Las renuncias de las que soy testigo
Hace ya tiempo he venido observando cómo a mi alrededor creadores teatrales colombianos, declaran con sus palabras y con sus actos que ya no más, que eso es todo, que hasta aquí llegan. Deciden alejarse del teatro, mas no de la creación, cansados de armar proyectos para ganarse una beca que les dará el dinero, al menos una parte, para realizar sus montajes. Cansados de competir con más de cien pares esperando ganar el primer o el segundo puesto en el concurso de dramaturgia. Y lo han ganado, pero no se puede estar todo el tiempo aspirando a lo mismo. En años de mayor abundancia eran tres los posibles ganadores. Esos tiempos se esfumaron.
Deciden renunciar al trabajo grupal porque en estos procesos, que llegan a ser estresantes, pues un gran porcentaje del mismo se convierte en la demostración burocrática de que todo va viento en popa, se fracturan amistades debido a la exigencia que supone cumplir con el cronograma requerido por la institución patrocinadora. La creación teatral está supeditada a un reloj que exige puntualidad. A un dinero, insuficiente, cuyo manejo supone cálculos exactos.
También he sido testigo de otra clase de renuncia, la de aquellos que, necesitando un sueldo para asegurar su supervivencia, no están dispuestos a acceder a un trabajo en alguna institución de la cultura, de la educación o de los negocios y convertirse en empleados, en funcionarios o en burócratas que nunca tienen tiempo para crear, porque la jornada laboral en tales escenarios es demandante y del trabajo se llega a la casa agotado. Entonces manejan el tiempo de sus vidas con libertad, y producen y producen y producen. Pero no saben si el mes entrante tendrán para pagar el alquiler y la seguridad social. Invierten su tiempo creando, sí, y no marcando una tarjeta, ni trabajando para la empresa de otro. Mucho menos para que ese otro resplandezca como un gran creador que se llevará los créditos y el sacrificio energético de sus empleados o colaboradores y que ni si quiera es capaz de agradecer el esfuerzo de los demás en algún acto público.
Y ni que decir de los que renuncian a sus sueños creativos porque saben que el mundo está jodido y que tener un trabajo relativamente estable, en lo que sea, mientras garantice un sueldo y, ojalá, una pensión durante la vejez es importante puesto que no hay una herencia familiar a la vista. Y como el dinero que se consiga hoy es la garantía de que habrá un mañana, abandonan a sus impulsos creativos y posponen su propia felicidad.
Corren los tiempos de la renuncia y yo soy su testigo.
Domingo 9 de julio del 2023