Los peligros del triunfo
Podría pensarse que esta crónica la escribe un temeroso del éxito, pero no, la escribo como testigo de un desaguisado llamado la Última Cena, o la Última Escena o la Última en el Sena. Porque a Thomas Jolly, director artístico de la lograda ceremonia de apertura dela Jugo Olímpicos, le han armado una campaña internacional porque la escena de los DragQueen representada en uno de los puentes de París no fue de la complacencia de algunos sectores religiosos.
Los quejosos confundieron esta escena dionisiaca con el afamado cuadro de da Vinci, La última Cena. Y se armó el escándalo. Porque se puede perdonar la irreverencia, pero no el éxito, y Jolly logró su cometido al transformar al río de la capital en un vertiginoso escenario que culminó con la Torre Eiffel convertida en la escenografía para el regreso de Celine Dion, sublime en esa noche del 26 de julio.
El odio acecha en las redes sociales: lo que no nos gusta hay que destruirlo, y las amenazas de muerte fluyen de tal manera que hay que levantar actas y buscar protección, tal es la situación de Thomas Jolly. No sólo es contra el director artístico, también contra Bárbara Butch la mujer que estaba en el centro del retablo y que enfureció a ciertos internautas-televidentes.
Y no se crea que se toman a la ligera estas amenazas. Atentados y violencias contra personas han ocurrido en París. Recordemos a los integrantes de la revista satírica Charlie Hebdo asesinados un 7 de enero de 2015, o el sacrificio de dos profesores franceses porque sus clases no fueron del gusto de algunos alumnos, sin olvidar la masacre del Bataclán, la radicalización en la sociedad está al orden del día. Y en el siglo pasado el atentado en 1988 en un cine que exhibía La última tentación de Cristo, película que no fue del gusto de algunos grupos católicos. Y no existía Internet.
El triunfo no siempre ha sido una fuente de orgullo, es un sentimiento que puede disolverse rápidamente en temor, odio y persecución. Lo hemos visto con Thomas Jolly y Bárbara Butch. Los dioses son celosos del éxito del género humano, a quien le corresponde la imperfección. Las culturas antigua dejaban abierta una puerta de imperfección para no provocar los celos de los inmortales.
Preocupa la inquisición internet, preocupa su facilidad para atacar masivamente amparada en un sordo anonimato, preocupa que haya tantos ofendidos que exijan una disculpa y cuando la obtienen no quedan conformes y piden más. Época de resentimiento y reivindicaciones absurdas. No obstante estos Juegos 2024 de París cierran dejando un sabor de éxito que por el momento ha marcado una pausa en la crisis política que vive Francia.
Como testigo presencial puedo decir que pocas veces he asistido a tal ambiente festivo, París es una gran ágape universal con un deseo de fraternidad, dentro de la libertad y la igualdad. Hemos vivido una fiesta social del deporte digna de emularse para otras disciplinas, por ejemplo para el teatro.
París, agosto 2024