Sud Aca Opina

El ganso violinista

Ayer por la tarde, la ciudad me regaló otra imagen para reflexionar: en una esquina, un hombre adulto de barba tupida y vestir corriente no tan limpio, de pie tocaba un violín con los ojos cerrados. Mientras los aullidos de gato herido salían del instrumento, en el suelo, un paño tan sucio como su camisa, recolectaba las monedas que su público de transeúntes indiferentes le dejaba, más por terminar con el suplicio estridente que por premiar su interpretación. Los únicos que disfrutaban de la interpretación eran el, quien se mecía bailando con la melodía y un ganso, su mascota, echado sobre el mismo paño de las monedas.

El ganso no estaba embalsamado como para atraer la atención por lo improbable de estar ahí, porque lo vi inquietarse cuando alguien pasó con un perro, y aunque estaba sin ninguna expresión de ningún tipo, pienso que lo disfrutaba, porque parecía estar en un estado Zen en medio del ajetreo a la hora de la salida de los oficinistas.

¿Un violinista desafinado con un ganso de mascota en el centro de la ciudad?
Por supuesto no me detuve a escucharlo porque mi escueta melomanía, aunque ignorante, no lo hubiese podido soportar, pero la imagen me acompañó por largo rato. Y las preguntas sin respuesta evidente no se hicieron esperar.

¿Para los pasajeros del transporte público, el violinista con su ganso, serían tan llamativos como para los peatones? ¿El ganso pagaría ticket en el metro? ¿De tanto escuchar a su amo, el ganso habría adquirido una cierta cultura musical? ¿El dinero recolectado, se lo repartirían en partes iguales o con porcentaje diferenciado? ¿Quién era el amo, el violinista o el ganso?¿Era ganso interesada en el dinero para comprarse maíz o gansa con un amor incondicional por su amo?

Ya sé, las preguntas no son muy lógicas, pero en mi defensa, puedo decir que la imagen de un violinista desafinado tocándole a un ganso, tampoco es muy lógico, y menos en el centro de una gran ciudad. En unos días la imagen se me va a borrar de mis recuerdos, pero por unos momentos, me permitió dejar volar la imaginación por los dominios de lo ilógico.

Muchos conocemos la técnica del Brain Storm o Tormenta de Ideas, utilizada en algunas empresas para encontrar soluciones a problemas de toda índole. En una sala de reuniones adaptada para la formalidad, cada integrante del grupo congregado, propone ideas sin que necesariamente tenga coherencia o en apariencia sean útiles, y gradualmente, esas ideas locas, se van enrielando hasta llegar a una vía de solución. Lo que al principio parece ser un juego carente de toda lógica, evoluciona hasta ser una alternativa viable.

La lógica dura, a veces necesita de un momento de esparcimiento para lograr avanzar. No descarto la posibilidad de que un día de estos, al salir de la oficina rumbo al transporte público, me encuentre en alguna esquina de mi ciudad con un japonés tocando el ukelele mientras una elefanta baile al ritmo de las cuerdas, moviendo sus caderas de manera sensual.

El ganso con la elefanta formaría una buena pareja de baile. A ellos si que les daría unas monedas.


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