El estereotipo, es el otro tema visitado, cuando se habla de personaje. Y para aclarar la confusión, señalo de antemano que se encuentra, al menos en principio, en el polo opuesto del arquetipo. Un estereotipo es un concepto que indica un atributo o un conjunto de atributos básicos en un individuo o en grupos sociales. Tiende a generalizar, a reducir la singularidad. También suele tener connotaciones negativas, aunque no exclusivamente. Subrayo de antemano que no estoy hablando de los estereotipos de género, sino del estereotipo como categoría, es decir, en una acepción más amplia.
Por connotaciones negativas quiero decir que, el estereotipo suele configurarse desde el “prejuicio” por lo que amalgama un conjunto de creencias sociales. Sin embargo, he de insistir en que no todo estereotipo es, necesariamente, negativo.
En el campo del teatro, el estereotipo también puede ser tratado como material creativo. Aunque, desde la perspectiva de algunos creadores escénicos y dramaturgos, más vale evitarlo a toda costa. Ven en su implementación una resolución creativa, obvia, fácil, predecible, cómoda. Esta posición tiene que ver, seguramente, con la imperiosa necesidad de buscar lo que hay más allá de esa superficie. Más allá del cliché. Más allá del tópico.
Mientras tanto, hay otros que lo incorporan en sus exploraciones. Que reconocen en el estereotipo otro posible material de trabajo que, hasta donde he podido observar, también es capaz de generar complicidad, cierta “identificación”, en los espectadores – receptores. Recordemos que los espectadores son diversos.
Las generalizaciones proporcionadas por los estereotipos, pueden resultar curiosas en tanto indicadores de la manera en que una sociedad y una cultura, interpretan y denominan a sus miembros. De hecho, nos permiten reconocer una “serie de lugares comunes”.
A mí me parece interesante reflexionar cómo y por qué los estereotipos se han hecho tan familiares y quiénes son los encargados de convertirlos en tópicos.
Domingo 10 de noviembre
Bogotá. Colombia.
