Llueve a mares en Brasilia. El cambio horario tercia en mi estado de ánimo y coloca a la memoria en un campo minado. En seis días he estado en Cáceres, Madrid, Alicante y ahora Brasilia, recién llegado. Probablemente el hilo conductor de todo este camino sea el reencuentro con viejos amigos, el reforzamiento de vínculos con profesionales a los que se ha visto llegar, el descubrimiento de nuevas voces tanto en el escenario como en la escritura, la prensa o la gestión. Quizás he descrito lo habitual, aunque pueda asombrar ver que existen algunas circunstancias y modos que parecían olvidados, pero que parecen ser consustanciales a los tiempos.
Cada vez que vuelvo a Cáceres para asistir a algunas de las sesiones de la MAE tengo un primer vuelco al corazón y/o la memoria recordando de golpe aquellas primeras ediciones, las ilusiones, los riesgos corridos, las personas que lo impulsaron y que ahora ya no están. Desde aquellos inicios a este año, es bueno recordar que en Extremadura en el campo de las Artes Escénicas han ocurrido muchas cosas, algunas contradictorias en sí mismas, pero parece que nadie se acuerda de la existencia de una Ley de Teatro, que no sé si se aplica, o es una referencia retórica. Pero existe. La única en todo el Estado español. Algo significará.
Como sucede de manera asidua las primeras ediciones tuvieron contestación de una parte de la profesión teatral. Luego, el tiempo, las circunstancias, las necesidades han hecho que se vaya celebrando dentro de una vocación de encuentro, de muestra de lo propio a los programadores venidos de fuera, un intercambio fructífero en muchas ocasiones y un afianzamiento en todos los órdenes con Portugal. Con una escuela oficial consolidada, unas redes más o menos operativas, el teatro extremeño debe ir creciendo de manera equilibrada. Ahora vemos destellos, compañías de largo recorrido que siguen proponiendo espectáculos de formato medio, algunos emergentes que empiezan a despuntar. Se necesita aplicar bien la ley y dotarla de presupuesto para que no sea solamente una referencia sin operatividad.
La Muestra de Alicante tiene otras connotaciones. Existe una cierta pesadumbre sobre su futuro. Esta edición se ha realizado sin dirección artística pues la titular dimitió en julio de una manera poco recomendable en los protocolos de ética profesional. Se hace por la profesionalidad de la vieja guardia que empezó alrededor del fallecido Guillermo Heras. Es un poco despropósito, viene a abundar en la desorientación que existe en el INAEM, ya que se ha quedado a medias. Hay que señalar que se ha celebrado la trigésima segunda edición y todavía no tiene una entidad jurídica apropiada, lo que impide una gestión ágil, clara y de futuro. Sin Guillermo Heras insistiendo y porfiando, se teme que se deje morir este lugar que debería ser apoyado de manera clara y eficaz ya que es el único festival dedicado exclusivamente al teatro escrito por dramaturgas y dramaturgos españoles.
Hemos estado hablando, discutiendo, llorando, dando fe de la situación real de unas editoriales independientes de literatura dramática. Hemos escuchado a unas personas que parecían partir de un cero imposible sobre la relación con Iberoamérica de textos, dramaturgas y espectáculos. El adanismo es una enfermedad que cortocircuita la experiencia, el no saber de dónde se viene impide ver a dónde y por dónde ir a algún lugar. Al menos se debatió. Vimos dos espectáculos muy especiales. La programación general, dejada cerrada por la directora dimisionaria, buscaba novedades, nuevos lenguajes. En algunos casos de manera muy acertada y en otros algo confusos.
Cuando ustedes lean estas líneas es posible que sepamos ya la decisión sobre la dirección artística del FIT de Cádiz y también de la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Hay un silencio administrativo que no entendemos qué busca. Supongo que se querrá enmarcar estos nombramientos en un acto de primer nivel comunicativo con el titular ministerial al frente. Algo pasa. Sigue lloviendo en Brasilia.
