Una bella e inocente lista de propósitos
Hay tiempos de emociones, tiempos de reflexiones, tiempos de decisiones. Cuando se entra de un tiempo de aniversarios, de cumpleaños, personales, colectivos, íntimos o universales, lo que acostumbra a suceder es que, en silencio o con acción de dejarlo escrita se realiza una inocente, aleccionadora, en ocasiones brillante lista de nuevos y buenos propósitos. Si cumpliéramos un mínimo porcentaje de esa lista acabaríamos en un pedestal, se ampliaría de tal manera nuestra aura que rozaríamos la beatitud, podríamos ser nombrados el mejor empleado del día, la semana, el mes o el año. Es más, hasta la calificación podría ser vitalicia. Pero somos mucho menos de lo que nos imaginamos y a veces, algunas veces, hasta logramos estar a la altura de las circunstancias más favorables, abrazar a seres queridos, escribir sobre aquellos con los que uno ha compartido esperanzas y anhelos.
Hoy, ahora mismo, en este lunes treinta de noviembre de madrugada, todo mi relato se ve atravesado por una inesperado muerte, la de Danilo Santos de Miranda, un de esas personas que durante muchos años ha generado proyectos culturales en Sao Paolo de nivel local, regional, estatal, pero con repercusión mundial. Una persona con un poder real inmenso que dedicó desde el SESC su tiempo y sus capacidades a realizar programas culturales, a convertir los locales de esta organización de trabajadores del comercio en un referente de lo que es la economía colaborativa y cómo se pueden crear instrumentos para que la Cultura, en toda su extensión esté al alcance de todos sus afiliados. Con él imaginamos mundos mejores. El dotó de espacios y presupuestos a grandes creadores teatrales paulistas. Con Danilo conocimos las posibilidades de la acción cultural sin complejos. Brasil pierde un referente de posibilidades de caer valor añadido en el campo cultural desde la iniciativa privada.
Saltamos este escollo emocional y volvemos al discurso inicial. Escribo desde Sevilla y ayer celebramos, a la vez, con dos tartas colocadas en batería, los cuarenta años de Atalaya y los ochenta y siete de Eugenio Barba. Se podría poner punto final, porque el acontecimiento, en su enunciado tiene tanto contenido que parece una tarea muy esforzada explicar en unos pocos párrafos estas dos vidas, la colectiva, aunque con la figura de Ricardo Iniesta como capitel y la individual de Eugenio Barba, que, con estos quinquenios a cuestas, sigue pergeñando proyectos, está recomponiendo el Odin Teatret, su memoria sigue siendo prodigiosa y su energía sobrenatural. Aquí está, con un taller de tres horas y media que dará a lo largo de hoy.
Lo de Atalaya es la historia de un designio, de una voluntad, de una obsesión, pero cuando se juntan la inmensa mayoría de las personas que en estos cuarenta años han estado en el grupo, esa foto adquiere otro valor, y es que existe un poso de formación desde la intuición, la concreción en montajes que han ido creando un lenguaje, una forma, un estilo. Por mucho que exista una cabeza al frente, el Teatro siempre es un acto colectivo, y todos crecen a la vez, todos son importantes. Celebramos estos dos aniversarios en los locales del TNT, unos locales que nacieron con un controvertido dado su complicado encaje administrativo por impulso del INAEM en colaboración con otras instituciones andaluces, que acogen varias salas de trabajo, de exhibición y lugares para la formación en niveles superiores. El listado de quienes han pasado por sus salas impartiendo talleres o cursos intensivos, es impresionante. La novedad presentada en este día fue conocer, mejor dicho, pisar, los nuevos terrenos que rodean a la actual sala, de ocho mil metros cuadrados cedidos oficialmente por el Ayuntamiento para aumentar su capacidad operativa. Están en ello.
Actos protocolarios, entrega de reconocimientos y una mini maratón recorriendo diversas instancias del TNT-Atalaya revisando pequeñas escenas como muestras de algunos de los montajes realizados en estos cuarenta años. Un acto teatral, no dando final a nada, sino inaugurando otra nueva aventura pegada al terreno. Además de las emociones, deberíamos estudiar de manera serena este hito dentro de la historia reciente del teatro en España.