Entrevistas

Miguel Signes: El mundo cambia, pero los problemas no

Miguel Signes Mengual nació en Valencia donde se licenció en Derecho. Es un escritor de teatro a tiempo total, un dramaturgo con más de cuarenta obras, al que la Asociación de Autores y Autoras de Teatro, de la que se hace Socio de Honor durante el Salón Internacional del Libro Teatral SILT, que se celebrará en el Teatro Valle Inclán de Madrid del 31 de octubre al 3 de noviembre. Quede aquí un somero relato de su biografía más significativa: En 1977 estrena en el Maria Guerrero de Madrid , «Antonio Ramos 1963». Becario de la Fundación Juan March en 1974. Premio Asociación Amigos de la Unesco de Madrid. Finalista del Premio Valencia, Creador del Grupo de Teatro Documento de Oviedo 1968. Director del Café Teatro La Latina de Salamanca 1971. Premio Ricardo Lopez Aranda de Santander 2005. Premio Carlos Arniches 2010. Colaborador de Cuadernos del Ruedo Ibérico (Paris). Colaborador del periódico «El Adelanto» de Salamanca. Ha escrito más de 40 obras teatrales y ha impartido cursos sobre técnicas teatrales en el Colegio Universitario de Zamora. Miembro de la Junta Directiva de la AAT y del Consejo de Redacción de «Las Puertas del Drama”.

Carlos Gil Zamora

Tu hoja de servicios es extensa, muy consistente. ¿cómo te sientes en estos momentos?
Dices extensa y … no lo sé. No vuelvo la mirada atrás más que en contadas ocasiones, poquísimas veces he releído lo que había escrito. Nunca para animarme a seguir trabajando. Procuro estar activo en el presente y no dar vueltas a lo que hice o dejé de hacer, que no tiene para mí otro sentido que recordar cómo pude perder la oportunidad de hacer más. Algo que puede resultar paralizante. Lo que me inquieta, lo que me interesa es el presente. Nunca me he encasillado en ninguna tendencia artística, ni en ningún grupo de colegas.

Has llevado con normalidad la docencia y la escritura, ¿cómo se alimenta una de otra?
El ejercicio de la abogacía profesional ocupó una pequeña, aunque importante parte de mi vida. La docencia sobre el teatro fue igualmente desempeñada en breves espacios temporales aleatorios, aunque la preparación que suponía me llevó al estudio del género con tal intensidad… que el estudio ha pasado a ser un hábito en mí a pesar de no tener que compartirlo ya con alumnos. El conocer la historia del teatro, las teorías sobre él y sus continuos cambios me ha parecido siempre de tal importancia que he llegado a considerarla imprescindible, complementaria de mi escritura. La una sin la otra no tiene sentido.

¿De dónde sale el impulso para escribir teatro y no cualquier otro género literario?
No lo sé. He intentado escribir otro género y ante el resultado he optado por no hacerlo. Creo saber escribir teatro, pero se me dan mal los otros géneros; me encuentro a gusto dentro del género dialógico por excelencia que es el teatro; quizá mi procedencia familiar haya contribuido a ello. En la casa de mis padres los primeros libros que entraron fueron los que yo llevé. Contaba con muy pocos medios para comprarlos. Vamos, no tenía ninguno. Leí poco en edades en las que la lectura es fundamental y más en aquellos años tan difíciles en los que transcurrió mi juventud. He dicho que no había ningún libro y miento, había uno: “Las florecillas de San Francisco”, que mi madre rescató del fuego en los años de la guerra civil española. Empecé a leer teatro en la Facultad de Derecho de Valencia donde me licencié.

¿Cuánto hace que no ves uno de tus textos en escena en condiciones óptimas?
Muchos, tantos que casi no debería contestar a esta pregunta. Pero me sirve para contarte cual fue el primer montaje perfecto de una obra mía: el de Ricardo Lucia con Berta Riaza y María Luisa Ponte en el María Guerrero, Yo había decidido no intentar siquiera estrenar en aquella España de antes de mis cuarenta. Pero yo escribía teatro ya a los 18-20 años.

¿Crees que existen mecanismos y vasos comunicantes suficientes para que la escritura llegue con garantías a los escenarios?
No, por descontado que no. En un mundo ideal… en este país, puesto que en otros es posible que sea realidad… tendría que haber una Compañía de Teatro oficial con su dramaturgo, director, actores y un largo etcétera, por cada teatro provincial e incluso municipal en lugares de más de 50.000 habitantes, para que lo que se escribe pueda llegar en debidas condiciones a sus espectadores; dejar de ser el consumo de una minoría por amplia que sea de todos quienes vivimos aquí, minoría que, además forma parte de dos o tres ciudades. La transición política trajo consigo la recuperación de edificios teatrales, pero edificios vacíos que siguen siéndolo salvo raras excepciones. En eso se quedó el intento de querer hacer lo que Francia había hecho sobre la descentralización teatral.

La AAT, de la que has formado parte de sus equipos directivos ha luchado para dignificar y visualizar la labor de autores y autoras, ¿cómo ves la situación actual de este colectivo que parece crecer de manera exponencial?
La AAT desde que fue creada por un grupo de autores de todo el país con Alberto Miralles (alicantino) a la cabeza y en cierto modo refundada por Jesús Campos (andaluz), ha venido siendo desde su creación, una asociación fundamental e imprescindible no sólo para defender la autoría en el mundo teatral, sino también para abrir nuevos cauces y ayudar a resolver problemas que de otro modo, sin su permanente presión, seguirían como estaban. La importancia de su papel, bien patente en el creciente número de asociados que, en estos momentos, pasa de los cuatrocientos. La Asociación en manos de Ignacio del Moral (vasco) continúa ejerciendo esa función y, quiero aquí hacer constar que con el trabajo desinteresado de todos los que integran su Junta Directiva.

Existen numerosos cursillos, talleres sobre dramaturgia, ¿es esta la manera más eficaz que vayan llegando nuevos dramaturgos y dramaturgas o existen otras vías de aprendizaje?
Nunca he sido partidario de los talleres de dramaturgia, sin embargo, aunque no me gusten, no tengo razones para estar en contra. Creo que los autores “nacen, no se crean”. Bien es verdad que los talleres contribuyen a su formación, pero… Con todo, opino que muchos de los que salen de esos cursillos quizá repitan planteamientos que a otros si les fueron útiles. Insisto, no soy partidario, simplemente eso.

Tengo la inmensa suerte de ir cada día al teatro, estoy bastante al día de lo que se hace y encuentro unas incalificables tendencias a la uniformidad temática o formal, ¿cómo sientes esta situación generalizada y a qué consideras que obedecen estas modas?
Precisamente en la respuesta anterior es posible encontrar parte de la explicación de lo que me acabas de decir. Tenemos tendencia a dejarnos llevar, a veces de modo inconsciente, tanto en los temas como en las formas, por lo que vemos que triunfa en los escenarios. También tal vez hay otra explicación que nos lleve a entender la coincidencia en los mismos temas: el descontento generalizado en el que vivimos todos, no sólo los jóvenes, y que ha pasado a ser el núcleo de atención.

Parece que en el Teatro Español , Eduardo Vasco se decide por rescatar repertorio del siglo XX español, ¿por qué la escena española ha abandonado de manera tan clara a los autores del siglo pasado que mantuvisteis un nivel de calidad considerable en vuestras obras?
Claramente la razón está en la falta de medios. En este país hay pocos teatros institucionales con Compañías propias y con capacidad de programar con independencia y los que hay, con presupuestos muy limitados. Los Teatros creados en la Transición en las distintas Comunidades se llenan con frecuencia de espectáculos varios, cuya calidad no enjuicio aquí. En la estructura teatral española está el problema. Recuperar todo lo que de bueno y oculto quedó durante cuarenta años es prácticamente imposible si no hay una voluntad firme de hacerlo y una política cultural con un apoyo económico suficiente. El teatro crea ciudadanos con capacidad crítica, y el poder no los necesita, solamente necesita ciudadanos que voten, no que piensen.

Por cierto, en estos momentos , hay un grupo de autores y autoras que dirigen sus obras, ¿forman un grupo identificado, una suerte de generación o son versos sueltos que a veces coinciden en el tiempo?
Va con el tiempo. El autor que por encargo o por su propia necesidad interna escribía en su casa un texto y luego la ponía a disposición del que le hizo el encargo o buscaba a quien pudiera montárselo, parece haber tocado fondo. La lenta evolución por la que se ha llegado a ese punto comenzó, seguramente, cuando todos los que participan en el montaje de un texto empezaron a reclamar individualizadamente también sus derechos de autor. Hoy, escribir y dirigir o dirigir y escribir es casi lo habitual. También es una manera de vencer determinadas dificultades que, por obvias, no especifico. Aquí, más que hablar yo, recomendaría la lectura de los números 55 y 56 de la revista LAS PUERTAS DEL DRAMA de la AAT que codirijo.

¿Qué proyectos inmediatos tienes?
Aparte de la revista de la AAT, escribir más textos teatrales que es lo que me gusta.

¿Qué te inspira para escribir una nueva obra de teatro?
Aunque dejé el teatro documento como forma de escritura, la realidad social y política ha sido siempre mi preocupación y mi objetivo. La última obra sobre los marroquíes en España ha sido muestra de ello una vez más. Lo que no significa que siga una estética realista como alguna vez empleé, ni mucho menos. Cada obra requiere un modo de expresión diferente. Y yo no me encasillo en ningún grupo de autores definidos por su edad o por su adscripción a una corriente determinada.

¿Escribes en un lugar determinado siempre, con un horario prefijado y las obras las empiezas y terminas de una tirada o la dejas aparcada un tiempo y las cambias y las retomas?
No tengo lugar específico para escribirlas ni horario fijo. Mi mejor momento es el de la primera hora de la mañana y nunca las escribo de una tirada. Tampoco las dejo aparcadas un tiempo, ya que no dejo de ir y volver sobre lo escrito. Cuando las doy por terminadas no suelo cambiarlas y menos retomarlas. El cambio, cuando lo ha habido, ha sido por indicación de quien iba a encargarse de su montaje.

¿Revisas las obras escritas hace años y las cambias o las dejo como están?
Alguna que otra vez he terminado una obra y pensado que volvería a reescribirla con el paso de los años. Pero el caso es que solamente lo hice una vez, en una comedia (algo raro en mi producción) en la que tuve que cambiar los anuncios de publicidad (que con los años transcurridos no les podían decir nada a los espectadores) pero dejando intacto todo lo demás. Distinto es el caso de los temas, ya que ha habido ocasiones que el paso del tiempo me ha hecho percibir un mismo motivo bajo una perspectiva distinta. El mundo cambia, pero los problemas no.


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