Sud Aca Opina

Darse cuenta

Aunque la pregunta no nos la planteemos directamente, es total y absolutamente valida ¿en qué momento nos comenzamos a dar cuenta de nuestras limitaciones? Pero por sobre todo ¿cuándo somos capaces de potenciar nuestras fortalezas?
Sin tener real conciencia de ello, vivimos en un equilibrio inestable entre debilidades y fortalezas.

Por lo general nos dejamos influenciar por opiniones ajenas, pocas veces bien intencionadas. Son etiquetas capaces de encasillarnos y para terminar encerrándonos en lo que llega a constituirse en una jaula virtual de la cual nos es imposible salir. Llegamos a comportarnos como debemos hacerlo y no como podemos llegar a hacerlo. La jaula siempre tiene la puerta abierta, pero somos incapaces de traspasar el umbral.

Por estas latitudes solemos decir, «es que no tiene dedos para el piano» o «zapatero a tus zapatos», queriendo decir que estamos predestinados a ser y comportarnos de cierta manera determinada por nuestro ámbito social, nuestro nivel económico, nuestras características físicas, nuestra capacidad intelectual, nuestra herencia biológica… Por supuesto que cada una de estas características pueden influir en un logro, pero no por eso, imposibilitarlo.

Algo puede haber de características definitorias de lo que somos, pero, aunque parezca poco creíble, Erik Weihenmayer, a pesar de haber quedado ciego a los 13 años, en 2001 logró subir el Everest, proeza de montañismo que repitió al ser el primer no vidente en subir las Torres del Paine. El 2023, Alex Roca, un catalán con parálisis cerebral que lo discapacita en un 76%, logró completar la maratón de Barcelona.

Investigando un poco más, de seguro podremos encontrar muchísimos ejemplos de imposibles superados, de etiquetas rotas por esos logros tan poco probables. No solo en el ámbito de los deportes se le puede torcer la mano a eso que llamamos destino o karma o determinismo o como sea que le digamos a la excusa para no ser todo lo que nuestro potencial dormido nos permita. Tampoco se trata de intentar conseguir lo imposible, o quizás sí.

Las etiquetas, no solo las que nos ponen otros, sino, sobre todo, las que nos colgamos nosotros mismos, pueden llegar a transformarse en una mochila tan pesada que nos inmoviliza para seguir adelante en nuestro propósito. No existe peor remordimiento que el de no haberlo intentado.

El fracasar una vez, no necesariamente significa que no podamos. Muchos renuncian ante la primera frustración, pero la historia está llena de personajes fracasados que de tanto insistir terminaron por triunfar.

¿Y cómo superamos esa característica inherente al ser humano de clasificarlo todo para así poder entenderlo?

Creo que eso de clasificarlo todo viene de cuando necesitábamos saber a que nos enfrentábamos para sobrevivir.

Hace 800.000 años atrás, a nuestros antepasados recién erectus, el fuego los podía matar, eso, hasta que logró entenderlo y con eso, utilizarlo en su beneficio. Si logramos entender nuestras limitaciones y fortalezas, podremos potenciarnos en todo aquello que nos propongamos.

Nadie dijo que es fácil, pero no es imposible.

Debemos darnos cuenta de que vivir la vida muchas veces es difícil, pero vale absolutamente la pena vivirla.


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