Críticas de espectáculos

Memoria y danza en conflicto

El Cuaderno Azul» es un espectáculo extremeño inspirado en la conocida novela «La Voz Dormida» de Dulce Chacón, producido por la compañía La Barraca Danza-Teatro -del coreógrafo, bailaor y actor Jesús Custodio- y dirigido por Ángeles Vázquez, con textos de Virginia Campón. Este proyecto nace de la inquietud creativa de Custodio, quien ha buscado fusionar danza y teatro para dar forma a una obra que exprese su particular visión artística. La propuesta aspiraba -según se menciona en el programa de mano- a envolver al espectador en una experiencia de intensa «poética visual». Sin embargo, el resultado final del espectáculo no logra alcanzar plenamente esa atmósfera evocadora que parecía ser su principal objetivo.

«La voz dormida», novela que sirve de revelación, es una obra significativa de Chacón, que retrata la valentía y resistencia de mujeres encarceladas durante la posguerra española, en el contexto de la represión franquista. Ambientada en la cárcel de Ventas, la historia muestra a estas mujeres unidas por la solidaridad y la esperanza, enfrentando con dignidad las duras condiciones de su encierro y reflejando la diversidad de sus luchas. La apreciable narrativa aborda temas como la maternidad, la sexualidad y la solidaridad, mientras destaca el poder transformador del amor y la amistad como formas de resistencia. Con una prosa profundamente emotiva, la extremeña de Zafra logra no solo evocar la memoria histórica, sino también resaltar la fortaleza femenina frente a la adversidad, ofreciendo una reflexión conmovedora sobre la lucha por la justicia y la libertad.

En este espectáculo, el texto de Virginia Campón, aunque menos emotivo en términos teatrales, recoge con precisión el espíritu de la novela al abordar su resonancia en las generaciones posteriores al franquismo. En el centro de la trama, Tensi, hija de Hortensia (una de las prisioneras retratadas), emprende un conmovedor viaje de reconstrucción de la memoria materna a través del «cuaderno azul». Este objeto se convierte en una brújula emocional que la guía a buscar a su padre, Felipe, y a revivir las palabras de una madre excepcional, cuyo testimonio de esperanza y resistencia trasciende el tiempo.

La puesta en escena de Ángeles Vázquez, directora escénica y coreógrafa de danza (reconocida por sus trabajos exitosos con la compañía extremeña Albadulake, en espectáculos como «Malaje» y «Genoma B»), se mueve en un escenario carcelario –algo desestructurado- que sirve como metáfora de los conflictos internos y sociales. Sin embargo, enfrenta serias dificultades al integrar los números de danza coreografiados por Custodio, que resultan exhibicionistas y, en ocasiones, desentonan con la narrativa principal.

Jesús Custodio, en su papel como Guardián, entrega una interpretación actoral algo mustia, destacando únicamente en ciertos pasajes de baile, como las seguiriyas con castañuelas, la escena con el palo y la poderosa secuencia de violación junto a la bailarina Alba Gog. Por su parte, Maite Vallecillo (quien interpreta desdoblándose a Tensi y Hortensia) muestra destreza y versatilidad en escena, aunque sus narraciones carecen de la carga poética que su voz necesitaría para transmitir la profundidad del texto.

En conjunto, el espectáculo es un intento algo jactancioso de unir danza, narrativa y memoria histórica, que brilla en algunos momentos pero tropieza en otros. No obstante, lo que persiste en el espectáculo –que gustó al público- es la fuerza de una historia que late con el espíritu indomable de quienes se negaron a ser olvidados. Un testimonio que, aunque imperfecto en su puesta en escena y actuaciones, resuena como un eco necesario de lucha y dignidad.

José Manuel Villafaina


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