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El final del otoño en el FIOT de Carballo con Vania

El final del otoño, para mí, viene marcado por el final del Festival Internacional Outono de Teatro de Carballo, el FIOT, por varias razones. Un festival no es solo un abanico de espectáculos y actividades relacionadas desde una lectura dramatúrgica de la actualidad. También tiene mucho que ver con el espacio físico y cultural en el que se celebra. Carballo es la capital de la comarca de Bergantiños, está situado entre As Mariñas y A Costa da Morte y regado por el río Anllóns, a quien Eduardo Pondal cantó en su obra poética del Rexurdimento en el siglo XIX. Acercarse al FIOT de Carballo implica atravesar bosques y ladear montañas, entre una vegetación excelsa que nos dice: estoy aquí, sosteniéndote, y tú formas parte de mí. Estoy viva, respiro y voy cambiando igual que tú.

Llegas al Pazo da Cultura y te encuentras el teatro a rebosar, lleno hasta la bandera, por un público afecto a las artes escénicas y al paisaje que las acoge. La Asociación Telón y Aparte y el Concello de Carballo trabajan codo con codo, desde hace más de una treintena de años, y han logrado una comunidad de público teatral extensa y sensible. Esto es algo que se nota cuando entras y te sientas en tu butaca. Se nota en el ambiente y se puede corroborar a la salida del teatro, por los corrillos de gente comentando, saludándose, celebrando…

Fui a la última función de la 33ª edición del FIOT de Carballo, el jueves 31 de octubre, para ver ‘VANIA X VANIA’ de Kamikaze en coproducción con el Teatro Español de Madrid, con texto y dirección de Pablo Remón e interpretación de Javier Cámara, Juan Codina, Israel Elejalde, Marta Nieto, Manuela Paso y Marina Salas.

La propuesta de escenificación coincidía, en su matriz dramatúrgica, con la de Jamie Lloyd para ‘The Seagull’ (La gaviota) de Antón Chéjov, que pudimos ver en el Harold Pinter Theatre de Londres en 2022. Se trataba de acercar o actualizar el texto de Chéjov huyendo de una representación dramática realista historizante, o sea, huyendo de representar los personajes y las situaciones en el contexto original de principios del siglo XX. Para ello, la propuesta se centra en desnudar el escenario, dejándolo al descubierto como tal, y del mismo modo jugar los personajes y sus relaciones sin despegarlos de las personas que los interpretan, sin vestirlos de personajes teatrales, sin realizar una construcción de personaje perceptible. Dicho de otro modo: parecía que eran las propias actrices y actores quienes decían lo que decían y quienes vivían lo que vivían ante nuestros ojos. Apenas una silla para cada uno, sillas verdes como las utilizadas por Lloyd en Londres, en disposiciones que van cambiando según las escenas, donde una entrada o una salida de un personaje puede resolverse, simplemente, girando la silla o apartándola para un lado.

Este tipo de propuesta, con todo el elenco presente todo el tiempo encima del escenario, aunque sus personajes no intervengan en esa escena, refuerza la concentración y las atmósferas emocionales que se crean, substituyendo la ilusión de realidad (el realismo) por una sensación de realidad fehaciente. Dicho de otro modo, la ausencia de una escenografía y de una caracterización externa de los personajes, para llevarnos a la ficción representada de manera creíble, verosímil e identificativa, se substituye por un juego teatral de actrices y actores que nunca salen del campo de juego y que transitan a pelo por las intenciones, emociones y relaciones que las escenas establecen. De esta manera, la ilusión de realidad y la verosimilitud de la ficción se substituyen por la sensación de realidad y por la sensación de verdad del juego teatral. Un juego teatral que no se esconde, del mismo modo que no se esconden las actrices y actores tras la construcción de personajes alejados en la caracterización. Están y al estar son. Están las actrices/actores, y al estar todo el tiempo en juego, son los personajes. Ese estar encima del escenario todo el tiempo, aunque no intervengan en una escena determinada, implica un ejercicio de escucha y actuación ininterrumpida, una continuidad que intensifica y concentra las energías. De este modo lo que pasa entre ellas/os se va acumulando y cada vez profundizamos más en ese diagnóstico que el médico Antón Chéjov hace del ser humano en sus obras. Un diagnóstico tan certero y sutil que continúa vigente con actrices, actores y un público de 2024, más de un siglo después de que escribiese Tío Vania, publicado en 1899 y estrenado por Stanislavsky en 1900.

Este ‘VANIA X VANIA’ de Kamikaze, con sus sillas verdes y con ese juego de relaciones y emociones a flor de piel, armoniza totalmente con el paisaje de Carballo, con lo que el paisaje nos ha contado cuando atravesamos los bosques y bordeamos las montañas para llegar hasta aquí. Esos bosques que también solían entrar, de alguna manera, en las obras del médico ruso. Al fin y al cabo, si bien lo miramos, se trata de artes vivas, y cómo tales, nos incluyen y revelan, igual que se desvelan las ramas y el tronco de los robles (os carballos) cuando llega el otoño.

P.S. – Artículos relacionados:
“31 FIOT de Carballo con ChamizoBelloVila, el Sr. Lili y Titzina”.
“Todos los incendios”. (Sobre ‘Incendios’ de Wajdi Mouawad, dirigido por Marios Gas, en el FIOT 2017).


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