Y no es coña

No me da la vida

Desde hace un tiempo, amigas, familiares, conocidos, compañeros, saludadas y fantasmales amigos en las redes usan la frase de este titular: “no me da la vida”, para referirse a que no tienen tiempo, que no son capaces de acudir a todas las conferencias y obras de teatro que desearían, que no pueden leer todos los libros que les gustaría, que no quedan con sus amistades porque siempre tienen la agenda repleta. Y con el simple hecho de escribirlo, me angustio: refleja parte de mi vida, a la que le doy la facultad de ser tan flexible y extensiva que me da y no me da, dependiendo de tantas circunstancias que no sabría detectar los mecanismos para que me de para unas cosas y no para otras.

Sí, es cierto, yo también intento abarcar mucho más de lo que soy capaz de apretar. Y el ir acumulando trienios, quinquenios y decenios, en mi caso, no ayuda a discernir de manera más eficaz lo necesario e irrenunciable de lo urgente. Por eso cada fin de semana, a la hora, de ponerme a pensar sobre de qué escribir en estas homilías ligeras, se me acumulan tantos asuntos que acaban siendo una suerte de lista de la compra, porque los asuntos cotidianos me van asfixiando todos los resortes para intentar una narración lineal que contenga todos los elementos canónicos de un artículo de estas características.

Así que, por omisión, me siento autorizado a escribir sobre los asuntos que me conciernen, aunque sea de manera puramente ilusoria. Remarco: este mes de setiembre que termina, mi experiencia teatral se circunscribe a Madrid. Y mi actividad diaria consiste en intentar ver todo aquello que despierta mi atención por diversas circunstancias. Procuro de manera consciente compartir los estrenos institucionales con las propuestas de las salas, tanto las que están en estos momentos mejor situadas por su gestión y contenidos como aquellas que son más periféricas, por ubicación geográfica como por sus propuestas y forma concreta de su espacio.

Llegados a este punto señalar que estuve en Teatro del Barrio viendo la obra ‘Hoy tengo algo que hacer‘, escrita y dirigida por Pablo Rosal y con la actuación de Luis Bermejo, dos días después de conocerse que le ha sido concedido a la sala el Premio Nacional de Teatro del Ministerio de Cultura, cosa que aplaudo de manera incondicional y me alegro que este reconocimiento ayude, todavía más, a consolidar esta propuesta que tiene, en todos los sentidos, unas singularidades que la hacen imprescindible.

Por eso acudir a casi todas las representaciones del “Festival Imparables” que se hace en la sala Nave73 me ayuda a ver parte de las inquietudes de las nuevas generaciones de creadoras, los temas que les importa, las formas con las que la plasman. Y de paso, tengo que comunicar con absoluta satisfacción, que la sala sigue, que los rumores de cierre han quedado aparcados, siguen, reconduce sus actividades pero sigue, y es muy bueno porque en los últimos meses se han convertido en una magnífica referencia por sus programaciones claramente enmarcadas en una propuesta que rebosa compromiso con su tiempo en forma y fondo.

Asistí a la presentación de la nueva temporada de la Sala Tarambana situada en Carabanchel que, además, cumple 20 años de vida y que es justamente un compendio de todo lo que uno ha ido acumulando a lo largo de su larga vida en cuanto a lo que debería ser un sala de estas características, situada en un barrio muy populoso, con dificultades de supervivencia, donde reside una compañía, que ha creado un escuela y que toda su programación rezuma un posicionamiento político importante y no solamente por su sesgo ideológico, sino porque es la que más claramente está a favor del teatro inclusivo, con un festivales concreto y con algo tan importante como anunciar que sus camerinos han sido reformados para que los actores con movilidad diferente puedan acceder. Cosa que no sucede en tetaros de titularidad pública y de grandes presupuestos, que como mucho hacen más fácil la asistencia de los públicos con problemas de esta índole.

Claro, también he estado viendo estrenos, propuestas programáticas de los teatros oficiales, algunos con un interés innegables, otros provocándome tantas dudas que no quisiera transmitir ninguna idea fuera de la norma, pero el inicio de temporada del CDN es para pensarlo mucho, pero mucho, por ser un mitin raro, con un valor teatral mínimo y una carga política que no quiero insistir en ello. Y algunas propuestas en teatros de titularidad privada, que intentaremos analizar con detalle en breve.

Mientras la vida, esta vida que hemos elegido, con las reparaciones eléctricas, mecánicas y ajustes de las cañerías y las tormentas neuronales ayudando a la delicada estabilidad corporal y mental permiten seguir en esta actividad incesante, acumulativa, nos acercamos cada vez más a una realidad tozuda: la imposibilidad de mantener una librería teatral como Yorick si no tomamos medidas drásticas muy dolorosas; los problemas que arrastra la revista ARTEZ, que en su edición de papel empieza a ser insostenible, el deseo de mantener la vida editorial de Artezblai y este instrumento de comunicación como es www.artezblai.com, que veremos si es posible hacerlo sin nuevas renuncias.


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