Un caleidoscopio circunstancial
Nadie hablará de ti cuando estés amortizado. Vales lo que vale tu influencia y tu presupuesto. En los asuntos de las artes escénicas las variables que entran en cualquier formulación son tantas, que es una tarea extravagante el hacer previsiones y pronosticar más allá de lo evidente. Por eso, cuando uno se junta en un evento como el DFeria en el que me hallo inmerso en estos momentos, con su apertura internacional mediante, sentarse en la parte trasera del Victoria Eugenia y echar una mirada a la platea y los palcos, es un ejercicio de valoración exprés de una realidad existente, pero que se puede estar mirando a través de un filtro donde interviene el dopaje circunstancial, la euforia, el ambiente, el paisaje y hasta la sensación de formar parte de una casta que puede decidir sobre el destino de unas docenas de ilusionados creadores, productores, actrices o incluso programadoras de nuevas promociones que se sienten importantes o muy importantes.
Advierto que, por prudencia y metodología, voy a intentar no citar por su nombre y apellido a nadie debido a que me relaciono con viejos compinches de aventuras teatrales iberoamericanas que han iniciado nuevas aventuras de una proyección bastante importante, también con nuevas almas que buscan acomodarse, encontrar su hueco desde donde crecer o incluso desde el que poder optar a otras opciones más seguras o institucionalmente más protegidas. Resumiendo, estoy en un corral muy amplio con la fauna más exótica y las especies más remotas que configuran en muchas ocasiones la memoria de los últimos veinticinco años (o más) de las Artes Escénicas iberoamericanas.
Me encantaría tener la capacidad de describir las tendencias, los caminos que van a llevar estas cuestiones en el terreno estético. Es más, no tengo suficiente caudal analítico para saber qué está sucediendo de verdad en muchos lugares. Existe tanta seudo información, es decir, tanta propaganda y autobombo, tanta sumisión a los deseos que casi nadie se ampara en datos fiables, sino en estadísticas, todo se soluciona implementando narrativas que parten del intento, de lo que se quiso hacer y poco de lo que se ha hecho. Y estas mismas frases trastabilladas son un ejemplo de lo que se intenta decir: hay demasiadas maneras de afronta la relación entre arte y sociedad, que parece como si existiera un ejército invisible de salvación de unas estéticas amorfas, bultos sin identificar, relatos escénicos homogeneizados por aproximaciones cutáneas a temas, asuntos, problemas, ideas que se instauran como una moda a seguir.
Si se mira con un caleidoscopio, eso se nota de una manera mucho más clara, y hasta a partir de esta descomposición, de esta multiplicación en fragmentos del todo se puede ir intuyendo que estamos ante un momento interesante precisamente por esta falta de un dogma lo suficientemente aglutinador de las inquietudes y las fascinaciones de quienes son sus productoras, creadoras, distribuidoras, exhibidoras y que llegan a sus únicos y genuinos protagonistas, los públicos de una manera muy mediatizada.
Dicho lo cual, pudiera decantarme por bailar al son del tambor de manera agonizante o llorar y lamentarme ante el muro de la intolerancia y la regresión. Ni una cosa ni otra. Ni siquiera me inspira señalar otra cosa que mis dudas metodológicas, mis sorpresas, mi fascinación por el aplauso generalizado a la nada. Yo diría, para señalar a un gremio, que no existe una corriente de crítica o de análisis, que coloque el objeto visionado en un contexto adecuado, sino que se trata de seguir la consigna de aplaudir acríticamente, de mantenerse en lo previo, es decir en las intenciones y no fijarse en lo hecho, en lo visionado, en lo que ha sucedido en escena por si acaso no se compadece con las declaraciones de intenciones, o si acaso, justificar con el “tema” las deficiencias técnicas y artísticas fuera suficiente, aunque se hayan utilizado formas y sistemas dramatúrgicos equivocadas.
Por lo tanto, esperando que pasen las lluvias, voy a intentar disfrutar de esta ciudad, Donostia, donde tantas veces, decenas de veces, desde hace décadas en este evento y en otros, he estado viendo teatro de toda índole, procurar juntarme con las personas a las que quiero y admiro y procurar escribir alguna pieza crítica que me reconforte y me devuelva al valor de uso.