En cartel

El Teatro Arriaga acoge la representación del CDN de Divinas Palabras

El Teatro Arriaga acoge desde el 28 de abril al 1 de mayo el espectáculo teatral Divinas Palabras. La obra se representará a las 20.00 horas y el precio oscilará entre 4,80, y 18 euros. En Divinas Palabras, Valle-Inclán pone en pie un universo cuyos personajes son movidos por las más fieras y desnudas pasiones: la lujuria y la avaricia, pero que al mismo tiempo se ven envueltos por una fuerza irracional de piedad que cruza la escena. Ambientada en la Galicia rural, donde una caterva de mendigos se disputan primero la propiedad de un enano hidrocéfalo y luego la de su cadáver, para mejor arañar unas limosnas, provoca en Juan Mayorga, autor teatral de “Últimas palabras de Copito de Nieve” y “Hamelin”, y responsable de esta versión, la pregunta de si es “la obra más cruel que se haya escrito nunca” y la conclusión de que en ella “Valle… nos ofrece algunas de las escenas más intensas que jamás se han soñado para la escena” Producida con la solvencia de medios técnicos y artísticos que es característica del Centro Dramático Nacional y dirigida por su actual responsable, el director de teatro, ópera y cine, además de escenógrafo y figurinista, Gerardo Vera, Premio Nacional de Teatro 1988 y cuyo amplísimo currículo le acredita como una de las figuras más ricas y polifacéticas del espectáculo en la actualidad, Divinas Palabras nos hará sentir el estremecimiento del mejor teatro.

Sinopsis
En Divinas palabras culmina don Ramón Mª del Valle-Inclán un proceso de creación dramática que había iniciado con las Comedias Bárbaras.
Valle Inclán pone en pie un universo cuyos personajes enlazan con los de la tragedia clásica y son como ellos movidos por las más fieras y desnudas pasiones: la lujuria, la avaricia. Pero al mismo tiempo una fuerza irracional de piedad cruza la escena y envuelve a quienes en ella se mueven a impulsos de la animalidad humana.
En el ambiente sórdido que envuelve a la Galicia de los años 20, donde se produce una danza entre la vida y la muerte, se expresa también la contradicción entre la exaltación de la belleza y la extrema fealdad.
Como señala el profesor Francisco Ruiz Ramón: «Mil novecientos veinte es una fecha importante en la dramaturgia de Valle-Inclán. Es el año de Luces de bohemia, primera pieza a la que su autor titula esperpento, y adonde vienen a dar los dos caminos abiertos años atrás: el del teatro mítico, con Divinas palabras, y el de la farsa, con la Farsa italiana de la enamorada del rey y la Farsa y licencia de la reina castiza.
Divinas palabras es el punto culminante del proceso de creación dramática que había comenzado con Aguila de blasón. La acción de la pieza está construida en torno a un enano hidrocéfalo, Laureaniño el Idiota y su carretón. Su grotesca y terrible pasión y muerte enlaza las escenas del drama y pone en marcha la acción».
En la Jornada primera, muerta la madre del Idiota, éste se convierte en objeto de la codicia de los dos hermanos de la finada, Marica del Reino y Pedro Gailo, sacristán, instigado por su mujer Mari-Gaila. El pleito en tomo a la posesión y explotación del Idiota, que ya hacía ganar buenas monedas a su madre mostrándolo en ventas, ferias y caminos, es fallado por un aldeano, Bastián de Candás, encarnación de la sabiduría popular, cuyo consejo de explotarlo al alimón –tres días un hermano, tres días el otro y los domingos alternado– es aceptado por ambas partes. En la Jornada segunda, Mari-Gaila, que se ha lanzado por los caminos para explotar convenientemente al Idiota, se topa con el farandulero Séptimo Miau, dejando entre tanto el carretón en manos de Rosa la Tatula, que llega con él a una taberna. En contrapunto con la escena en que Mari-Gaila fornica con el compadre Miau, y enlazada con ella, Valle-Inclán nos traslada a la casa de Pedro Gailo, donde éste, en una mano el cuchillo con el que piensa vengar su deshonra, y en la otra un pichel de vino con el que se emborracha, perdida la cabeza, quiere fornicar con su hija Simoniña.
En la taberna de Ludovina, el marica Miguelín hace beber copa tras copa al Idiota, mientras menudean las burlas soeces a costa de la cabezota del enano, que muere. La escena termina con el planto de Mari-Gaila, consumada plañidera, como ya lo demostró en el acto primero junto al cadáver de su cuñada. El brutal juego de escarnio alcanza la cima de lo grotesco con el planto de Mari-Gaila. El regreso de Mari-Gaila al hogar, arrastrando en la alta noche el carro del Idiota, lo resuelve Valle-Inclán mediante una escena simbólica. Mari-Gaila es transportada misteriosamente en la grupa del Trasgo Cabrío, encarnación dramática de la lujuria, uno de los poderes que mueven a toda la humanidad valleinclanesca del teatro mítico. El acto termina con una de las más feroces escenas de esta cruel dramaturgia. El cadáver del Idiota, abandonado a la puerta de Marica del Reino, es encontrado al amanecer por ésta y sus vecinos con la cara y las manos comidas por los cerdos.
En la Tercera jornada, el cadáver del Idiota es expuesto junto a la iglesia, a fin de recoger dinero para el entierro. Mientras tanto, Mari-Gaila es descubierta en el campo fornicando con el compadre Miau. Mari-Gaila es forzada a desnudarse y llevada sobre una carreta de heno a la iglesia, desde cuyo campanario se arroja al suelo Pedro Gailo, se levanta indemne y dirigiéndose al vociferante pueblo de campesinos y pastores, dice en latín las «divinas palabras» de Cristo a la turba que quería lapidar a la adúltera: «Qui sine peccato est vestrum, primus in illam lapidem mittat». Esas palabras –¡Milagro del latín!, dice Valle—apaciguan a la turba.
La obra termina con esta acotación: «… Mari-Gaila, armoniosa y desnuda, pisando descalza sobre las piedras sepulcrales percibe el ritmo de la vida bajo un velo de lágrimas. Al penetrar en la sombra del pórtico, la enorme cabezota del idiota, coronada de camelias, se le aparece como una cabeza de ángel. Conducida de la mano del marido, la mujer adúltera se acoge al asilo de la iglesia, circundada del áureo y religioso prestigio que en aquel mundo milagroso de alma rudas intuye el latín ignoto de las Divinas Palabras».


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