Las circunstancias que nos empujan
Las resacas electorales siempre producen algunas alucinaciones. Los que ganan pierden; los que pierden, pueden ganar; las sumas y las restas de escaños se convierten en jeroglíficos y hoy, este lunes de puente santiagueño, arranco mi postura ante el mundo abierto desde una constatación. Nada ha cambiado desde hace demasiadas décadas y la estructura general de los sistemas por los que se canaliza una gran parte de la producción en Artes Escénicas, necesita de una revisión, una evolución, una demolición de viejas estructuras con los materiales ya sobradamente gastados y puede que, hasta una revolución, si se me permite esta palabra tan pomposa.
Después de mucho madrugar, de excesivos días de ver amanecer en la carretera, en los aeropuertos o mirando con jet lag desde ventanas de diferentes alturas en hoteles de toda la geografía de la península ibérica, muchos países iberoamericanos y más europeos, me siento impelido a volver a las andadas, especialmente porque a veces las analíticas y las pruebas diversas te vuelven a colocar en un punto de pausa, de reflexión mucho más profundo porque hay incuestionables circunstancias que te imponen la mirada entre un cerrar y un abrir de ojos, un despertarte sin un amigo, una prima, un compañero de fatigas o alguien con el que has debatido, siempre en positivo, siempre en actitud crítica, de la organización general de las instituciones que intervienen directa e indirectamente en la vida actual y futuro de las Artes Escénicas.
Por lo tanto, perdonen por la insistencia, pero nuestra organización general, local, autonómica, regional, funciona de una manera excesivamente casual y rutinaria. La organización política contribuye a ello. Diecisiete autonomías con Cultura transferida, provoca con el paso de los años la creación casi invisible de unas castas de diversa intensidad, con prebendas adquiridas, unos derechos no establecidos en ningún texto legal, por lo que se crean núcleos de producción que no responden ante casi nadie más que lo circunstancial y pequeño. La inexistencia de un Ley general confiere unos poderes especiales a cada fragmentación de lo que es el Estado en nuestra configuración. Extremadura tiene una ley propia. ¿Hay alguna más o asimilable?
Por lo tanto, la existencia de convocatorias de ayudas, subvenciones, giras, redes es una realidad que se ha ido constituyendo sin otra legalidad política que el consentimiento, el no quedar fuera de la inercia, pero que, igual que puede sufrir un incremento de actividad, hasta de presupuesto, puede desaparecer, cancelarse sin que nadie pueda recurrir ya que en ningún lugar con categoría legal suficiente existen. Y podemos ir detallando hasta la nueva convocatoria de elecciones los lugares donde se debería intervenir inmediatamente, y que, para no salirse por la tangente, insistiré: una ley ayudaría un poco a crear un marco sobre el que operar y saber en cualquier caso y gobierne quién gobierne a qué atenerse.
Los viejos podemos enamorarnos y hasta es posible que, en alguno de los tramos de nuestras reiteradas chapas o discursos pesados, tengamos más razón que nunca. No se sabe ahora, cuando escribo, quién va a gobernar en el reino de España. Sea quién sea, no han dicho ni media palabra sobre estos asuntos en sus campañas ni en sus programas. Es un desprecio absoluto a las Artes Escénicas, más allá que esa gestualidad sobreactuada diciendo que no a la censura o sí al control de contenidos, pero en los asuntos importantes, nadie sabe ni lo que significa el INAEM, su estructura, su presupuesto, su incómodo encaje legislativo debido al propio sistema constitucional y estatutario de las autonomías.
Vuelvo a escribir sobre este asunto y les juro que me dan ganas de poner un punto y aparte y dedicarme a resolver mis problemas personales y profesionales y escribir palabras de alabanzas para festivales, grandes creadores aupados por la propaganda, directoras de instituciones que es como ahora mismo se crea el campo de cultivo para la anormalidad crítica, es decir, proclamar de manera inocua que todo va perfectamente, nadie piensa en algo más que dónde vamos a ir a comer hoy, qué monumento visitamos en la ciudad donde estamos supuestamente trabajando viendo un festival o cómo adular a quienes te han invitado.
No sirvo para estos menesteres. No sé si tenga algo de razón, pero viajo, veo otras realidades y esas realidades me parecen mucho más sugerentes, entre otras cosas, por algo tan primitivo como que acostumbro a estar en esos teatros magníficos donde existen estructuras solventes, compañías estables con nóminas de intérpretes, en plateas donde convivimos tres y cuatro generaciones, es decir se hace un teatro que disfrutan no solamente los adultos cercanos a la jubilación o ya en ella, sino adolescentes, jóvenes parejas, adultos con libros en la mano y personas con las cabezas plateadas que hacen de la asistencia al teatro o la danza una manera de estar, de ser, de Vida.
Así que queda claro, si no se empieza pronto a tratar estos asuntos de manera seria, solvente, política, pensando en el Todo, no en cada ombligo, ego, o gremio, nunca nos pondremos a la altura de las sociedades más activas en lo cultural y, especialmente, las Artes Escénicas, porque lo que se propone no es para hoy, ni para mañana, ni siquiera para pasado mañana, es para establecer un marco operativo de futuro para unas cuantas décadas. Cuanto antes demos los primeros pasos, antes solucionaremos este agujero negro donde se sobrevive, pero no se procura una manera más eficaz de organizar social, política y culturalmente estos recursos necesarios. Ahora sí. Punto.
Querido Guillermo, sigo haciendo lo que puedo. A todos los demás que habéis dejado huella y hueco en mi existencia en las últimas semanas, deciros que voy a seguir peleando, mientras mi corazón siga bombeando.