Esos pequeños detalles
Existen razones objetivas que han ido creando una costumbre que, quizás, a veces, se pueda entender como una rutina, pero en lo que climatológicamente se conoce como otoño, se acumulan de una manera muy evidente eventos, acontecimientos, convocatorias, festivales, encuentros de bastante nivel y rango en todo el mundo teatral occidental. Todo ello sin olvidarnos de que es principio de la temporada que significa en las grandes capitales y sus teatros institucionales, estrenos o reposiciones de primer nivel. Resumiendo, que andamos un poco estresados para atender a una parte de lo que se nos ofrece. Y es tal el desenfoque que al ir apuntando cuestiones de esas que nunca alcanzan la categoría de titular de una noticia, ni de punto del día de una reunión de alguna entidad relacionada con las Artes Escénicas, desde esta periferia descontextualizada quisiera plasmar mis pequeñas dudas razonables.
Verán, a un grupo o compañía bastante relevante dentro de lo que entendemos por su historia y sus obras, uno de esos colectivos que hacen al año demasiados miles de kilómetros para poder mantenerse, le acaban de cancelar una actuación en una localidad gallega debido al temporal o borrasca. Era una actuación en interior, por lo que la decisión de los responsables de ese lugar es de suponer que la tomaron ante previsiones meteorológicas, informes de protección civil o no se me ocurren muchas más. ¿Un riesgo de poca presencia de espectadores por el mal tiempo? Puede ser.
Lo que me ha llamado la atención de este suceso es que se decida la cancelación unas horas antes, cuando la compañía estaba realizando otras actuaciones por la zona y que el único compromiso que se obtenga tras la decisión unilateral es que se reprogramará. Considero que deberían existir unas cláusulas contractuales que ante estas circunstancias, se abonara una indemnización por los gastos ya causados de desplazamiento, y por la propia suspensión donde hay sueldos y compromisos que no se anulan. Y después negociar la nueva fecha y las cantidades de esa nueva representación. Al ofrecer solamente un cambio de fecha, sin más y formar parte de esa filosofía decimonónica de lo tomas o lo dejas, es por lo que la alerta de estas circunstancias que cuando la COVID se dieron de manera global, y se encontraron pactos y acuerdos globales, pero que ahora y no se trata, o eso parece, una cancelación de índole política produce los mismos problemas a los afectados. Una función menos, sin ingresos, con todo el material y el personal desplazado, es una incidencia que desequilibra las previsiones económicas de la gira.
Me tengo que referir ahora a dos circunstancias que, probablemente, solamente formen parte de mi adoctrinamiento ético, o ni eso, una distracción por ósmosis. Un querido, admirado y magnífico miembro de un jurado de textos teatrales, in situ, al instante de conocerse el ganador y tenerlo mano, le solicitó permiso para producir la obra premiada y dirigirla. No hay nada más perfecto que dotar de una buena cantidad de euros a un premio de literatura dramática y que se logre su puesta en escena en el curso siguiente. Lo aplaudo y lo hemos celebrado en los últimos años, pero ¿no hay algo que rechina en este asunto? Un jurado con intereses de producción, ¿no puede contaminar su voto.? Es posible que yo ande afinando demasiado sobre estas cuestiones, que todo el mundo entienda que es lícito, cosa que no niego, pero ¿es adecuado para la credibilidad del premio? Y si me apuran un poco más, ¿es éticamente irreprochable? Aunque tengo varios hilos sueltos para seguir con mis dudas , ahí lo dejo.
Acabo de estar, después de varios años de ausencia por falta expresa de invitación, en el FIT de Cádiz. Han sido unos pocos días, he visto unos pocos espectáculos, no estoy en modo crítico, sino que me encuentro en la misma página de un catálogo los nombres que componen un Consejo Asesor del que desconozco sus funciones, atribuciones e incidencia en el devenir de la edición y el nombre de uno de ellos al frente de uno de los espectáculos programados. Me chocó bastante. Si eres asesor no eres un proveedor de materiales, sino alguien al que, me imagino, se le consulta sobre las líneas generales de los contenidos de un Festival, o de un sección del mismo. No recuerdo de una circunstancia parecida. Hablo de asuntos nominativos. Estar como asesor y a la vez como director y productor de una obra programada suena mal. Todos sabemos que existen contactos, sinergias, acercamientos entre responsables de programaciones y festivales y productores o distribuidores, lo mismo que vetos, pero que se llegara a esta circunstancia tan evidente no lo recuerdo.
De nuevo tengo la duda de si mi sospecha o mi inquietud es una simple reacción tangencial, que no tiene sentido señalar, pero creo que estamos ante un hecho que en otros órdenes de la vida social y económica se podría calificar con palabras mayores, incluso llegando a lugares que rozan apartados de los diversos códigos. Desde luego, el código ético, se ve muy afectado. No sé si los asesores cobran, forman parte de una misión superior, pero si se quiere estar en la programación, lo lógico, lo adecuado, lo pertinente es salirse del asesoramiento, sea de la intensidad y calidad que sea eso.
Y otra pequeña cosa del mismo evento iberoamericano que forma parte del absurdo más absoluto: un programador de dos festivales en Portugal, invitado dos noches de hotel, al que se le hace pagarse la entrada para ver los espectáculos. Aquí no encuentro escapatoria. No es coherente. No es lo adecuado. Yo he estado en los festivales portugueses y he visto a la dirección duplicada de entonces atendida debidamente. O es un error garrafal o es una falta de sentido común o es un desprecio inusitado. Si invitas a programadores es para que vean espectáculos. ¿O hay otros motivos? Puede ser.
Utilizando el lenguaje apretado de tópicos del fútbol donde se empodera la idea de que los partidos se ganan o pierden por pequeños detalles, en la vida cultural y en el cada día de las Artes Escénicas, existen algunas pequeñas cosas que inciden más de lo que parece si no directamente en el hoy, sí, en el mañana. O el pasado mañana. Suponiendo que eso llegue.
Lo entiendo, pero podríamos hablar, igualmente en ferias o festivales, de las invitaciones a agentes del sector, que dejan butacas vacías en zonas visibles del patio de butacas. No se trata ya de la pérdida económica al no haberse podido vender y dejar, así, público no profesional fuera de la sala. Se trata de la mala imagen al ver esa zona sin ocupar ante la compañía actuante y ante el mismo público, que suele pensar que serán invitaciones a políticos. Pero no: son a gentes del propio sector que aprovechan para reunirse, o dedicarse a sus asuntos (legítimos, que quede claro), sin anular las invitaciones (quizá por no dar explicaciones o por simple dejadez rayana en el desprecio hacia la organización que les acoge y los artistas que se les ofrecen).
Tendrá que regresar Pepe Bable?
Sí, sería lo ideal.