El público desde ese silencio de AveLina Pérez
Pocas veces, por no decir ninguna, puedo asistir en Galicia a una propuesta teatral post-espectacular, que rompa con las convenciones más básicas, no sólo de la espectacularidad y sus efectos, sino también de lo que entendemos por teatro.
El sistema de producción, en general, las industrias del metal o las culturales, por poner sólo dos ejemplos, se dirigen, desplegando el correspondiente marketing, a un público cuanto mayor y más amplio, mejor. Se dirigen a un público consumidor. Por eso aquí importa el colectivo público y no el espectador y la espectadora, como singularidades. Es como los medicamentos de la industria farmacéutica, hechos para enfermedades genéricas y no para enfermos. La cantidad, en este sentido, obviamente importa. Cuantos más consumidores, cuanto más público, mejor. La taquilla importa.
La espectacularidad no está sólo en los escenarios de los teatros, sino también en los eventos deportivos e incluso en las decoraciones de luces LED de ciudades como Vigo, que se ha convertido en una especie de parque temático navideño, global y lleno de clichés. A este reclamo acude una multitud, obediente y con ganas de disfrutar de la magia de la Navidad, como señalan en carteles algunos de los cientos de autobuses turísticos que les acercan hasta la ciudad olívica. La espectacularidad llamativa, esa fantasía extraordinaria, aquí rota por los clichés de plástico y las luces LED con forma de trineos de Papá Noel, carrozas, bolas y estrellas gigantes, etc., no falla.
En los escenarios teatrales también trabajamos con efectos de iluminación, sonido, acciones extraordinarias, verbales, físicas y objetuales, pero dentro de una dramaturgia que les dé algún significado – preferiblemente, en mi opinión, trascendental, cognitivo y emancipador, desde la emoción – . Además, al tratarse de artes, no está de más buscar lo que podríamos llamar originalidad, origen, singularidad y algún tipo de innovación, sorpresa.
A veces, el espectáculo y algunos de sus efectos rimbombantes acaban por cegarnos, alienarnos, entretenernos. Se convierten en ruido que no deja oír. Considerando, aquí, la escucha, como algo que va más allá del oído. La sobredosis de información, de luces navideñas y publicidad, de ocio, de trabajo, de productividad y consumo, acaban por cegarnos y volvernos sordos, hasta el punto de no pensar, de no pararnos a pensar, a discernir, a romper los hilos de esa marioneta en la que el sistema se empeña en convertirnos.
Por eso resulta tan exótico, tan escandaloso, incluso tan terrible, que el compositor John Cage, a principios de los años cincuenta, preparara las condiciones para que un público escuchara el silencio, en su ya histórica y ejemplar partitura, titulada 4’33’’.
Por eso la propuesta post-espectacular de Avelina Pérez, titulada ‘Desde ese silencio’, es tan exótica, y podría resultar tan revolucionaria y escandalosa, si no fuera porque tuvo lugar en el Teatro Ensalle de Vigo, el espacio más especial que tenemos en Galicia para las artes escénicas más heterodoxas, que trabajan con la «problematización» de las convenciones teatrales (de los pactos de juego con la recepción). AveLina Pérez, en esta propuesta renuncia a los efectos de la espectacularidad teatral, sólo mantiene uno de ellos: el extraordinario nivel de la palabra, de lo que nos dice, de la acción verbal. ¡Solo eso! ¡Y no es poco!
De manera similar a John Cage, amante del silencio, pero en el terreno del teatro, AveLina crea la situación escénica para la escucha. A partir de ese silencio se interrumpe el torrente de ruido que nos perturba y, entonces, nos sitúa en posición de escucha. Esa es la acción principal: escuchar. Además, renuncia al público, ese colectivo, a veces multitudinario y, a diferencia de las calles de Vigo, convertidas en un Walt Disney navideño barato, invita sólo a 10 personas a participar en esta experiencia artística. ¡La taquilla al carajo! ¡El baño de masas también!
Se trata, por tanto, de sustituir el concepto de público por el concepto de espectador/a o, mejor aún: espectactor/espectactriz, porque, de alguna manera, pondrá la acción en nuestras manos. Además de escuchar, estamos expectantes respecto a lo que puede pasar ENTRE nosotros, a las pequeñas reacciones, sonrisas, asombro, enfado… porque lo extraordinario que nos cuenta, como quien nos lo dice al oído, uno a uno, puede afectarnos de estas y otras formas inefables. Si fuéramos más de 10 personas, esa concentración y esa atención, esa escucha, podría diluirse o perderse. De esta manera, ENTRE nosotros y AveLina, no hay nada más, tampoco hay escapatoria. O sí, que nadie nos obliga a quedarnos.
Pero me pregunto: ¿qué pasaría si ‘Desde ese silencio’, en lugar de celebrarse en el Teatro Ensalle, se celebrara en otro teatro municipal o de mayor aforo? Te apuesto que sería un escándalo.
El Teatro Ensalle tiene un público especial que está acostumbrado a propuestas que nunca entran dentro de las convenciones tradicionales del teatro dramático o del teatro posdramático “trending topic”. Ensalle no hace concesiones en su programación, ni en sus apuestas a través de residencias, etc. Y esto, evidentemente, ha ido creando un público muy singular, que no niega las particularidades del espectador y la espectadora. Un público con una disponibilidad especial, siempre que se trate de una dramaturgia y una propuesta tan coherente, fundamentada, honesta y, me atrevo a decir, auténtica, como esta de AveLina Pérez. Ese lugar donde el teatro pierde su nombre y se vuelve infinito, deteniéndose en lo más pequeño, lo marginal, lo sucio, lo vulnerable, lo menos complaciente, lo humano, en definitiva.
P.S. – Otros artículos relacionados:
“AveLina Pérez en Segunda Mano. Estado aceptable”, publicado el 12 de junio de 2023.
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“El teatro protesta alejado de las anestéticas. AveLina Pérez”, publicado el 16 de diciembre de 2018.
“Los perros no comprenden a Kandinsky pero sí a AveLina Pérez”, publicado el 9 de julio de 2017.
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