Sud Aca Opina

A tirar la casa por la ventana

Se nos viene el desorden absoluto, y más ahora que se juntaron los días precisos como para hacer un mega hiper ultra sándwich. Como en otros países de tradición judeo cristiana, la navidad en Chile es muy importante, pero el 18, el 18 es otra cosa.

Como somos una sociedad un tanto contradictoria, celebramos el 18 de septiembre de 1810 como el día de nuestra independencia de España, a pesar de que ese día, solo se formó una junta nacional de gobierno para gobernar el país mientras Napoleón tuviese prisionero al rey de España. Sin adentrarse en detalles históricos que no viene al caso, lo realmente importante es que este año, el 18 es un día miércoles, a mitad de semana, ni los primeros días, ni los últimos, exactamente a mitad de semana, por lo que obviamente, esa semana está laboralmente perdida y la mayoría de los chilenos vamos a tirar literalmente la casa por la ventana.

En esas fechas, por ley, los festejos están legalmente no solo permitidos, sino que obligados. Hasta no hace tanto, quien no colgaba una bandera chilena en su ventana, se arriesgaba a una multa, en el campo sobre todo, se estrenaba tenida nueva, nos llenábamos de desfiles, y lo más importante; la policía no podía llevarse a nadie detenido por ebriedad. Hoy tampoco lo hacen, pero las unidades policiales se llenan de borrachos dejando pasar los efectos de tantos y tantos litros de alcohol ingerido, no siempre de buena calidad.

Por supuesto, se comerá hasta tener ataques al hígado o por lo menos, verse obligado a comprar un antiácido, que no será tragado con agua, sino que, con más alcohol.
El olor a asado y vino tinto, superará los altos niveles de contaminación que tenemos en invierno y los dispositivos de alcotest no darán abasto.

Se viene la tortura para los vegetarianos y veganos porque el olor a carne asada estará por todas partes.

Veremos a muchos entusiastas instalar banderas chilenas en casas, autos, locales comerciales, o donde sea que se pueda colgar, aprovechando la instancia para sacar las decoraciones de la navidad pasada que todos pusieron con entusiasmo, pero que después simplemente se quedaron ahí porque el entusiasmo de la iniciativa se diluye fácilmente.

Como el mercado conoce muy bien las reglas del juego y la mayoría de los consumidores deja las compras para última hora, el precio del vino se dispara y ni hablar de la carne que se transforma en un lujo, un lujo que todos nos daremos aunque tengamos que echar mano a la tarjeta de crédito y endeudarnos para terminar de pagar pocos días antes del próximo 18.

Los ilusos que querrán viajar para relajarse de la rutina diaria, se encontraran con embotellamientos de infierno en autopistas diseñadas para circular a 120 kilómetros por hora, pero que en esas fechas estarán colapsadas y donde una tortuga artrítica podrá adelantarlos fácilmente.

Sea como sea, ya me aseguré con el carbón, unos kilos de carne, por supuesto importada porque es más barata que la nacional, una que otra botella de vino tinto, de tinto porque la verdad es que el cepaje poco importa y una agenda de visitas por hacer, más otras tantas que me harán.

Lo único cierto, es que voy a ampliar la ventana principal de mi hogar para no tener ningún problema al tirar la casa por la ventana.

¡Salud!


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