Un cerebro compartido

Audiencia rebelde o exceso de etiqueta

No hace muchos días me despertaba leyendo en un periódico británico que la próxima vez que vaya a una obra de teatro (en Gran Bretaña), es posible que descubra que las escenas más impactantes tienen lugar fuera del escenario. Y el artículo estaba justificado por lo sucedido a un empleado de sala, que después de dirigirse a un grupo de espectadores ruidosos para que “se comportasen” y no molestaran al resto del público, recibió un puñetazo como respuesta. No sólo eso, en otra obra, en el Royal Opera House un espectador fue detenido durante la representación porque acosaba a un niño intérprete y en otra, un grupo de espectadores tomaba impunemente fotografías a James Norton en una escena de una obra que protagoniza en el West End en la que aparece desnudo. Eso no es todo, parece que se ha puesto de moda que, en los musicales, los espectadores “participen”. El pasado viernes santo tuvieron que parar la representación de la producción de “Bodyguard” en Manchester y llamar a la policía ante la insistencia de dos espectadores de participar cantando desde sus butacas cantando “a su manera” I Will Always Love You mientras el resto de la audiencia, perpleja, les pedía que se callasen. Qué duda cabe de que el teatro, la escena está hecha para transformar, para sacudir emociones, quizá levantar pasiones, pero… ¿así? ¿Necesitamos educar a los espectadores o revisitar nuestro concepto de un teatro con una cuarta pared de papel?

Habría que hablar con algún estudioso del comportamiento de audiencias para saber su opinión sobre quién establece las reglas de comportamiento en un espacio de representación. Kirsty Sedgman, una historiadora del comportamiento social apunta que ya en el año 360 a. C., Platón se quejaba de «los silbidos y los gritos groseros de la audiencia, como sucede hoy en día». También agregó que “siempre podrían ser disciplinados y controlados con un palo”. No olvidemos los orígenes del Drama per-música, hoy ópera, que no dejó de ser un evento social más que uno cultural; no hay más que ver la disposición de los palcos que de manera natural en su herradura se predisponen unos frente a otros más que frente al escenario. Fue Wagner el primero que introdujo el oscuro en el patio de butacas de su teatro de Bayreuth consiguiendo así “domar” a un público y provocar una atención conjunta involuntaria en la escena, el silencio receptivo. Pero esta situación la complicó haciendo desaparecer a la orquesta bajo una concha, consiguiendo así acercar al público a lo que pasaba sobre la escena y encontrarse que, de nuevo, era un público participativo y ruidoso, eso sí, el ruido estaba directamente relacionado con la obra. Qué paradójico.

Peter Brook habló del “silencio bueno” el que se consigue en el teatro cuando todos los espectadores están focalizados en el mismo punto de la vida inventada sobre el escenario. ¿Es esa la norma del buen comportamiento del espectador, uno dócil y participativo desde el silencio? Para empezar, deberíamos tener la suerte de asistir a obras de teatro que convoquen ese silencio bueno y desde luego asistir a obras en las que el espacio lo potencia. En el Reino Unido es práctica habitual que algunos espacios escénicos ofrezcan algún tipo de bebida alcohólica gratis durante la representación. No pretendamos que con una botella de prosecco no haya espectadores a los que no les dé por cantar. No se puede predisponer al espectador para un tipo de experiencia y luego esperar que el personal de sala esté preparado para aplacar sus “arranques culturales”. De lo que se trata es de ayudar a las personas a tomar decisiones informadas y elegir la experiencia adecuada para ellos. Existe teatro inmersivo en el que el espectador participa, pero uno que no lo es, es para un espectador que tiene la inteligencia suficiente para gritar desde su silencio receptivo “¡qué maravilla!” o “me aburro” porque en el fondo, de lo que se trata es de mostrar respeto por el trabajo que nos muestran desde el escenario y ese respeto, creo, pasa por dejar trabajar y opinar cuando toca.


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