La resiliencia o entereza es la capacidad para adaptarse y superar situaciones adversas, un trauma, una tragedia, una amenaza, o fuentes de tensión significativas, para llegar a resultados positivos.
Chile se encuentra en el cinturón de fuego del pacifico, por lo que de tanto en tanto, nos vemos despertados a medianoche por un terremoto, generalmente, de intensidad considerable.
Los días recién pasados no fueron la excepción; después de 9 días de celebración, porque la conmemoración de nuestra independencia del dominio español, sí que se celebra, no tuvimos uno, sino múltiples terremotos.
Terremoto: en vaso de plástico, idealmente de gran volumen, servir un vino blanco joven, no necesariamente de calidad, agregarle una bola de helado de piña, un poco de granadina y beber con bombilla.
De esos terremotos, tuvimos varios durante los 9 días, e incluso con replicas, que son exactamente lo mismo y se pueden dar por montones, incluso hasta la inconsciencia.
Por supuesto, la naturaleza no podía restarse de tan significativa ocasión, y el último día a las 11:36 pm nos regaló una sacudida de 5,4 grados en la escala de Richter.
La verdad es que después de tanta celebración, con terremotos y réplicas, casi nadie sintió el sismo por creer que el piso moviéndose, solo era producto de tanto alcohol ingerido.
Más de alguno lo solucionó sacando la pierna de la cama para anclarse al piso.
Nadie se alarmó, estábamos demasiado cansados como para eso.
Aunque para ser honestos, un sismo de grado 5, a veces nos inquieta un poco, pero ya no nos asusta, sobre todo si se considera que el terremoto más importante del mundo registrado con instrumentos, fue en el sur de Chile, en la ciudad de Valdivia, y tuvo una intensidad de 9,6 grados. Ese sí que fue un terremoto, no como un mísero estertor de 5.
Sea como sea, por desastre natural o provocado, los chilenos hemos desarrollado una capacidad de resiliencia superior a la media.
Al ser un país longuilíneo como lo describía Neruda, desastre en el sur; el norte ayuda al sur. Desastre en el norte; el sur ayuda al norte. Y nosotros en la zona central, somos el jamón del sándwich que debe ayudar a todo el mundo porque en algún momento seremos ayudados.
Con nuestra etiqueta de país en vías de desarrollo y la migración del campo a la ciudad, ante situaciones críticas se manifiesta la diferencia entre esas 2 realidades.
Terremoto, se cae la casa, entrevista al propietario.
El campesino, con una calma sobrecogedora: “Nadie me ha regalado nada y si pude una vez, lo puedo volver a hacer. De a poco, con la ayuda de los vecinos, me voy a rearmar”.
El habitante iracundo de una gran ciudad: “Esto no es justo, el estado está obligado a ayudarme y hasta ahora no se ha hecho presente. El gobierno no está haciendo el trabajo por el que se le paga”.
Gente débil genera tiempos difíciles. Tiempos difíciles producen gente fuerte. Gente fuerte genera tiempos fáciles. Tiempos fáciles producen gente débil… y así en un ciclo de nunca acabar.
¿En qué tiempo y con qué gente nos está tocando vivir?
Me duele la cabeza, prefiero intentar invocar la resiliencia.
