágenes, que no necesita de ninguna ilustración, simplemente debe ser interpretada, coloca en su lugar exacto dentro de unas capas de significantes que van añadiendo poder estético al conjunto, a base de movimientos, dicciones, prosodias, iluminación o música que van dotando a cada palabra de mayores significados. Y ese es el territorio artístico en donde la escenografía, el vestuario, la luz y la dirección necesitan de los sumos hacedores, de los actores, para convertirlo todo en una lujuria, en un banquete de los sentidos, en un gran espectáculo que acompaña a una gran obra de teatro que se nutre de un excelente texto literario.
Y solamente podemos que manifestar nuestro más grande y sincero reconocimiento a todo el equipo actoral, por su entrega, su calidad, su versatilidad, la sensación de libertad interpretativa que transmiten, lo que viene a significar, por otra parte, que la dirección de Rigola ha alcanzado sus cuotas más grandiosas. Existe, está, pero no se nota. Se intuye, pero ha logrado la simbiosis para que en el momento del hecho teatral, de la representación todo parezca suceder espontáneamente. Y así durante cinco horas. Majestuoso tiempo de teatro.
Carlos Gil


Mostrar más

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba