3.000 kilómetros
Acabamos de llegar de un viaje de casi 3.000 kilómetros. ¿Vacaciones? Si he de referirme a la diferencia de paisajes entre la gran ciudad pavimentada y la inmensidad verde del sur del continente, el cambio fue radical, pero como la perfección no existe, algo negativo tuvo que haber.
Durante años fui guía de treking al altiplano del norte y a la Patagonia del sur, donde acompañaba a turistas deseosos de conocer nuestra geografía extrema. Me tocó estar en hoteles 5 estrellas allí inclusive y también dormir en carpa con un temporal de esos que atemorizan. Aprendí a adaptarme a lo que fuese, y además hacer creer al grupo que todo estaba impecable, incluso cuando perdí la huella, lo que significó un par de horas extra de caminata o cuando tuvimos una falla mecánica en medio de la Patagonia, sin ninguna alternativa clara como para salir del problema mas que inventarles algunos juegos para distraerse de lo que afortunadamente no terminó en tragedia.
Creo que todo tiene que ver con la actitud para buscar las posibles alternativas de solución y no solo detectar el problema para caer en la desesperanza y agrandarlo hasta hacerlo una tragedia griega.
A pesar de haber vivido toda mi vida muy cerca de la gran ciudad, siempre he tenido contacto directo con lo natural, la tierra, en cambio mi pareja, siempre vivió en departamento y si de ella dependiese, pavimentaría incluso el campo. En otoño barre las hojas del patio hasta 3 veces al día, privándose del agradable sonido de la naturaleza bajo los pies.
No ducharse todos los días es un pecado capital y eso de la tierra al transitar por caminos rurales, está bastante alejado del confort de una autopista.
Por supuesto hubo roces y varias discusiones, por lo que las anheladas vacaciones no fueron tan placenteras como lo ansiado. La naturaleza verde de bosques con lunares de lagos, fue opacada porque no hubo pan al desayuno y el camino polvoriento de casi cuatro horas, siempre fue el equivocado a pesar de haberle preguntado incluso a la policía rural y llegar a destino según lo planificado.
Sacarla de su metro cuadrado de confort donde esgrime la aspiradora como toda una virtuosa, no fue cosa fácil. Si el objetivo siempre fue el adentrarse en la naturaleza, para lo cual nos aperamos de los implementos necesarios ¿por qué no fue capaz de disfrutar, ni dejarme disfrutar a plenitud?
Fácil sería culparla completamente a ella, pero debo reconocer que, conociéndola, forcé la situación tratando de mostrarle mi pasión. Yo fui tan responsable como ella de no haber logrado unas vacaciones al 100%. Es imposible imponerle a otro los gustos personales o hacer cambiar de actitud frente a una determinada situación.
Hice mi mejor esfuerzo planificando cada día, con lugares, distancias, tiempo de recorrido y otros detalles, y aunque aprobó el plan, no fue capaz de seguirlo.
Seguramente lo aprobó en el espíritu de complacerme, pero no resultó.
Claro que no todo fue malo; acampamos en la rivera de lagos maravillosos, comimos exquisito, conocimos paisajes únicos, nos reencontramos con viejos amigos y después de 3.000 kilómetros en 10 días, no me puedo quejar. Mis expectativas eran demasiado altas.
La próxima vez, aunque se que no lo hará, la dejaré a ella planificar unas vacaciones a su medida. Claro está, que de seguro no serían de mi agrado, pero intentaré hacer concesiones con el simple objetivo de disfrutar.
3.000 kilómetros en 10 días para unas vacaciones fueron demasiado.
Me equivoqué, aunque es la única manera de salir del pavimento para reencontrarse con la naturaleza.