Los días tristes
Alguien logró instalar en el calendario de las efemérides sobrevenidas el Blue Monday que este año es precisamente hoy, día 20 de enero de 2025. Donde resido hace frío y llueve, lo que significa que se retrasa el amanecer y el peso de todos los lunes se retroalimenta con una sensación de estar entrando en un tiempo histórico bastante horroroso. Agitar los resortes del análisis optimista o poner en marcha los instrumentos de aislamiento de esta realidad política que parece ser una fábrica de incertidumbre es una tarea que requiere de carácter y recursos. Tengo la sensación de andar con reservas muy limitadas de ambas, al igual que de la ilusión imprescindible para afrontar el hoy y el mañana capacidad de solventar cualquier obstáculo, por mínimo que sea.
Así que nos deslizamos por la pendiente de lo circunstancial, miramos hacia atrás revisando nuestro carnet de baile y nos damos cuenta de que hemos bailado diferentes ritmos escénicos en muy diversos escenarios y espacios, lo que viene a ser lo más habitual pero que cunado son estas fechas donde se acumulan los estrenos coincidentes en día y hora, saber elegir es una tarea de iniciados en ciencias ocultas. Creo que las circunstancias, la intuición y el intentar recomponer mi propia identidad como alguien que ve obras, las regurgita, las comenta y hasta puede pasar algún informe o recomendación a programadores internacionales.
Existen muchas opciones, hay movimientos que intentan romper el status quo, los que ahora ocupan de manera bloqueante las instituciones de producción, todo ese conglomerado de dramaturgas, directoras, productores, intérpretes, distribuidoras, técnicos, gestoras fueron hace muy poco tiempo jóvenes rampantes que buscaban oportunidades. Aunque no quieran recordarlo, pasaron por esquinas del sistema, alumbraron salas de creación incipiente, se presentaron a cientos de premios que no ganaron, se quejaron en barras de bar de la existencia de familias, sectas, grupúsculos que copaban las programaciones. Es decir, criticaron lo que, para otras generaciones nuevas y renovadoras, están haciendo ellos.
El cumplir trienios, quinquenios, décadas de dedicación a estos menesteres de las Artes Escénicas desde tantos lugares y funciones me da, en estos lunes tristes, una perspectiva para recordar todos los días tristes de cientos y miles de aspirantes a convertirse en profesionales de las Artes Escénicas. Por eso me cuesta tanto entender la actitud de quienes, al llegar, por la vía que sea, a un estatus de sostenibilidad, se olvidan de dónde vienen y se acomodan con tanta celeridad en el rol de ser la elite, los imprescindibles y de rodearse de un reducido grupo de amigos y/o familiares para desarrollar desde sus cargos institucionales sus funciones.
Es por eso por lo que para no ser el señor amargado que cuenta batallitas, intento buscar en otros lugares esas señales de que hay nuevas iniciativas, gente que están empujando, que luchan contra la rutina y reniegan de esa casta de los establecidos, entendiendo, además, que muchos de los que ostentan cargos, pasado mañana entrarán en el olvido, aunque con un buen chalet y unos contactos con lo privado que le servirán para recoger frutos durante una temporada o dos.
Yo no reniego de nada ni de nadie. Intento conocer, constatar, convivir, mirar con ojos curiosos lo que se nos ofrece. Procurar huir de la propaganda y la publicidad encubierta, usar los instrumentos adquiridos después de muchos años para intentar ponderar la opinión, especialmente distinguiendo lo convencional, de lo mediocre, lo coherente de lo casual, el estudio y la investigación de las copias, el riesgo de la rutina inmovilista, lo que puede aportar y lo que simplemente se apodera de lo que otros encontraron tras una búsqueda plagada de incertidumbres y frenazos. Y esta labor me lleva a pasar por momentos tristes, desesperantes, para entrar incluso en la desazón fruto de mi propia experiencia, de mis circunstancias y vivencias y de lo que, con frecuencia, se presenta con anuncios que son engañosos, porque lo que hay son copias miméticas, superficiales, sin rigor ni atisbo de indagación, solamente copia.
Con la esperanza de encontrar alguna flor en el desierto voy convirtiendo los días tristes, en acumulación de experiencias para poder cantar lo que considero excelente, o al menos que tiene un valor fuera de lo común. Y digo que existe. Y que no siempre se muestran en los teatros con mayor presupuesto. No digo más, aunque tengo muchísimas ganas. Lo que sí me ha dolido bastante es ver la declaración en sede judicial de un jefe de una Oficina de Artes Escénicas de la Diputación de Badajoz. La vergüenza se convirtió inmediatamente en una ofensa personal. ¡Qué tristeza más grande!