Verdad y utopía en el circo. Los Manu Lago
Creo que la admiración y el asombro que suscita el circo no se deben solamente al arte del más difícil todavía, con el redoble de tambor antes del triple salto mortal, sino, sobre todo, a la verdad o a la veracidad de la acción. Si entendemos por teatro, en algunas de sus modalidades, el arte de fingir y de hacer creíble una ficción, una mentira, entonces podemos entender por circo el arte de la verdad que parece mentira.
Quizás la mentira del teatro, por ejemplo, un actor desapareciendo tras el personaje de Hamlet y matando a Polonio, deriva de la necesidad de contar historias representándolas. Deriva de someter la acción teatral a la representación de una historia que constituiría eso que, en dramaturgia, solemos denominar acción dramática, entendiendo drama por mímesis de la realidad que da como resultado algún tipo de realismo.
Sin embargo, el circo no somete sus acciones a una representación de algo. La acción circense, aunque esté adobada por luces, vestuario, maquillaje, música etc., nunca refiere otra acción que no sea ella misma. Quizás, por esta misma razón, puede permitirse explorar la complejidad y el preciosismo de su propia forma y contornos, al no justificarse en una acción dramática. La acción circense, por ejemplo, de un número de malabares, acrobacia o incluso clown, se afirman en la verdad. Una verdad muy próxima a la de la deportista de élite, que necesita un entrenamiento diario y sistemático para no fallar, porque el fallo, en la cuerda floja y sin red, puede ser mortal.
Admiro profundamente a quien se dedica al circo, porque no me parece nada fácil hacer las delicias de una sociedad raptada por las pantallitas de sus teléfonos, por trastornos de la atención o por el atontamiento que genera el sistema de producción y consumo compulsivos.
Siempre he admirado a artistas que se juegan el tipo en la pista del circo y que dedican horas y horas a trabajar el equilibrio sobre un alambre o a bailar en el aire, colgados de cuerdas o telas. También el clown, por su singularidad y porque nos desarma con su humor tan profundamente humano.
Por eso estoy tan contento de que, en mi país, Galicia, haya una asociación de profesionales de circo, la APCG, que ha puesto en marcha los Premios Manu Lago del Circo Gallego, para visibilizar y poner en valor una profesión y un arte que, en Galicia, ya goza de una tradición y una calidad indiscutibles. Solo hace falta recordar que en Benposta, Ourense, en La Ciudad de los Muchachos, estaba la segunda escuela de circo de Europa, o que en Santiago de Compostela está Circo Nove, una asociación con una nave en la que tienen escuela, espacio de ensayos, residencias y también de eventos, desde hace veinte años. Fue, precisamente, Circo Nove, quien recibió el Premio Manu Lago de Reconocimiento, otorgado por la labor de apoyo, promoción y difusión del circo en Galicia. Fue en la primera edición de los Premios Manu Lago del Circo Gallego, celebrada el 10 de diciembre de 2024 en el Teatro Principal de Santiago de Compostela. Unos galardones que llevan el nombre del joven payaso y malabarista Manuel Lago García, fallecido en 2018, que fue uno de los artistas y activistas que más colaboró en la consolidación de este sector en Galicia. Recomiendo a quien no le conozca, si tiene curiosidad por ver su magia, que entre en el archivo digital del circo de Galicia, que está alojado en la página web de la Asociación de Profesionais do Circo de Galicia (www.apcg.gal), donde se pueden encontrar grabaciones de espectáculos sorprendentes en la desaparecida Sala Nasa de Compostela.
Volviendo a la primera gala de estos premios, uno de los aspectos que más me hizo pensar fue el hecho de asistir a una ceremonia de entrega de premios, divertirme y que no se me hiciese larga, como suele pasar con los actos de entrega de premios de teatro o en el ámbito de la literatura etc. Eso fue, quizás, lo que me provocó las reflexiones con las que comienzo este artículo: la verdad y la alta exigencia real de las disciplinas circenses fulminan las poses, el paripé y los acartonamientos protocolarios con los que matamos cualquier celebración de entrega de premios. El espíritu lúdico, desenfadado y humorístico de la gente del circo gallego, y supongo que también de otras latitudes, hace de cualquier evento una diversión que no tiene por qué estar exenta de enjundia.
Claro, imagínense a los presentadores de la gala, la vicepresidenta y el tesorero de la APCG, Malala Ricoy e Iván Casanovas, haciendo números de magia (Iván) o un despampanante número muy visual con un globo enorme (Malala), acompañados por la voz en off de Antón Coucheiro, creador ecléctico, clown y gran maestro de la improvisación, que dirigía el evento.
Imagínense a dos mujeres, como Raquel Oitavén y Mercè Solè (Cía. Duelirium) entrando en el escenario por el techo, descolgándose espectacularmente por unas cuerdas, para presentar el Premio Manu Lago de Reconocimiento, que, como ya he indicado, ganó Circo Nove. En la tríada de finalistas estaban también la Asociación Manicómicos de A Coruña, que promueve cursos y festivales desde hace muchos años, y Pista Catro S.L., una de las compañías con mayor capacidad de producción y distribución de Galicia, además de atesorar algunos de los mayores éxitos del circo gallego.
Imagínense a otro par como Beatriz Rubio y Álvaro Reboredo “Fitinho” (Cía. IO), entrando por el patio de butacas, ironizando sobre el circo clásico en contraste con el contemporáneo, mientras Bea cargaba a Álvaro, para acabar haciendo sobre el escenario una figura acrobática preciosa, antes de presentar el Premio Manu Lago al Mejor Espectáculo de Calle, concedido a ‘CIRCANELO’ de la Cía. N+1 de Alfredo Pérez Muíño, un artista con muchas tablas y mucha calle. En ‘CIRCANELO’, Alfredo juega con un clown que nos recuerda la imagen icónica de Charles Chaplin en la época dorada del cine mudo, su personaje no habla, hace un “gromeló” de silbidos suaves y simpáticos, mientras realiza sketches con su sombrero y su chaqueta, con una calidad de movimiento propia de la danza y con acrobacias muy bien justificadas dentro de la poética de las escenas que compone. En la tríada de finalistas también estaban ‘HOXE SI’ (Hoy sí) de Marta Sempre Arriba, un espectáculo de telas con figuras sorprendentes, realizadas al son de temas musicales de gran éxito de los ochenta y noventa, de energía y presencia desbordantes; y ‘A VIDA TOLA’ (La vida loca) de Natalia Outeiro “Pajarito”, la reina de los payasos de Galicia, con su clown peculiar en el que se mezcla lo punk y lo gamberro con lo aparentemente inocente y cándido, para transgredir los encasillamientos de la mujer guapa, atractiva y de éxito.
Imagínense a otro par, Miriam Crespo y Dani Blanco, de la asociación Malandraxe de Vigo, improvisando malabares antes de presentar el Premio Manu Lago al Mejor espectáculo de Sala, que ganó ‘ORQUESTRA DE MALABARES’ de Pista Catro S.L., un espectáculo en el que la música en directo de bandas municipales dialoga con las mazas, para hacer visible la filigrana musical en combinaciones apoteósicas. Un espectáculo que recibió la aclamación del público y de la crítica por donde pasó y que ha recorrido varios países. En la tríada de finalistas también estaban ‘SÓ’ (Solo) de Xampatito Pato “Xampi”, con sus mágicos equilibrios malabares, realizados con cajas, en un estilo elegante; y ‘SOLO’ de Roi Borrallas, en el que juega con transformaciones inusitadas, aplicando espuma blanca sobre su cara y cabeza.
Creo que otro factor que influyó poderosamente en el dinamismo y en la efectividad de la gala, no derivó simplemente de que hubiese tan solo tres categorías (espectáculo de calle, espectáculo de sala y premio de honor), sino, sobre todo, de que los espectáculos finalistas fueron presentados en vivo y en directo, comprimidos en cinco minutos cada uno. De esta manera, entre los números circenses de quienes presentaban los premios y los números extraídos de los espectáculos finalistas, más otros que nos regalaron momentos de humor suplementario, como el de malabares con dagas pasándole alrededor al director del Centro Dramático Galego (CDG), Fran Núñez, el evento resultó divertido y entrañable.
Incluso los discursos de las representantes institucionales se contagiaron del espíritu circense. Fran Núñez, director del CDG, en representación de la Agadic de la Xunta de Galicia, Natividade González, diputada de Cultura de la Diputación de A Coruña, y Goretti Sanmartín, la alcaldesa de Santiago de Compostela, apoyaron con humor las reivindicaciones del sector y Goretti, la alcaldesa, puso el acento en todo lo que aporta el circo radicado en la capital de Galicia, además de valorar sus singularidades, derivadas de la lengua y del humor gallegos.
También Peter Punk, nombre artístico de Isaac Rodríguez, presidente de la APCG, hizo un discurso reivindicativo importante, porque se trata de tomar conciencia de que necesitamos el circo y no podemos permitir la precariedad de sus profesionales, porque el circo, entre otras virtudes, es ese arte que hace posible lo imposible. Una cultura y una sociedad sin circo son más pobres, sin duda. Necesitamos de un arte en el que la utopía no es un panfleto ni un cuento, sino que toma cuerpo y vibra, de verdad, ante nuestros ojos.