Alquibla Teatro se adentra en los tránsitos y en la salud mental en ‘No me falte el aire’
Estrena en Teatro Circo Murcia la segunda parte de su ‘Trilogía del Camino’
Alquibla Teatro estrena esta semana en el Teatro Circo Murcia –los días 1 y 2 de diciembre, a las 20 horas– su espectáculo ‘No me falte el aire‘. Escrita por Alba Saura-Clares, esta es la segunda obra de la ‘Trilogía del camino’, un proyecto escénico de la compañía murciana que comenzó a gestarse en 2020 y que arrancó en los escenarios con ‘Mi cuerpo será camino‘ en 2022. Destinada a público mayor de 12 años, la obra está dirigida por Antonio Saura, interpretada por Cristina Aniorte, Esperanza Clares, Nadia Clavel, Julio Navarro, José Ortuño y Pedro Santomera y cuenta con música original de Álvaro Imperial.
‘No me falte el aire‘ es un proyecto sobre los tránsitos que existen de la juventud a la madurez, del campo a la ciudad, de los últimos cincuenta años de España –desde 1971 hasta nuestros días-. En un laberinto de espejos en tiempos y espacios, los personajes que recorren esta obra están buscándose desde su juventud y enfrentándose a lo que los aprisiona, recomponiendo las historias de su pasado, aprendiendo a convivir con la ansiedad de su presente y erigiendo estrategias para reverdecer.
La obra nos sitúa ante una juventud que transita la treintena y se marcha de casa. A través del personaje de Julia, conocemos las historias de otros dos jóvenes, Álex y María. En una búsqueda de su identidad, a los tres les acompaña su pasado, el de las historias de otros que ya debieron enfrentarse a esos caminos en su juventud: Julián-La Lana, homosexual que escapa del pueblo para liberarse en una Barcelona disidente de los setenta; el de Marga, asumiendo que su vida la desea en el pueblo y no en la gran fiesta liberadora de la democracia de la Movida de los 80 en Madrid; o el de Paco, que nos habla desde el tiempo de la tierra y el campo y nos invita a que se borren los idealismos y trabajemos por el mundo que deseamos para vivir.
A través de estos tránsitos, la obra se adentra en la salud mental como una de las principales problemáticas del tiempo presente: ¿hasta cuánto podemos aguantar sin quebrarnos? ¿Cómo cuidarnos ante esta vida que nos devora? ¿Qué estrategias nos ayudan a imponernos y liberarnos en comunidad?
Se vive ante la ansiedad de un mundo que nos devora, en ciudades asfixiantes donde no se puede pagar por una habitación digna, en trabajos que nos absorben y siempre nos exigen más y más, en el aire contaminado y en la necesidad de salir corriendo. El campo retorna como el lugar idílico donde tomar aire para regresar al juego cosmopolita. Pero a la vez, la ciudad atrae en sus posibilidades laborales, en la realización personal, en el disfrute, en el encuentro liberador con la identidad propia que asfixia en la lentitud del pueblo. Y la rueda sigue y el pueblo asfixia y libera, y la rueda sigue y la ciudad libera y asfixia, y en esa incertidumbre de un mundo que nos hace adaptarnos a cada instante, intentamos sobreponernos a la individualidad de la ciudad y construir comunidades imaginadas que nos salven mientras decidimos cuál es nuestro lugar en el mundo.
Por eso la obra incita al diálogo intergeneracional, para vislumbrar que hay muchos caminos posibles, que incluso se fusionan: entre el folclore y la electrónica, entre la tradición y lo queer, entre lo rural y lo urbano… entre el silencio y el grito, entre la soledad y la verbena.
Y mientras construimos el camino, los personajes se encuentran entre el pasado y el presente y se ayudan a parar, tomar aire, respirar y pensar en la sociedad que queremos construir. En un abrazo en el tiempo, los personajes aprenden a aceptarse en lo humano y acompañarse en la ansiedad para que no nos falte el aire.