El teatro de cerca o de lejos
Seguro que quien lee estas columnas es frecuente teatrero/a y habrá ocupado butacas en más de un sitio. En realidad, ir al teatro es como abrir un buen vino. Es algo que tiene su ritual, al vino se le deja respirar, se sirve a la temperatura adecuada y si luego gusta o no, nos lo dirán los receptores gustativos en la lengua del consumidor. Ese ritual es el que hace que la experiencia sea completa. Con el teatro pasa algo parecido, la experiencia comienza cuando decidimos asistir, leemos sobre la obra, sobre el autor, sobre la dirección e intérpretes, compramos la entrada y finalmente confiamos, nos entregamos a la experiencia esperando que excite nuestros sentidos. Pero no es lo mismo entregarse al proceso desde la primera fila que desde el tercer anfiteatro. Igual que beber un buen vino requiere su protocolo para disfrutarlo, sentarse más cerca o más lejos del escenario en una obra de teatro tiene un impacto significativo en la experiencia del espectador desde una perspectiva neurocientífica. La distancia influye en la percepción sensorial, la conexión emocional con la obra y la capacidad para procesar la información de la actuación. Para comprenderlo, hay que explorar los procesos cognitivos y sensoriales involucrados en la experiencia teatral.
La percepción visual es uno de los aspectos clave. Cuando alguien se sienta cerca del escenario, tiene la ventaja de una visión cercana y detallada de intérpretes, escenografía, etc., pero sobre todo de las reacciones que pasan desapercibidas a distancias lejanas, lo que desde las neurociencias se aborda entendiendo que los receptores visuales en la retina, los conos, captan detalles más finos y transmiten información más rica al cerebro, de ahí la importancia de gastarse algunos euros más si de verdad queremos que la producción signifique más allá de su comprensión. Otra mejora que suponen las primeras butacas es la percepción de la expresión facial y corporal de intérpretes, fundamental para percibir/entender las emociones y la trama de la obra. Recordemos que el que percibe, acciona, inhibiendo el órgano motor pero activando todos los recursos cerebrales que inician esa acción que ve (neuronas espejo) y, por tanto, extrayendo más información de la obra.
Pero no todo son ventajas. Con frecuencia, la proximidad extrema hace difícil ver todo el panorama y la disposición del escenario. Pasa lo mismo con los movimientos de intérpretes que a corta distancia pueden distraer la atención de la narrativa principal. En términos de neurociencia, esto se relaciona con la capacidad del sistema visual para procesar información en tiempo real y adaptarse a cambios repentinos en el campo visual. O sea, cerca sí, pero no te pases. Necesitamos que nuestro cerebro integre los elementos del escenario y siga la acción de la obra. La distancia puede reducir la sensación de sobrecarga sensorial que se puede experimentar cuando se está muy cerca de los actores. Las células en la periferia de la retina, se llaman bastones, son responsables de la visión periférica y la detección de movimientos, pero tienen una menor resolución y capacidad para captar detalles en comparación con los conos en el centro de la retina. Por lo tanto, cuando se está cerca, pero no en exceso del escenario, es más fácil percibir los detalles sutiles y las expresiones.
La distancia también juega un papel importante en la conexión emocional con la obra. La neurociencia ha demostrado que la empatía y la identificación con los personajes se ven influenciadas por la proximidad física. Sentarse cerca puede hacer que el espectador se sienta más inmerso en la historia y más conectado emocionalmente con los personajes. Esto se debe en parte a la activación de regiones cerebrales relacionadas con la empatía y la teoría de la mente cuando se perciben las emociones y las expresiones de los actores de manera más cercana y directa. Por otro lado, sentarse más lejos puede crear una sensación de distancia emocional. Al estar a una distancia segura de los eventos en el escenario, el cerebro puede procesar la narrativa de manera más objetiva, sin sentir la misma intensidad emocional. Esto puede ser preferible para algunas personas que desean mantener cierta distancia emocional de la obra.
Por último, la distancia también influye en la forma en que el cerebro procesa la información auditiva. Sentarse cerca del escenario reduce retardos y proporciona una experiencia auditiva completa y sincronizada con la acción en el escenario. Esto se percibe más en producciones operísticas, que nos lo digan a los que hemos ocupado alguna vez las famosas butacas de paraíso en el Teatro Real.
En resumen, la elección de la butaca es importante como lo es dejar que el vino respire antes de catarlo. Por supuesto, todo depende de si lo que queremos es experimentar o ver, catar o beber, ser o no ser.