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En Sol y en flor In C en el CC Vila Flor de Guimarães con Sasha Waltz & Guests

En mayo de 2024, concretamente el día 3, un nutrido grupo de personas daban vueltas alrededor de un conjunto instrumental, Gallaecia Ensemble Barroco, situado en el centro de una de las monumentales salas ciclópeas de la Cidade da Cultura de Galicia, en el Monte Gaiás de Compostela, dentro del festival Escenas do Cambio. Nos movíamos alrededor de ese conjunto instrumental, formado por instrumentos antiguos de sonoridades legendarias y oníricas, como el serpentón, el corneto y la trompeta natural, el traverso, el oboe barroco, la gaita, la zanfona y la guitarra barrocas etc. El público se movía o era movido por el bucle de la composición pionera del minimalismo: ‘IN C’ (1964) de Terry Riley en ‘CALIDOSCOPIO’. Puedo asegurar que la experiencia fue hipnótica, por la circularidad ritual de sonido y movimiento y por lo extraordinario, rayando lo fantástico, de los instrumentos.

En octubre de 2024, concretamente el día 5, el Gran Auditorio Francisca Abreu del Centro Cultural Vila Flor de Guimarães (Portugal), rebosante de público, se pasmaba ante la sinestesia efusiva, entre lo cromático y lo dancístico, de ‘IN C’ (En Sol) de SASHA WALTZ & GUESTS, con la música de Terry Riley.

El 5 de octubre es festivo en Portugal, porque se conmemora la instauración de la República, en este 2024 toca el 114º aniversario. Fue un día lluvioso y gris de otoño que, de repente, en el escenario del Centro Cultural Vila Flor de la ciudad cuna de Portugal, se llenaba de colores, casi como si surgiese un arco iris, no solo por la vestimenta de las bailarinas y bailarines y por su diversidad a todos los niveles: fisionomías, color de piel, edades etc., sino también por el juego de luces y de pasos coreográficos. Podría decirse que, en la circularidad musical de la composición de Riley traspasada a la musicalidad de la propuesta de Sasha Waltz, se generaban energías centrípetas que nos absorbían hipnóticamente, en unas secuencias, y energías centrífugas que nos movían de una manera casi efervescente, en otras. Aquí se entrelazan varias coreografías, la de los cuerpos que bailan, la del cuerpo cromático de la luz y la de la corporalidad sonora.

Se intuye una matemática compositiva y generativa en la danza derivada de la atención, la concentración y la escucha integrales del elenco de doce bailarinas/es que, curiosamente, producían el efecto de ser multitud. Yo tuve que pararme a contar cuántas personas había sobre el escenario en varias ocasiones, porque me parecía que era una muchedumbre. Sin embargo, eran doce. ¿Por qué tuve esa sensación? Y no fui el único, porque, después, pregunté a otras espectadoras y también les pasó lo mismo, pensaban que se trataba de un elenco mucho mayor. Creo que eso tiene que ver con la calidad hipnótica y circular o cíclica con la que van apareciendo los motivos coreográficos, cincuenta y tres figuras o pasos, y cómo de una bailarina o de un pequeño grupo se contagian al resto del elenco. Influye, también, cómo unos motivos gestuales y de movimiento se van apagando y van apareciendo otros, casi de manera imperceptible. Esto y las disposiciones en el espacio, así como las duraciones y velocidades, tienden hacia ese florecimiento hipnótico y efervescente.

Me fascinó la variedad de formas de los motivos coreográficos, desde propuestas sencillas y aparentemente fáciles, de esas que te dan la sensación de que tú también podrías bailarlas, hasta pasos más complicados de ballet y con dificultad técnica.

Me fascinó cómo el elenco conseguía que nos familiarizásemos con cada motivo coreográfico, con cada paso, dándoles la cancha y el juego necesarios para que los reconociésemos y los aprendiésemos, casi como quien aprende palabras nuevas. Y una vez aprendidas, pasaban a otras, a través de transiciones en las que convivían, solapándose o alternando, esos y otros motivos.

Me fascinó cómo se pasaban entre las bailarinas y los bailarines esos motivos, esos pasos, casi igual que quien se pasa una pelota o una flor.

De hecho, aquello era un jardín que celebraba la vida en todos sus colores y movimientos, desde una perspectiva coral, grupal, relacional.

Una república en la que la libertad individual no hiere la libertad del colectivo.
En el programa de mano se nos cuenta que esta pieza, ‘IN C’ de Sasha Waltz & Guests, fue creada durante los periodos de aislamiento de la pandemia de la Covid, cuando las personas no podíamos compartir el mismo aire que respiramos. La compañía de Sasha Waltz tomó la composición musical de Tierry Riley para jugar a estar juntos desde la distancia, generando diferentes motivos coreográficos y compartiéndolos, influyéndose a través de ellos, reforzando vínculos para que, aún en la distancia, se pudiese sentir fluir la energía y la entente empática.

Creo que ese germen continúa activo y, además, se acrecienta al compartir el espacio y las presencias.

Yo pude sentir esa conexión energética y una empatía muy sutil y preciosa, igual que cuando compartimos olores, sabores, atmósferas, colores…

Por un momento dejé de sentirme súbdito de una monarquía y pasé a sentirme ciudadano libre en una república. Pero, claro, estaba en Portugal, en el Centro Cultural Vila Flor de Guimarães, el día del 114º aniversario de la República, al calor primaveral de la danza solar de ‘IN C’ de Sasha Waltz & Guests, y todo cuadraba o, mejor dicho: todo circulaba.


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