En 1994, el veterano dramaturgo José María Rodríguez Méndez (Madrid, 1925) recibió el Premio Nacional de Literatura Dramática por su texto El pájaro solitario, publicado un año antes por la Diputación Provincial de Ávila. Diez años después de aquel decisivo galardón, la Fundación Autor rescata esa obra fundamental de su extensa producción teatral, con una edición crítica que pretende ser también un merecido tributo a quien está considerado un hombre bueno y un creador grande. Además del drama, el libro contiene un sentido prólogo de Robert Muro, una reseña biográfica a cargo de Michael Thompson y un análisis crítico de José Monleón.
Este próximo lunes, los autores dramáticos de la SGAE tendrán oportunidad de homenajear a Rodríguez Méndez aprovechando la aparición de este libro. El tributo tendrá lugar a las 19.30 horas en la sala Manuel de Falla, e incluirá la lectura dramatizada de un fragmento de El pájaro solitario a cargo de la actriz María Jesús Valdés. Antes, a las 11 de la mañana, el dramaturgo compartirá un “desayuno de autor” con la prensa especializada en teatro.
La acción de El pájaro solitario se desarrolla en 1577 en la ciudad de Toledo. Entre los personajes que la protagonizan se encuentran los místicos españoles Juan de la Cruz y Teresa de Jesús. El primero, entonces de 35 años, ha sido secuestrado por los Carmelitas Descalzos y puesto en estrecha prisión, en donde es sometido a innumerables vejaciones. Según reconocía en 1994 Rodríguez Méndez, la mística, esto es, el diálogo secreto entre el alma y la divinidad, le parecía “una verdad trascendental, sin la que no se puede vivir”. Sobre la grandiosa figura de Juan de la Cruz, comentaba: “Este Juan, el pájaro solitario, con sus hermosas virtudes, preso, torturado, fugitivo, escondido entre el pueblo…, ¿no iba a escribir sobre él?”.
Como en toda su producción, en El pájaro solitario Rodríguez Méndez da testimonio de su época, aunque en este caso del fondo histórico. Vida, entorno y obra van de la mano es todo momento, como él mismo ha puesto de manifiesto: “mi teatro se refiere siempre a la sociedad española. Si a mí me ha tocado vivir una época conflictiva y dura de la historia de mi pueblo, forzosamente tengo que expresarme a través de ese pueblo, que ha pasado por furiosos desarraigos, desilusiones, frustraciones y esperanzas hasta conseguir mantenerse en pie y conservar cierta ingenuidad y ternura”.
Memorias inéditas
Uno de los atractivos de este volumen es la inclusión de algunos fragmentos del tomo I (1919-1970) de Arreglo de cuentas, memorias inéditas de “un escritor pobre, pobre en el sentido económico de la palabra, y mal comprendido, mucho peor asimilado por su tiempo”, como él mismo se presenta. En uno de los pasajes recuerda el verano de 1936, que pasó en una colonia escolar cerca de Cercedilla, en plena sierra de Guadarrama, una época en la que por primera vez escuchará el infausto nombre del general Franco. “Fue allí, sí, en aquel preventorio francés de la Fuenfría, bajo la sombra de los pinos, entre el olor de la resina y el estallido de rayos solares, filtrados entre las agujas de los pinos, cuando oí por vez primera aquel nombre, aquel nombre de seis letras, que iba a presidir y a aplastar una buena parte de mi existencia. Ese nombre era éste: Franco…”
Extensa producción literaria
Aunque su vida ha estado mayormente vinculada al teatro y la escritura dramática, José María Rodríguez Méndez ha destacado en otros ámbitos, ya como corresponsal de prensa, crítico de televisión, ensayista –entre sus títulos, Los teleadictos o Ensayo sobre el machismo español- y novelista –Los herederos de la promesa, Cosas de la transición o El cisne de Cisneros-. Además, durante un tiempo fue oficial del ejército y abogado militar.
Como dramaturgo es autor de más de cuarenta piezas, entre las que merece destacarse Flor de Otoño –que tuvo una exitosa versión cinematográfica de Pedro Olea-, Vagones de madera, Los inocentes de la Moncloa, La batalla de Verdún, Los quinquis de Madriz o Última batalla en El Pardo (número 140 de la Colección SGAE de Teatro).
