Un barrido superficial
La última semana del mes de noviembre de este dos mil veinticuatro, con el Festival de Otoño de Madrid en plena acción y algún estreno importante por medio se ha convertido en una suerte de crisol de las realidades, las esperanzas y las reflexiones que exceden a un pellizco de las circunstancias para avisar de que estamos y cuanto somos, nuestras palabras no pueden ser, sin pecado, un adorno.
Y eso se hace una categoría al ver “Journée de noces chez les Cromagnons” de Wajdi Mouawad, obra escrita en mil novecientos noventa y uno donde además encontramos una estética de actuación muy sugerente que intenta huir de un naturalismo chato, con un añadido importante los personajes hablan en francés y árabe. Otro tema colateral de suma entidad en esta obra ya que indaga en su infancia, en propia identidad como libanés criado en Canadá, y que entendemos es un mensaje muy adecuada a nuestros tiempos confusos.
nfieso que tengo la cabeza todavía llena de las canciones, himnos e imágenes de “1936”, la obra dirigida por Andrés Lima en el Valle Inclán, en un formato que enlaza con sus magníficas propuesta de hace años a base de “shocks” y que, con los textos de varios dramaturgos y un equipo de creación potente, se convierte en algo que se puede considerar una mirada aliviada a la Historia de España desde esa fecha nefasta. No es tarea fácil escenificar esos fragmentos históricos, por ello, en caliente, la vi ayer, tengo una inquietud en forma de extraña sensación sobre el tratamiento a los personajes. Entiendo perfectamente la magnífica idea de utilizar un coro de veinte personas que ocupan el espacio, que subrayan, que nos indica que además de los personajes existe ese concepto de “pueblo” que es el que sufre las consecuencias de todas las guerras y que dramatúrgicamente es un magnífico recurso. Creo que hay algunas lagunas estructurales y que se puede interpretar que es una mirada poco esperanzada. Algunos dirán realista. Triste.
Vi más obras, como “El maestro Juan Martínez que estaba allí” un texto de Manuel Chávez Nogales, adaptado y dirigido por Xabier Albertí e interpretado por Miguel Rellán, montaje correcto. En medio llegaron noticias que demuestra que lo que de verdad aprieta es algo situado más cerca de lo emocional. De mi Barcelona natal, espero acercarme a un nuevo libro que acaba de salir y que trata lo que fue el movimiento de Actores y Directores de Barcelona que llevó al GREC 76, un hito incuestionable. Yo estaba ahí. De actor en una de las producciones propias. Este movimiento y su desarrollo casi inmediato en dos organizaciones es un magnífico tema para estudiar desde muchos puntos de vista, social, política, teatral y culturalmente. Y desde ahí ver lo que han sido las últimas décadas de políticas culturales, presupuestos ampliados, fenómenos cambiantes de gestión institucional.
Pues uno de los edificios que han sido importantes para la vida cultural barcelonesa es el Teatro Comedia, que fue cine de estreno, pero que es un teatro magnífico que tuvo temporadas gloriosas y que a partir de ahora va a ser la sede de un Museo. Es buena noticia que se abra un nuevo museo con vocación internacional, pero ¿era necesario acabar con un Teatro? Abro debate.
algo en unas pocas horas hacia Buenos Aires y siempre me quejo de que la magnífica librería Ateneo sale en los catálogos turísticos para que se pueda tomar la clientela un café en un escenario robada a la ciudadanía bonaerense para ver artes escénicas. Es dogmatismo puro y duro, pero ¿no es necesario defender estos espacios dedicados a las artes escénicas? Pregunto.
Espero poder saludar a Jorge Dubatti, mi lazarillo por las salas porteñas, que ha tenido un susto de salud. Como conocemos perfectamente los síntomas y las consecuencias de la insuficiencia cardíaca, le mandamos energías positivas y le recomendamos calma y paciencia. Y bajar el ritmo. Vamos demasiado acelerados. ¿Nos persigue alguien o queremos llegar demasiado pronto a algún lugar?