Navegante en un maravilloso torbellino
Las obsesiones no siempre son fruto del amor. Ni del odio. Muchas veces es por acumulación de motivaciones externas a la trayectoria vital y profesional de quienes dedicamos una parte de nuestro día y unos pocos recursos neuronales a mirar lo de los demás e intentar escribir algunas palabras que vayan entre las sensaciones, los descubrimientos y la experiencia huyendo en la medida de lo posible de la rutina y del “ya lo decía yo”.
Así que constato una realidad que llevo meses, quizás años, intentando transmitir y es que, debido a mis viajes, mis relaciones personales y profesionales, me considero alguien que algo conoce de la situación general de las Artes Escénicas en Iberoamérica, y de algunos países de manera especial. ES una realidad bastante cambiante, en pocos kilómetros de distancia la situación varía de una manera evidente. Incluso en el interior hay diferencias extraordinarias entre unas zonas y otras Y existe otra presión muy visible y es que los cambios en los gobiernos influyen en pocos meses en la práctica cotidiana y da muestras en el formato y hasta contenidos de muchas de las producciones. Por cierto, nada que no suceda en nuestra casa de manera más o menos evidente.
Lo cierto y evidente, en cuanto a mi circunstancia concreta, es que acudo en Madrid cada día al Teatro y que intento compaginar los grandes espectáculos, ahora dentro del Festival de Otoño, los estrenos de las unidades de producción institucionales, los de las salas de mayor trayectoria, las programaciones de las salas emergentes y en ocasiones hasta de los teatros más comerciales, por lo que me precio de tener, dentro de las limitaciones propias, una visión bastante abierta de lo que se ofrece a la ciudadanía en general y en primera instancia debo declarar que en este último tramo del año 2024 se han producido varios éxitos de gran importancia, con obras de teatro de gran enjundia y montajes muy elaborados dentro de producciones institucionales que han mostrado una voluntad de situarse en un fragmento de ambición cultural y artística.
Esto, lógicamente, produce una satisfacción grande porque demuestra que existe una masa crítica, unos públicos dispuestos a acudir a ver los montajes más ambiciosos, los que tengan la máxima calidad, que partan de textos dramáticos, o no, que signifiquen de entrada un enganche previo, podríamos decir convencional, de apuesta segura, porque un Valle Inclán de primera magnitud es una garantía fehaciente, que se puede ampliar y convertir en suceso si sucede que la propuesta está bien realizada, como pasa con el montaje que se puede disfrutar en el Teatro Español.
El sábado estuve en el Corral de Comedias de Alcalá de Henares, el domingo en el Teatro María Guerrero del CDN y insisto en algo que empieza a ser una suerte de realidad que se ha enquistado en mi mirada y es que la media de edad de quienes ocupamos todas las butacas, todas, es superior a los sesenta años. Un dato. ¿Se puede hacer algo sobre este asunto o estamos trabajando, consciente o inconscientemente, en las programaciones para atender a este fragmento tan importante de nuestra sociedad?
Entre semana he estado varios días en los Teatros del Canal viendo montajes del Festival de Otoño, algunos realmente impresionantes e importantes, otros sugerentes, pero quizás con menos enjundia teatral de la que uno esperaba, pero ahí, a simple vista, la media de edad baja, lo que viene, de nuevo, a señalar que hay públicos que esperan otros lenguajes, otras posibilidades de encontrar en los escenarios obras que le introduzcan en otras sensibilidades estéticas, aunque probablemente, si analizamos todo con detenimiento, los contenidos, los temas, de lo que hablan, sean muy parecidos, y que solamente se distingan por sus formas, asunto de suma importancia.
En los escenarios, en las plateas, en las escuelas, en los másteres sobre artes escénicas, en las nuevas producciones, la dramaturgia contemporánea, las salas de teatro, en todos los frentes y unidades, la presencia de personas procedentes de Iberoamérica crece de manera constante. Y en muchos casos son personas que se forman aquí para acudir a sus lugares de origen para aplicar lo aprendido, pero en otros casos es, al contrario, son gente suficientemente preparadas para enseñar, para subir el nivel de las obras, que preparan a actores y actrices con herramientas contrastadas en otras latitudes y que ayudan a un crecimiento general. También existe otra realidad, los que huyen de situaciones políticas y culturales asfixiantes Sí, claro, es Argentina, la gran aportadora de profesionales y docentes, pero hay grupos importantes de personas procedentes de Chile, México, Bolivia, Colombia, Uruguay, por señalar a los que más aparecen en mi radar.
Por todo ello me siento un navegante en un maravilloso torbellino, porque de una pequeña inmersión en el teatro brasileño, paso inmediatamente a ver espectáculos europeos de primera magnitud y me acerco de manera pausada a intentar comprender sin apriorismos ni dogmatismos la tendencia de adaptación de obras narrativas a la escena, cuando, por otro lado, se intenta instalar la idea de que es un gran momento para la literatura dramática contemporánea, asunto que bien merece un pensamiento algo más largo y separado de la mercadotecnia.