Y no es coña

Los pasos perdidos

Los postoperatorios siempre traen sorpresas porque quienes te intervienen te cuentan lo que hay hasta darte el alta hospitalaria. El resto forma parte de la experiencia, de la confrontación con otros que ya la habían experimentado y que acaban siendo tu consuelo o tu desesperación. Por eso, acudir a ver estrenos o programaciones en unas circunstancias de doble atención, a tu cuerpo y lo que sucede en el escenario se convierte en un ejercicio limitado, por lo que las apreciaciones receptivas de lo presenciado vienen tamizadas por esas circunstancias.

Quisiera posicionarme con mucha claridad. Del proyecto presentado y apoyado de un estreno, a su realización y confrontación con los públicos hay un camino en que suceden tantas cosas que considero que lo que al final vemos debe mirarse con la condescendencia de un desarrollo de una idea previa y todos los elementos que concurren en su puesta en pie. Si lo que miramos se celebra en un edifico institucional en el que hay condiciones objetivas, subjetivas, presupuestarias y de promoción suficientes, podemos utilizar herramientas de análisis más afinadas. En cambio, en los procesos del teatro más independiente, más alternativo, sin estructuras de producción, donde el alimento son las ganas irrenunciables de hacer, de comprobar si sus intuiciones o estudios se pueden aplicar, las herramientas deben ser otras, que, sin perder el rigor, sí contextualicen la realidad.

Pero en todos los casos, y aunque suene a matraca setentera, estructuralista o con vestigios de un izquierdismo trasnochado, en la elección de unos textos, un modelo de producción y formando parte de una programación que se presenta como el manifiesto de esa entidad, productora, compañía, sala o teatro, las responsabilidades se deben asumir de manera integral. Sobre todo, en entidades que tienen en nómina un número amplio de subdirecciones, cargos intermedios y asesores.

Insisto por si había dudas, un proyecto nuevo, con nombre conocidos o emergentes, temáticas de moda o suplantación de personalidades, puede acabar siendo algo fallido que no alcance lo esperado cuando se dio el visto bueno para su realización. Pero cuando se programan espectáculos ya estrenados y que, se supone, se han visionado, el margen de error debería disminuir y si hay una reiteración de obras de dudosa entidad, algo está fallando y entonces se levantan las sospechas y hay que mirar la productora, la autoría, dirección y reparto para aproximarse a una manera de actuar.

Pero sin entrar en capítulos tenebrosos, a campo abierto, ¿qué elementos de análisis se utilizan para programar? La duda razonable es si existe una idea previa, una dramaturgia de programación, una visión del mundo que se quiere hacer ver a través de las obras que los públicos pueden ver. Y me refiero tanto a lo ético, como lo estético, como a lo político. Además de contar con otras circunstancias fundamentales para ofrecer la programación de una temporada o de un festival.

Tengo una vaga sensación de que se está apoderando de la gestión lo que se llama el libre mercado que es, en este terreno, lo que producen, muchas veces en colaboración con instituciones públicas, las productoras privadas preponderantes con un sistema de cabeceras de cartel como hace cincuenta años. Es decir, lo que ofrecen los del oligopolio teatral español. El resto, debe buscarse huecos en la tercera o cuarta división para poder mantener una vida suficiente y casi siempre, en circuitos de la propia comunidad en donde residen.

No salgo del bucle, ¿en qué se basan los productores, los directores, las dramaturgas, los teatros de todo rango y los festivales mil para elegir unas obras u otras? ¿Es todo casual o existe un propósito que acota e inspira la acción suprema de programar? Quizás no se pueda pedir mucho más a ciertos sectores del sistema general, ya que su situación económica es siempre de necesidad y deben compartir esa precariedad con quienes puedan asumir el trabajar para sacer justo par pagar el taxi con que llevar el vestuario a la sala, pero a quienes son teatros de referencia, se le debe exigir un poco más de rigor.

Sin más motivo que la constatación de que encuentro en algunas salas alternativas bastante mayor coherencia que en programaciones a bulto de grandes teatros, celebro la llegada de la primavera teatral.


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