Y no es coña

No hay manera de vivir tranquilo

Tenía unos cuantos garabatos en mi cuadernillos de notas para desarrollar en este lunes primaveral, los repaso y hay menciones a situaciones, entrevistas, circunstancias loables, también a obituarios o a noticias desagradables de amigos, pero de repente se cruza un asunto de esos que al principio intentas relativizar, pero que acaba comiéndote las energías, el ánimo y conforme lo revisitas, intentas encontrar explicación o solución, todo se convierte en más amargura, en más ganas de denunciar lo que nunca debería suceder, al menos en nuestro ámbito: la usurpación del trabajo intelectual, la copia de contenidos para dar un taller sin mencionar al autor, ni el libro del que copias y pegas el índice. Esas cosas que los que editamos ciertos libros sabemos que, al ser muy buenos, que se han difundido mucho, se utilizan en muchas aulas para dictar materias curriculares, pero que cuando aparecen, como es este caso anunciado en una “Academia” de una institución tan notable como es la Librería La Central del Raval barcelonés, la cosa adquiere una dimensión que todavía no sabemos valorar, porque estamos co. consultas legales para ver qué se puede hacer si no se pone remedio inmediato.

Les cuento. La primera edición del Premio Internacional de Investigación Teatral Artez Blai, correspondió al libro “El arte del actor en el siglo XX” escrito por un joven doctor en Farmacología Genética, Borja Ruiz que había escrito esta maravillosa recopilación de los nombres y las tendencias más importantes que iluminaron el arte del actor en el siglo pasado. La publicación de este libro causó sensación, sigue siendo un libro de referencia, estamos trabajando en la tercera edición con aportaciones de diferente índole, pero podemos asegurar que es el libro más vendido en nuestra editorial.

Sabemos que, en muchas aulas de escuelas de teatro, se usa de referencia para ciertas materias, hasta hemos visto como hay una publicación pirata escaneada en una web cuyo dominio es .edu; hemos tenido multitud de ofertas para coeditar en varios países latinoamericanos. La hemos mantenido en nuestro poder para protegerla, para que no se difuminase su valor en ediciones piratas.

Pues bien, este fin de semana hemos amanecido con un acto de apropiación, no sé qué términos utilizar porque es tan obvio que se trata un copiar y pegar, que probablemente sea un plagio, pero referido a un taller que da una persona que se presenta como licenciado en periodismo y que ha cursado estudios en el Institut del Teatre de Barcelona y su nombre es Francesc Amaro. Se llama el curso: “La revolución de la interpretación en el siglo XX”. Es grosero que no aparezca en ningún punto de la convocatoria el nombre del libro copiado ni el autor y en la bibliografía mencione decenas de libros y uno solo de la editorial Artezblai, que no es el que ha utilizado para su apropiación.

El autor, Borja Ruiz ha estado este fin de semana comunicándose con el autor de esta supuesta fechoría, y se puede comprobar que toma al autor, a la editorial, a la propiedad intelectual a cachondeo. Y que la omisión es deliberada y dolosa. Empezó haciéndose el loco, que estaba convencido que lo había mencionado, después asegurando que había sido una equivocación, después que iba a subsanar el error, pero todo en tono displicente, sin pedir perdón, ni optar por lo correcto que es anularlo. Como si el hecho no fuera algo que no se entiende el pensamiento y la cultura.

La cuestión es que he tardado en escribir esta entrega, condicionado por las respuestas que no encontramos. Hemos hecho consultas legales, esperamos alguna contestación. Entendemos que la persona encargada de esta Academia no se dio cuenta del engaño, no hemos podido contactar con nadie de la Librería, pese a mandar varios correos e intentarlo por diversos teléfonos.

Duele escribir este tipo de denuncia. No hay muchas soluciones: anular inmediatamente ese curso. Avisar a quienes se hayan apuntado que se van a encontrar con un farsante, que les va a leer el trabajo de otra persona. Es muy feo esto. Mucho.

Pues amarga la verdad hay que echarla de boca.


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