Críticas de espectáculos

Experiencia teatral poderosa y multifacética

Coriolano», de William Shakespeare, en versión de Juan Asperilla y Antonio Simón, con la dirección de este último, coproducida por el Festival y Vania Produccions, es el quinto espectáculo -ecuador de la programación- de esta 70 edición del Festival representado en el Teatro Romano.

«Coriolano» es una obra ideada desde las páginas de «Vidas paralelas» de Plutarco, que narra la historia de un militar romano, Cayo Marcio Coriolano, cuya valentía prodigiosa y cicatrices de batalla lo hicieron legendario. Sin embargo, su incontenible arrogancia lo convirtió en héroe y traidor, llevándolo a casi arrasar la cuna del Imperio Romano. En este relato, Shakespeare transforma la vida del personaje en una parábola trágica, desplegando todos los recursos de la tragedia isabelina y resaltando sus vínculos y diferencias con la tragedia clásica grecolatina.

Aunque el texto, compuesto de cinco actos y veintinueve escenas, escritas en verso y prosa, había caído en el olvido y hoy es considerado un volumen denso, los dramaturgos Bertolt Brecht y John Osborne vislumbraron en él la tragedia más relevante escrita por el bardo inglés. En sus páginas se encierra un cínico y devastador análisis de la alta política romana, envuelta en una lucha de clases entre plebeyos y patricios, elevándola a una fábula universal aplicable a cualquier contexto histórico. Se trata pues de una obra de gran interés, que explora un conflicto complejo en torno al ejercicio responsable del poder por parte de un líder, la relación que este debe mantener con su pueblo y el papel que el pueblo debe ejercer en las decisiones del estado, mayormente cuando es ignorante o está maniobrado. Todo esto se presenta con una dimensión poética y ficcional que amplía sus alcances simbólicos y puede generar controversias en nuestra época debido a su crítica objetiva tanto a la clase política como al pueblo.

En el Teatro Romano se han representado dos notables espectáculos de esta obra: El primero, en 1986, dirigido por el inglés Toby Roberson, que contó con Eusebio Lázaro como Coriolano y Julieta Serrano como su madre Volumnia. Para ellos, Coriolano, idealizado y a la vez despreciado, simbolizaba una «integridad absoluta» que lo ponía en conflicto con el bien común. Esta integridad lo convertía en una implacable máquina de guerra, endurecido por su orgullo y su exceso de autoestima. El segundo, en 2014, dirigido por el chileno/extremeño Eugenio Amaya, con versión de Fermín Cabal, que se nutrió de las fuentes históricas de Plutarco, Dionisio de Halicarnaso y Tito Livio, enriqueció tanto la leyenda del trágico personaje como el fatum de la lucha de clases que utiliza Shakespeare, creando una apasionante obra fiel a la forma épica y poética del original. Fue protagonizado por Elías González (Coriolano) y María Luisa Borruel (Volumnia).

ultima foto de Coriolano
Escena de Coriolano

La versión presentada por Juan Asperilla (traductor) y Antonio Simón (adaptador escénico), que se nutre del Shakespeare inspirado en Plutarco –después de una significativa poda del extenso texto del autor inglés- y que también incorpora elementos de Flavio para dar vida al personaje de Coriolano, nos ilustra imparcialmente de cómo la ley, bien utilizada e interpretada, puede ayudar a derrocar a grandes tiranos, manteniendo la fidelidad al contexto histórico y su habilidad para fusionar fuentes históricas con su propia visión dramática. Aunque Shakespeare en esta obra, una de sus más sombrías y misteriosas, simpatiza con Coriolano defendiéndolo con la poesía de la virtud, la versión resalta con numerosas preguntas y perspectivas, invitando al público a reflexionar y analizar lo que presencia. Este sorprendente y novedoso enfoque, que convierte al espectador en un participante activo de los posicionamientos y reacciones de los patricios y los tribunos, resulta esencial para una experiencia teatral enriquecedora, siempre y cuando se ejecute correctamente en la representación.

Asperilla y Simón comprenden que la combinación de tragedia, lirismo, violencia y sexo sugiere que «Coriolano» abarca una amplia gama de emociones y situaciones humanas, reflejando los gustos y preocupaciones de su tiempo. En su versión, se pone de relieve la temática de la ley y el poder femenino (particularmente el destino que Volumnia, la poderosa madre, ha diseñado para Coriolano), resaltando cuestiones universales y atemporales presentes en la obra. Enfatizan que la Roma de inicios de la República se utiliza como una metáfora para explorar estos temas, que siguen siendo relevantes en la actualidad. Esto subraya la capacidad que tenía Shakespeare para trascender su época y abordar la condición humana a lo largo de los siglos. Sin embargo, ciertos anacronismos en esta versión, como la aparición de mujeres guerreras volscas y la inclusión de canciones modernas que recargan la obra, aunque estéticamente y simbólicamente parezcan atractivos, resultan innecesarios. La muerte final de un vulnerable Coriolano, apuñalado traicioneramente por la espalda a manos de una guerrera volsca, sugiere significados feministas que podrían resultar controvertidos.

La puesta en escena de Simón destaca por mantener, desde el inicio, una tensión dramática constante y por reflejar con maestría los conflictos de poder y la lucha social. El diseño escenográfico de Paco Azorín (que simboliza una gran mesa de negociaciones rota y encrucijada de caminos), bien iluminado por Rodrigo Ortega, conjuga lo moderno con lo antiguo del monumento romano, desplegándose en varios espacios para ofrecer un fascinante juego de vitalidad dramática, lírica y plástica. La música original de Lucas Ariel Vallejo acompaña el espectáculo con un tono solemne de tragedia, que favorece la lograda intensidad gradual y evolutiva del clímax y esas atmósferas de influencias sensibles, aunque invisibles –exclusivas de Shakespeare-, que obran sobre los destinos de los personajes. Los vestuarios resaltan la atemporalidad de la propuesta, y la dirección actoral, en movimientos y declamación, es notable, sobresaliendo una espectacular lucha de espadas entre Coriolano y el líder de los volscos, Audifio. No obstante, en los juegos de interacción con el público, las respuestas de este no se logran plenamente, posiblemente debido a que muchos espectadores no consiguen desentrañar la profundidad de una obra tan compleja.

La interpretación resultó efectiva en su conjunto, destacándose en su valoración global. El reparto de actores, compuesto por Roberto Enríquez, Carmen Conesa, Manuel Morón, Álex Barahona, José Luis Torrijo, Juan Díaz y María Ordóñez, demostró una gran solvencia escénica, logrando sintetizar lo mejor de sus gestos, movimientos y declamación, aunque algo menos en las canciones. Todos sobresalen en sus roles, si bien hay escenas llenas de luz dramática, como el diálogo entre madre e hijo protagonizado por Carmen Conesa (Volumnia) y Roberto Enríquez (Coriolano), que transmite gran patetismo y fuerza dramática. La veterana actriz Conesa, grandiosa, borda aquí su papel al declamar con inquebrantable decisión la resolución que toma con su hijo Coriolano, una actuación que conmueve y sacude. Su interpretación de Volumnia, a lo largo del espectáculo en su difícil papel de una patricia inquietante de un matriarcado maquiavélico y cruel, es magistral.
En resumen, a lo largo de sus dos horas de duración, la representación transportó al público desde la Roma antigua hasta una versión que captura el alma humana universal de todas las épocas, mientras retrata cuestiones actuales con gran precisión. Una experiencia teatral poderosa y multifacética que fue muy aplaudida.


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