Ego, ego, ego. Mi reflexión de hoy va sobre el ego, es decir, sobre el exceso de autoestima, sobre el abundante aprecio sobre sí mismo. Si se tiene mucho ego es un problema para los demás, pero si se tiene poco, también. Cuando empecé este texto estaba pensando en los ególatras con los que, recientemente, me había topado. Pero después recordé otros momentos en los que he sido insignificante inclusive para mí misma. No sé qué es peor, la exaltación del ego o la ausencia de él.
Hay ególatras de todas las edades, de todos los géneros, de todas las formas. Me encuentro con muchos en mi camino. La pregunta es ¿qué hacer para convivir con ellos? Porque lo fácil sería huir, alejarse, evitarlos una vez detectados, repelerlos, desarrollar una alergia, una intolerancia. ¿Dije lo fácil? ¿Quizás lo sano?
Por el contrario, quienes carecen de ego y han desarrollado una baja autoestima, también generan situaciones complejas. Porque esa ausencia de ego, ese desprecio o falta de fe en sí mismo, se convierte en una inercia autodestructiva que demerita la existencia de alguien obligándolo a permanecer entre las sombras, en el silencio, con la mirada clavada sobre el piso. Hace que esa inseguridad les haga pensar, a las personas que estan consumidos por ella, que nada de lo que hacen o dicen es relevante, importante, necesario o pertinente.
¿Cómo anticipar una estrategia y encontrar una manera asertiva para lidiar con esto? Porque a donde quiera que vaya, siempre, siempre, un ego, o su sombra, es decir, la baja autoestima, hace su aparición. Y unos y otros te retan, te prueban. Te sacan de quicio. Te descolocan. Exigen tu atención. Te proponen un duelo, una pugna. Se manifiesta sobre ti. Ocupan su espacio personal e intentan apoderarse del tuyo. Desafían el límite de las relaciones porque se creen emperadores y te asignan el rol de vasallo o te asignan, con más o menos conciencia, el rol de mamá o de superhéroe. Y, es que en el campo del arte teatral los egos pululan en la tras-escena, sobre el escenario, entre la escenografía, sobre los asientos. Y hay que trabajar con ellos, construir con ellos, sobre vivir a ellos, instruirlos a ellos. ¿Cómo educar esos egos?
He aquí mi inquietud del día de hoy. Porque bregar con tantos egos hace que una se pregunte cuáles serán las instrucciones para que, al encontrarse con ellos, uno pueda seguir su camino sin desinflarse.
Domingo 19 de mayo del 2024.
Bogotá, Colombia.