Críticas de espectáculos

Casa que no se cae, de cal y ternura

Minga en movimiento. De una tierra a otra oscila gozoso el verbo mudar. El cuerpo horadado en el que vivieron otros cuerpos sonríe con nostalgia. Confía en el arte del teatro para contar su verdad. Las piezas que componen el cuadro se sacrifican: han aprendido a hablar en el lenguaje ancestral de los muertos. Ulceradas, no cesan de mudarse, de devenir entre sí hacia un pasado verdoso. Quieren dejar de ser objetos con nombre actual para poder ser signos de una superficie común. Este texto-minga será así de movimiento ligero y ágil, porque ha prendido los cuadros para poder ser visto en el sonido y en el espacio. De tantas caras que muestra, Minga de una casa en ruinas, creada por Ébana Garín Coronel, que la dirige junto a Luis Guenel Soto, se percibe como un sentido propio, signo entero que arde con respeto para nombrar lo que está siendo mudado.

En un rectángulo-pantalla en su azul, se inicia una minga de secuencias en movimiento. Colectivo Cuerpo Sur ha traído hasta Cádiz una casa en ruinas. Te vas pintando in fieri, adquiriendo un peso columnar gracias al humo que ha rehusado de ser incoloro para mudarse a turquesa. La superficie inferior, tierra lejana, está herida. Está atravesada por un eje diagonal de dos trípodes listos para encuadrar los planos que emergen del discurso de rostro-primer plano de Ébana Garín Coronel. Otra columna, vertebral y seriada por tejuelas, se traza en el suelo. ¿Cuántas heridas deja una caída? Sus huellas resisten en la piel de madera originaria de Chiloé, en la Patagonia chilena. Hay una expresión que quiere tomar la palabra. Su movimiento transita al sonido, y de este, el reflejo se proyecta en dos espacios superpuestos, uno encima del otro.

El sueño de una casa, prisionera en su paisaje, es devenir de casa a barco para acariciar el mar en silencio. La luz verde colapsa en lo ocre, con la promesa de volver a su color inicial con cada nuevo sonido compuesto en directo. Gracias a la figura que se inclina a su pedal de loop, ahora sabemos cómo suenan dos huesos que se frotan hasta arder en sentidos. En este ritmo se cita a la memoria, que mantendrá en repetición la melodía hasta que el siguiente verso entre en el campo.

El cuadro se está haciendo, perfilándose ante el teatro con la visualidad de las tres figuras-relatos enhebradas en el mismo techo ligero. La teatralidad los une en un cuerpo-Figura (Ébana Garín), que opera un juego de representación doble gracias a la alternancia en el uso de las dos cámaras dispuestas en su diagonal y la textura orgánica que componen los sistemas sémicos de la luz y el espacio, diseñados por Ricardo Romero Pérez. Los focos horizontales denotan y distinguen el perfil de cada rostro que, alternándose en la diégesis, cuenta su historia. Verdaderas todas ellas, por ser articuladas desde la piel que ha experimentado las imágenes que ahora vertebra en forma de cimiento perforado.

El relato dramático se construye desde lo proyectado, cuyo sentido pasará al espacio inferior y de este al loop. Minga entre lo visual y lo sonoro, tu voz en primera persona aparece en un nuevo recuerdo, siendo el infinitivo derribar el que transita y mueve lo derribado al escenario, que cae en forma de escombros esparciéndose hasta la médula de tejuela. La casa que no se mudó, que prefirió yacer en pedazos y dejar de ser un cuerpo habitable y rentable, hoy se presenta ante nosotras. Sus huesos, llamados tejuelas, penden de estructuras de cartílagos en su vertical que van siendo elevadas del suelo por la poética del esfuerzo de un alma que no dejará caer a su comunidad en el olvido. A tumba abierta, con las costillas elevadas al azul, su grito aparece: “vamos a quemar las naves, hija”.

Horadar la piel. El verbo se encarna por un puño sobre el hueso. Se escucha su llanto, secuenciado ahora hasta el paroxismo de su agonía en movimiento. Se siguen vertiendo más escombros del hogar que fue y que ya no volverá a ser. Sus miembros tienen riesgo de verse como simples tablillas de madera. En ruinas pero no muerta, la minga se representa como el sentir de este cadáver-texto que se desnuda desde su pasado con el anhelo de ser recordado en el futuro. Casa-cuerpo; minga-comunidad. Los sentidos de estas sinécdoques lloran en su soledad compartida. Ambos tropos están en riesgo de perecer. ¿Unas ruinas pueden volver a ser una casa? ¿De un tejido social deshilachado puede volver a arder la necesidad de goce y celebración de compartir espacio y tiempo en comunidad?

Se han de quemar las naves. Una vida que se muda por un ideal sigue viviendo y una artista quemará sus cuadros si con ello puede restituir su movimiento. Qué ardan las imágenes-testigo por este fin teatral. La figura que cruza el cadáver colgado tres veces ha devenido cabeza de tejuela para ser parte de él. Ha rechazado sus ojos y facciones, su nombre y signos propios, para fundirse en el Todo de la superficie. Ahora es la voz de todos los nombres olvidados, testigos que vivieron esta tradición de mudar por mar y tierra sus cuerpos-hogar. Había que restaurar el sentido de la minga desde lo irreductible que fulgura tras el fuego. “No he de caerme, no, que yo soy fuerte. | En vano me embistieron los ciclones | y me ha roído el tiempo hueso y carne, | y la humedad me ha abierto úlceras verdes. | Con un poco de cal yo me compongo:.. | con un poco de cal y de ternura.”—Últimos días de una casa, de Dulce María Loynaz.

Andrea Simone

FICHA ARTÍSTICA:
Obra: Minga de una casa en ruinas
Dirección e investigación: Ébana Garín Coronel y Luis Guenel Soto
Dramaturgia y actuación: Ébana Garín Coronel
Producción: Colectivo Cuerpo Sur
Diseño integral: Ricardo Romero Pérez
Composición y diseño sonoro: Damián Noguera Berger
Coproduce: Arcadia, Leeuwarden – Países Bajos
Colaboran: CECREA – Castro, Centro NAVE, Beursschouwburg, Bruselas – Bélgica
Festival de Teatro Iberoamericano de Cádiz, Teatro del Títere La Tía Norica, el 29/10/2023.


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