Y no es coña

La dramaturgia no es una rama de las matemáticas

He vuelto a las andadas. He decidido que mi recuperación clínica se ponga a prueba asistiendo con regularidad a estrenos y visionado de obras, montajes y experiencias que la cartelera madrileña me ofrece. Intento seleccionar, muchas veces de manera emotiva, a dónde me dirijo. He escuchado en estos últimos días de manera reiterada y desde voces de ámbitos muy diferentes que no existe la casualidad. Y yo, con mi parte más tendente a la irreflexión, mantengo el convencimiento de que existen casualidades, tanto para lo bueno como para lo malo, y que intentar dotar a todo lo que nos sucede fruto de una planificación es colocarse en el umbral del veneno conspiranoico.

Me refiero a asuntos consuetudinarios de las programaciones de teatros, salas, festivales y unidades de producción sobresaturadas de contingentes. Mirando mi cartilla de racionamiento teatral de la última semana resulta que he asistido a representaciones de obras de teatro provenientes de otros lugares de la península ibérica y las he visto en salas alternativas, centros de producción estatales o teatros de solera de titularidad pública, lo que me coloca en un tramo de mi desordenado discurso en el que debo volver a izar banderas de multiculturalidad, de vindicación de la periferia como uno de los nutrientes más proteicos teatralmente del centrismo teatral impostado.

Más que retóricas de campanario, vaya una descripción de unas opciones elegidas con un poco de casualidad y, en este caso, mucha causalidad, pero que me hacen comprender que se pueden querer dieciséis maneras de hacer teatro a la vez y, precisamente por ello, alejarse de la locura. Y ya que estamos echando un cante a modo de prólogo o introducción, pongamos una coda de autocensura: Mis opiniones con fundamento crítico las reservo para otros momentos del proceso. Ahora me acerco de manera instructiva a los hechos.


Empezaré por el final. Sala Tarambana donde se presentó una compañía legendaria desde hace décadas, Lavi e bel, cuya residencia es Granada, que de la mano del madrileño Emilio Goyanes incide en el cabaret político presentando “Rancho Porlier” contando una historia con ribetes de narración escuchada en su casa, sobre una pareja que sufre en plena euforia de paternidad el criminal golpe de estado de Franco y todo lo que pasaron a partir de ese momento, centrándose en edificios, lugares concretos de aquella Madrid de terror. Un musical bien estructurado, una propuesta asequible, clara en sus intenciones, con momentos de gran enjundia teatral que, estando en un territorio adecuado como contexto, esa sala de Carabanchel mantiene una programación nítida en sus intenciones, las dimensiones de la misma, ahogaban de alguna manera la obra que tuve la oportunidad de ver en Palma del Río hace unos meses. Mi pensamiento posterior es que este montaje tiene enjundia teatral suficiente , todos los elementos funcionan, especialmente el equipo actoral que debe cantar, bailar, interpretar varios personajes. Bien pudiera estar programada en otros teatros donde pueda recibir algunos cientos de espectadoras que lo disfruten y que conozcan, además, muchas de las referencias mostradas en su dramaturgia.

El día anterior estuve en el coqueto Corral de. Comedias de Alcalá de Henares para ver a Albanta Teatro de Cádiz que ofreció dos representaciones de “Mariquita aparece ahogada en una cesta” de Juan García Larrondo con dirección de Pepe Bablé. Asistí a la segunda y última función, con el teatro lleno y manteniendo esa circunstancia que no me cansaré de señalar: podía estar un servidor formando parte del tercio de asistentes más jóvenes. Es un dato y pido que sigamos reflexionando al respecto. Una obra que tiene algún tiempo de existencia y que ha llegado a las fronteras de la capital, cuando por su forma y fondo bien pudiera estar en otros teatros de la capital. Es un tratamiento de un asunto de desarraigo algo esperpéntico, con imaginería muy gaditana que en ocasiones podríamos señalar como almodovariana, bien ejecutada en escena, con un reparto femenino extraordinario y que quizás se le pueda achacar un exceso de barroquismo, una secuenciación del genoma de los personajes demasiado largo. Pero un trabajo impoluto y resulta curioso que se traten de temas que parecen tomados por los pelos pero que adquieren una potencialidad comunicativa magnífica.

Pero es que días antes vi el estreno de “Feriantes” en la Sala Princesa del María Guerrero en una coproducción del CDN y El Patio Teatro nacido en Logroño, cuyos titulares son Izaskun Fernández y Julián Sáenz-López, que se acerca de manera emotiva y casi sentimental a ese mundo que forma parte de nuestra educación primaria, las ferias, las barracas, los caballitos, las rifas y sus protagonistas, con entrevistas a personas que se dedican o se dedicaron a ello con una estética muy delicada, este grupo se dedica a un teatro sencillo, de emociones cotidianas donde las miniaturas, los objetos forman parte esencial del relato, y aquí han ampliado sus posibilidades de producción, hay más medios, tres intérpretes mucho más escenografía y utilizan un sistema mixto de narración, desde el documento y el acercamiento. Es un teatro que nace de la constatación de vida más allá de los núcleos urbanos centrales.

Pero es que en el Teatro de la Abadía se ofreció uno de esos montajes que crean un estado de opinión, a mi entender no solamente por su contenido, que es muy concreto, profundo y universal, sino por la manera en la que es tratado formalmente. “Moríos” reúne un plantel de dramaturga, Anna Ricart Codina; director, Joan Arqué, dirección coreográfica, Sol Picó, e intérpretes catalanes, encabezando el reparto Inma Colomer que apuestan como el nombre de colectivo declara, “Cultura i Conflicte” por un teatro de acción política, de acercarse a realidades que afectan a casi toda la sociedad y que colocados en el tema de una residencia de ancianos y unos cuantos casos específicos, no seguidos con extenuación, nos ofrecen una bella obra, yo diría que un canto irrenunciable a vivir cada instante con toda la plenitud y capacidades sensitivas de las que dispongamos. El cuerpo que tenemos hoy es nuestro cuerpo y contiene lo que fuimos y lo que seremos. Respetémoslo, amémoslo, disfrutémoslo sin más límites que los que nos disponga la farmacología.

Vi otras obras, cuyos responsables e intérpretes, siendo de procedencia diversa, se pueden considerar como nominalmente madrileños y miro lo que tengo ya reseñado en esta semana que inauguramos y veo que, casualmente, he elegido variedad de miradas. Por lo que aseguro que sí es posible. Y que he leído a alguien que reclamaba un teatro oficial en Madrid para acoger de manera sistemática a las creaciones de las otras autonomías. Se ha intentado en otros tiempos. Hasta hubo un festival con esta vocación. Es una realidad tan evidente que no estaría mal ver esa posibilidad. Es difícil en estos momentos de tanta crispación diseñar esta eventualidad práctica que requiere de la colaboración institucional de todas las partes implicadas.

Mientras tanto, seguimos explorando por la cartelera las miles maneras de afrontar la Vida en nuestros escenarios, por lo que puedo asegurar que la dramaturgia no es una rama de las matemáticas.

Y me uno al grito mayoritario argentino: ¡¡No a la derogación de la Ley de Teatro y al cierre del INT!!


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