Cada hogar es un mundo. Cada pareja tiene una historia para contar exhibe una conducta hacia adentro y afuera de las cuatro paredes. Román y Claudia, son como familia, un retrato fiel de la crisis moral que padecemos. Y como si fuera un vouyeur silencioso, Jacobo Langsner en su obra Locos de contento, espía a través de la mirilla lo que sucede entre las paredes y pinta con ácido humor emociones tan fuertes como contradictorias, típicas del argentino, para que nos sirvan de espejo. «Locos de contento» se estrena en el bonaerense Teatro Cabildo el 13 de febrero. En esta adaptación de Martín Vives, corre el doloroso año 2001 y este matrimonio aguarda la llegada de su amigo Manucho y un senador nacional, en carácter de comensales. Durante la espera y la preparación, aflorarán las esperanzas, los sueños, las individualidades y las cotidianeidades que hacen de la vida de esta pareja, la misma que la de cualquier argentino que, por aquél mes de diciembre, miraba azorado lo que acontecía en el país. Consecuencia lógica de vidas formadas en medio de la corrupción y la violencia coyuntural.
Entre la comedia y el drama, aparece el grotesco, para mostrar cada escena acontecida en esa tarde-noche en la que, como en el más desgarrador y apasionado de los tangos, Claudia y su marido encontrarán sus similitudes y diferencias, sus pensamientos superficiales y los más profundos. Los extremos que, siempre, se tocan en algún punto.
Como a todos hace apenas poco más de dos años, los marca la crisis personal, social, económica y política. Como muchos, sueñan con irse hasta que todo pase. Mientras, la ciclotimia de sus estados anímicos los encuentra y desencuentra, para unirlos nuevamente en la certeza de ser afortunados por tenerse mutuamente y disfrutar de su pequeño hijo Luis.
Locos de contento es el reflejo de nuestra sociedad, que repite una y otra vez en la intimidad de cada hogar, el sueño de llegar alguna vez a un punto más alto. Aunque de vez en cuando perdamos la paciencia y nos gane la desesperanza.
Bajo la dirección de Martín Vives, Judith Buchalter y Héctor Cesana dan vida a esta pieza de Langsner, que firmó clásicos como Esperando la carroza, Los elegidos y Una margarita llamada Mercedes, entre otras de sus obras.
