Catarsis. Alivio del Alma
Estoy ante uno de los inventos más notables del Espíritu: el teatro de Epidauro en Grecia, que formaba parte del conjunto dedicado a Esculapio, semidiós de la medicina en la cultura griega. Los enfermos del cuerpo o del espíritu dirigían sus pasos a esa zona del Peloponeso para encontrar la salud y el equilibrio. Ante la belleza de tal monumento, su imponente aforo de más de diez mil espectadores, surge la pregunta ¿qué relación tiene el teatro con la salud y la curación? Catarsis, el desagüe emocional, purga del alma que alivia los estados de confusión y regresa la armonía después de la tragedia. Por eso este monumento pertenece a un conjunto sanitario: El teatro equilibra al ser al aliviar la mente.
La invención del teatro es más espectacular de lo que nuestra sensibilidad cotidiana se representa. Veámoslo con otros ojos, un teatro no es un templo, pero podría ser como la expansión de un espacio sagrado: la escena. El público-pueblo reunido en torno a ese punto de fuga recibe sus beneficios a través de su caos y del orden recobrado. El de Epidauro fue construido con una acústica que aún ahora asombra y es una de las cualidades que prueban los turistas, gozan los actores, paladean los cantantes. Pero hay más, este teatro se levanta en medio de las montañas, para dar una perspectiva imponente, se invoca a las fuerzas del universo en las horas de representación. Vayan a Internet y vuelvan a ver las magníficas imágenes del teatro de Epidauro; así podremos valorar la importancia de este instrumento vigente hasta nuestros días: la escena, puente ritual entre dos realidades.
En el Mediterráneo hay varios ejemplos de teatros griegos, prueba de la eficacia del nuevo modo de entender el mundo: recuerdo el de Siracusa, en donde según la tradición, Esquilo asistió al estreno de una de sus obras, 450 años antes de Cristo, es decir hace 2456 años. Se escribe fácil, pero el paso del tiempo nos recuerda que somos apenas un soplo. Sorprende la velocidad con la que se impuso el teatro, desprendido de su función ritual para entrar de lleno en la vida social. Un instrumento para comprender los movimientos del alma. Recuerdo el teatro de Dionisio, en la Acrópolis, centro de la vida en la Atenas clásica. El naciente teatro en el corazón de la metrópoli.
A las piedras siguen las palabras, o a los cantos siguen los diálogos. En este regreso a las fuentes contamos con la parte activa: la palabra proferida en la escena. Hasta hoy, en una noche de teatro podemos participar en las tragedias de los grandes dramaturgos de Atenas: Esquilo, Sófocles, Eurípides, y si tenemos paciencia hallaremos al más singular, espíritu chocarrero que aún nos hace reír con sus ocurrencias, Aristófanes, el padre de la peligrosa comedia.
Así que la esencia misma del nacimiento del teatro lo encontramos al alcance de la mano: sus obras en las traducciones contemporáneas. ¿Y qué busca este novedoso invento? Un principio de catarsis, el regreso al orden, y de ahí que el centro de curaciones de la Grecia antigua cuente con el edificio más puro: el teatro de Epidauro.
En la enorme confusión por la que atravesamos, nos falta un teatro que dé cuenta de nuestra sinrazón. Tras el final de la Segunda Guerra Mundial el teatro se convirtió en reflejo absurdo de la realidad, surgió el teatro del absurdo, surgieron otras imágenes del caos. En este siglo XXI, en años en que parecen el prólogo de una destrucción total de la civilización, debemos recuperar el poder catártico del teatro que podría otorgarnos una dosis de la armonía que nos urge recuperar antes de que sea demasiado tarde… aunque ya sea demasiado tarde.
El teatro es nuestro alivio y nuestro combate, desde hace 2500 años. Urge una catarsis colectiva para recuperar la armonía.
París, octubre de 2023