Críticas de espectáculos

Segunda piel

Resulta como mínimo curioso que una propuesta como ‘Vortex’, de la performer francesa Phia Ménard, no se hubiese presentado antes en Madrid a pesar de llevar desde 2011 exhibiéndose y en continua evolución. Se vio por fin en el Festival de Otoño, con dos únicas sesiones de aforo reducidísimo (la estructura del montaje así lo requiere) y va a ser recordada (seguramente junto con la memorable Falaise de Baró d’Evel) como una de las grandes sorpresas de la edición.

Tras un pasado en el mundo del circo, Ménard explora ahora desde su compañía Non Nova otro tipo de poéticas, narrativas más cercanas a la performance, más descarnadas, oscuras y que aluden directamente a la esfera de la dicotomía construcción/destrucción de la identidad. Ménard se sirve en ‘Vortex’ de dos elementos centrales (aire y plástico) para crear una coreografía salvaje de algo más de una hora, en la que lucha contra sí misma para destruirse y acabar renaciendo desde una desnudez metafórica y real.

Ménard, trajeada como un hombre enmascarado y voluminoso, imagen cercana al clown, conscientemente grotesca, nos recibe en la sala recortando figuras de plásticos de colores que enseguida, por arte del aire de los ventiladores dispuestos en el espacio circular, bailan con libertad el Preludio a la siesta de un fauno de Debussy completo. Sirve para acomodar al espectador ante lo que va a ver, y enseñar la técnica sobre la que se basa el espectáculo. Es, desde luego, un arranque hermoso de ver (y hasta simpático por lo inesperado); pero poco tiene que ver con el resto de la propuesta (y de hecho, forma parte de un espectáculo anterior de la propia Ménard).

Al acabar este número, Ménard (que había guiado a las figuras de plástico en su danza) comienza a desprenderse del peso de su traje y todo se torna oscuro (o rojo sangre); mientras que la música adquiere un tinte bastante más macabro. El esfuerzo (real) que realiza la performer a partir de aquí resulta atractivo en sí mismo; porque (más allá de producir imágenes de una belleza estética incuestionable con la única ayuda de ventiladores, plástico y luz) nos habla de la metáfora clara de una artista que, además, ha pasado por una transición de género. En liza con el peso de su propio cuerpo (que va descubriendo progresivamente), lo que Ménard ofrece en ‘Vortex‘ es una suerte de ritual de mudanza de piel, que se va volviendo más íntimo conforme la artista va perdiendo capas y más capas del plástico que la envuelve.

Si el espectáculo está plagado de imágenes de profundo impacto visual y posee una plástica impecable; es en el último tramo (una vez que Ménard aparece ante nosotros más expuesta) cuando la propuesta adquiere un marcado carácter emocional que redimensiona todo el conjunto. En ese punto, en que el espectáculo se torna más íntimo, se valora más y mejor el carácter del mensaje que nos quiere transmitir la artista francesa: si los últimos momentos (con Phia Ménard desprendiéndose de las últimas escamas plásticas de su piel, casi como una cría de animal perdida) son memorables, la última imagen (en la que se muestra ante nosotros en toda su vulnerabilidad) es sencillamente devastadora.

Es posible que ‘Vortex‘ (híbrido entre coreografía, performance y hasta tintes circenses, por el espacio circular, que dispone al público en grada, a distancia mínima de lo que bien podría ser una pista de circo de pequeño formato) no se parezca a nada que hayan visto antes; y ahí está uno de sus puntos más fuertes: porque más que admirar el impecable aspecto estético; logra crear una narrativa propia y valiente desde unos códigos que se salen de lo convencional.

‘Vortex’ se toma su tiempo, y ese ritmo tan lento permita al espectador algún instante de relajación (ante la dureza de gran parte de la performance) que personalmente, me sobra. Porque lo que empieza como una simpática danza de hombrecillos de plástico se convierte en una experiencia tan libertadora como inquietante; que haría bien en no dar un respiro al público, para dejarlo sin aliento. Más allá de eso, la destreza técnica (todo sucede bajo control, y nada parece gratuito: y siendo el aire un elemento fundamental en la pieza, el resultado podría irse de las manos con facilidad), lo sugestivo de las imágenes y la experiencia, la entrega y el esfuerzo bien visibles de Ménard hacen de este espectáculo algo difícilmente clasificable. Su mayor acierto seguramente esté en la manera de mostrar el periplo (más que el proceso en sí mismo) de una mujer en busca de esa segunda piel, de ese renacimiento necesario para encontrarse, para sentirse ella misma. ¿Cuál es el esfuerzo y el precio a pagar para lograr esa segunda piel? Es una de las preguntas que parece arrojar el espectáculo. Y, si bien la cosa acaba en victoria; hay victorias que son dolorosas.

Por lo bello de la estética, lo original de la propuesta y su carácter identitario, desde luego es un espectáculo que no dejará indiferente. Y, a juzgar por la larguísima ovación que recibió la artista al finalizar la segunda función, ha sido uno de los pelotazos (inesperados) del presente Festival de Otoño. Lástima que tan solo un puñado de espectadores pudiéramos verlo: hubiese merecido más días de programación.

Hugo Álvarez Domínguez

Título: ‘Vortex’. Interpretación: Phia Ménard. Asistente dramaturgia: Jean-Luc Beaujault. Dirección artística, coreografía y escenografía: Phia Ménard. Composición sonora: Ivan Roussel utilizando la música de Debussy. Diseño de luces: Alice Rüest. Diseño de viento: Pierre Blanchet. Diseño de escenografía: Phia Ménard. Escenografía: Philippe Ragot asistido por Rodolphe Thibaud y Samuel Danilo. Técnico de sonido: Ivan Roussel. Técnico de luces: Olivier Tessier. Director de escena y gerente: Manuel Menes. Vestuario y accesorios: Fabrice Ilia L. roy. Modista: Fabrice Ilia Leroy. Fotografías: Jean-Luc Beaujault. Co-director, producción y administración: Claire Massonnet. Director técnico: Olivier Gicquiaud. Asistente de administración y producción: Constance Winckler. Relaciones públicas: Justine Lasserrade. Compagnie Non Nova – Phia Ménard. Festival de Otoño. Teatros del Canal, 23 de noviembre.


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