Tal y como se informa en su página personal (www.eduardoharotecglen.net), el enorme corazón de Eduardo dejó de funcionar a las 3:30 de la madrugada. Según su expreso deseo sus restos han sido donados a la ciencia, por lo que no se celebrará ningún tipo de ceremonia, ni tan siquiera un velatorio en el cual sabemos que se habría sentido muy incómodo; esa impenitente timidez. Tal y como informó su mujer, Concha Barral, en la página del crítico de teatro y televisión del diario El País, el pasado lunes a mediodía, mientras comía en un restaurante de la calle Ballesta, tuvo un desvanecimiento pero se recuperó y pudo salir hasta la calle donde se desplomó. La unidad del SAMUR consiguió recuperar su pulso aunque había pasado mucho tiempo desde la primera parada cardio-respiratoria. Llegó al Hospital Clínico en coma pero con su corazón funcionando.
Su corazón no se había parado pero la recuperación era muy improbable, hasta el punto de que hoy miércoles a las 3.30 de la mañana dejó de funcionar.
En palabras de Concha Barral, «Eduardo no habría querido otra manera de decir adiós: ha dejado escrito el artículo de mañana. Ni un solo día de su vida ha dejado de escribir, de decir lo que pensaba, de denunciar la injusticia, de mostrar el otro lado del espejo o de levantar la alfombra para ver que se escondía debajo».
