Impactante Jerusalem
La compañía extremeña Teatro del Noctámbulo, del actor José Vicente Moirón, que desde que se creó en 1994 ha ofrecido esforzadas producciones con garantía de calidad, de rigor profesional y de originalidad teatral, acaba de iniciar la gira teatral/2023 representado en el Gran Teatro de Cáceres su última creación: «Jerusalém» del londinense Jez Butterworth, ambiciosa y comprometida obra que ya fue estrenada en Londres (en el Royal Court Theatre, 2009) y después en Nueva York (en el Music Box Theatre de Broadway, 2011), obteniendo los más valiosos premios y la aclamación de la crítica (como «una de las mejores obras de todos los tiempos»). Un impactante espectáculo del dramaturgo inglés que en España pudo ser estrenarlo en octubre/2022 por la compañía extremeña, inaugurando con gran éxito el veterano Festival Internacional de Teatro y Danza Contemporáneo de Badajoz.
«Jerusalém», inspirada en el salmo del mismo nombre, considerado un icono representativo de Inglaterra, es una incitante comedia negra/drama épico y popular, que habla de un «héroe» moderno y mítico: Johnny Byron «el Gallo», oriundo gitano indo-europeo de personalidad dionisiaca que -a lo largo de la trama de la obra- cuenta fantásticas historias, se emborracha, consume drogas, rechaza a las autoridades y encanta y enfurece a todos los que conoce. Todo ocurre durante el Día de San Jorge, en la fiesta de una comunidad rural inglesa que involucra pandillas y gitanos. Byron es un ciudadano popular al que las autoridades locales quieren desalojar de una caravana estacionada en el bosque, donde vive libre y con desenfreno de los sentidos desde hace 20 años. Su hijo de 6 años quiere pasar el día con él, un matón del pueblo quiere darle una paliza y su heterogéneo grupo de amigos quiere divertirse con él.
Cargada de metáforas, Butterworth crea una imagen de Byron que tolera que los jóvenes beban y se droguen con él. Pero también de la sociedad corrupta en su acción de desalojarlo del bosque con la intención de construir bloques de viviendas, que tiene que ver con la destrucción de la naturaleza. La historia, entonces, se convierte incierta de lo correcto y lo incorrecto, ya que todos hacen lo incorrecto. Además, hace la pregunta de dónde están más seguros los hijos: ¿en casa o en el bosque con Byron? Las interpretaciones pueden ser amplias, pero el dramaturgo con este enfoque atrevido de ironía está poniendo en tela de juicio nuestros valores como sociedad y nuestra capacidad de mirar con veracidad lo que sucede a nuestro alrededor. El personaje de la joven Fedra, acosada sexualmente por su padrastro y que se esconde en la caravana, representa cómo muchos adolescentes ya no están protegidos en sus propios hogares y, por ello, recurren al lugar de fiesta (en la caravana) que les parece seguro, incluso si, según los estándares, no lo es.
Por su parte, Byron «el Gallo», a pesar de estar perseguido, no es un hombre que se deje vencer. Su posición contra la hipocresía de la vida suburbana actual es poderosa, conmovedora y un asombro de ver cómo se desarrolla. Byron, es un hombre moderno, que parece tener el espíritu de los legendarios gigantes del mito de Inglaterra, de donde el dramaturgo hace girar su propia versión oscuramente cómica e innovadora del clásico idilio inglés.
«Jerusalém», tiene una influencia importante en el trabajo de Butterworth del Nobel de Literatura Harold Pinter evocado de algunas de sus obras del «teatro de la memoria», sobre la vida percibida como fragmentaria y ambigua, asaltada por esquirlas de lenguaje caídas desde algún lado del vivir, quizá de ecos de discursos cotidianos que no hallan respuesta pero que revelan la caja hueca, terrible, ingenua u opresiva que forma la sociedad humana. Y también la tiene de las teorías de Nietzsche sobre el espíritu dionisiaco como revulsivo a la decadencia de occidente. Lo dionisíaco –que se da en Byron- busca la desmesura que por el contrario la racionalidad tradicional ha aprisionado y mantenido reprimida en la conciencia. Algo así, como retornar al entusiasmo por la vida tal y como lo consiguieron los griegos trágicos. «Jerusalém» tiene, pues, los rasgos del teatro clásico puro.
La traducción y adaptación de «Jerusalém» es de Isabel Montesinos, profesora de inglés vinculada a la compañía (para la que hizo trabajos anteriores en los éxitos de «El hombre almohada» y «La decisión de John»). Realiza el valioso tránsito de diálogos y narraciones que son bastante fieles a la obra maestra de Butterworth, si bien con algunos cambios formales recreados con sutileza, suprimiendo localismos prescindibles e introduciendo algunos diálogos propicios para el perfecto acomodo en el montaje, armonizado con el sistema de producción (que ella misma dirige). Las fábulas que relata Byron están estiladas con buena dosis de halo poético.
La puesta en escena por el madrileño Antonio C. Guijosa, que ya dirigió con talento otros difíciles espectáculos a Teatro del Noctámbulo (el apasionante «Contra la democracia» y el fascinante «Tito Andrónico» en el Teatro Romano de Mérida), con este trabajo eleva el listón de excelencia de los anteriores, logrando una historia del texto inglés contada con gran magnitud teatral, que vuela rápida a un ritmo equilibrado de la función dinámica, atrayente y rotunda. Guijosa, con hálito creador maneja el espacio –dispuesto por una laborada escenografía de Mónica Teijeiro que describe la caravana en el bosque-, en la intensidad gradual y evolutiva del clímax, donde se mueven perfectamente -entrando, actuando y saliendo- los personajes, con sus variopintas indumentarias (de Rafael Garrigos), en armonía con la adecuada ambientación musical (de Álvaro R. Barroso) y luminotécnica (de Carlos Cremades).
En la interpretación, brilla con vitalidad frenética todo el elenco. Son siete actores, los siete magníficos: José Vicente Moirón (Johnny Byron «el Gallo»), Carmen Mayordomo (Ginger/Dawn/Fawcett), Gabriel Moreno (Profesor/Wesley), Alberto Barahona (Troy/Parsons), José F. Ramos (Lee), Alberto Lucero (Davey) y Lucia Fuengallego (Fedra/Tanya). Y un niño: David Espejo (Marky), que igualmente está magnífico. Todos realizan un trabajo orgánico, visceral, convincente y agotador en sus diferentes roles y desdoblamientos de personajes. Pero destaca Carmen Mayordomo en los tres personajes que hace, con su gran logro de la caracterización, de los matices expresivos y de la declamación (ante ella hay que quitarse el sombrero tres veces). Igualmente, Gabriel Moreno, sobre todo en el aura que flota en todas las situaciones escénicas de su del papel tierno y metafórico del Profesor, que vive en un estado entremezclado de fantasía y realidad (su «borrachera» inadvertida, genial).
Pero la estrella indiscutible es José Vicente Moirón que, por lo visto, en cada espectáculo nuevo que hace arriesga en su actuación teatral con un salto mortal más, al estilo de la famosa regla del circo «¡Más difícil todavía!». Salto con el que –hasta ahora- ha logrado caer de pie felizmente, superando su nivel artístico. Con «Jerusalém» ha vuelto a subirse al escenario en un estado de gracia radiante de sus recursos dramáticos para situaciones llevadas al límite (aquellas que suscitan el «temor y la compasión» trágica, que dice Aristóteles). Una vez más, sacando su raza de excelente actor, ha exhibido con increíble energía de movimientos, gestos y voz modulada las imágenes y palabras de humor y dramatismo que impregnan su difícil -por complejo- personaje protagónico de Johnny Byron «el Gallo, para consumar una interpretación insuperable, absolutamente mágica.
La función, que con lleno total en la sala atrapó al público desde el principio hasta el final, manteniéndolo durante las dos horas y media de duración con un silencio hierático, recibió puesto en pie muy cálidos aplausos (con numerosos «¡bravos!» incluidos).
José Manuel Villafaina