El Chivato

Pippo Delbono, Animalario y Lluís Pasqual en las Teatrulias del Gayarre

Coincidiendo con la celebración del Festival Teatro Gayarre – Otras Miradas, Otras Escenas, en Iruña se han celebrado unos encuentros con los creadores que han participado en el festival. Lluís Pasqual, los miembros de Animalario y Pippo Delbono han sido los protagonisas de estas interesantes Teatrulias.

PRIMERA TEATRULIA: LLUÍS PASQUAL

Sin los focos que ciegan al actor encima de un escenario, sin la intimidad del anonimato que suele acompañar a los directores, es decir, sin efectos, sin obstáculos, cara a cara; así se desarrolló, el jueves por la noche, la primera Teatrulia del Festival Gayarre, Otras miradas, otras escenas, donde uno de los directores más aclamados de la escena actual, Lluis Pasqual, y dos de los actores de la compañía de Hamlet, Antonio Rupérez y David Pinilla, departieron durante casi hora y media con las cuarenta personas presentes en la sala mayor del Nuevo Casino Principal de Pamplona el jueves por la noche, tras la primera representación del “Hamlet”.
En un ambiente distendido y agradable, Pasqual comenzó a hablar de Hamlet, de su propuesta, de Shakespeare, de la compañía. “¿Qué se necesita para hacer Hamlet? Nada. Unos actores y la historia, que ya está contada. El ideal sería poder hacer Hamlet aquí y ahora. El teatro es una cuestión de creérselo o no, no hace falta más”, sentenció.
Ante las preguntas de los asistentes el director aseguró que no tenía una visión a priori del Hamlet que quería representar porque “no es sólo una aventura del director. Es hacer un Hamlet con y dejar una puerta abierta para el público, para el eco que encuentre en cada uno de nosotros”. Pero animado por la situación sí que se atrevió a dar su opinión sobre el protagonista. “Hamlet es un Tauro extremadamente obcecado y como personaje encima del escenario somatiza todo lo que le pasa, algo que, nosotros como personas, no podemos hacer pero Hamlet sí se lo permite.Yo creo que está muy equivocado pero nadie le saca de su idea, no se deja”.
Habló también de Shakespeare “que no es un intelectual hace un teatro popular que habla de lo humano, pero lo cuenta de una manera tan bella que lo hace diferente del resto”, del idioma inglés “que tiene forma de boca. Esa lengua lo da todo por sí misma, tiene el poder de conmover con el lenguaje como ninguna otra”, del día del estreno: “Me gusta ser la celestina, la que pone la cama, las sábanas limpias, la botella de vino para antes durante o después, pero no me gusta mirar. Es una relación de dos, el público y el actor”, del público: “El público cuando ve una obra de Shakespeare se siente más inteligente, porque la risa de Shakespeare es una sonrisa inteligente” o de la idea de compañía “es una idea muy beneficiosa. En teatro no hay papeles pequeños hay actores pequeños”.
En este momento, el director cedió la palabra a Antonio Rupérez y a David Pinilla, dos de los actores que forman parte de la compañía y que participaron en el encuentro del jueves. Ellos también expusieron su opinión, sus experiencias. Y todos coincidían en una cosa, que había merecido la pena. Aunque como todo lo inusual y desconocido produzca mucho respeto y miedo, por lo menos al principio. “A mí me parecía inversosímil”, comentaba David Pinilla, que en Hamlet representa Horacio y en La tempestad a un contramaestre, “me lo han tenido que explicar muchas veces. Como actor es lo contrario que te enseñan en la escuela donde te metes en una historia, en un personaje, el tiempo que duren las representaciones. Con una compañía tienes tienes un repertorio y puedes pasarte siete horas dentro de un teatro porque representas dos obras diferentes, dos personajes opuestos… Sólo lo entendí cuando capté la idea de “compañía”, es decir, de un grupo de personas, no un texto, una representación… y ahí está el sentido de todo”. Su compañero de reparto Antonio Rupérez, que en Hamlet actúa como un secundario con Osric y en la tempestad representa a Gonzalo, uno de los protagonistas, compartía esa opinión:  “Esa vivencia común, de un trabajo común, es una fiesta. A mí me ha permitido hacer Hamlet, que es una obra que todas las generaciones deberían ver. Yo nunca haré el personaje de Hamlet pero sí que lo he hecho, gracias a este montaje desde la participación”.
Los presentes, con su tentempié sobre la mesa, descubrieron la finalidad última de Lluis Pasqual con este montaje pudiendo de este modo poder comprender mejor su propuesta. Con su adaptación de la obra maestra de Shakespeare, Lluis Pasqual pretende acercar la obra no sólo al público presente: “Tenía claro que Hamlet no puede dar discursos desde lo alto de una platea, la gente tiene que ver al ser humano, sentirle, palparle y ver que es como ellos, su sudoración, sus marcas, por eso actúa entre el público”, si no a nuestros tiempos, con su lenguaje y su puesta en escena. “Los de la publicidad lo saben muy bien, las palabras se desgastan y hay que buscar lo adecuado en cada momento. Cuando se vivía la transición la palabra elegida para acompañar al ser o no ser fue opción. Es decir, “ser o no ser, ésa es la opción” y es que en aquel momento era la palabra que había que elegir. Hay que buscar la manera de renovar el lenguaje para que se corresponda a algo actual”.

El terrorismo y la piedad
Y esta correspondencia con la época actual queda claramente representada por el vestuario empleado por la compañía para la representación de Hamlet: “Lo único que dice la obra es que Hamlet va de negro, lo demás es silencio. El Vestuario tiene que ser nada. Lo más difícil era que no molestara al público, que no se preguntara ¿pero esto dónde pasa? O que si se lo preguntaba la respuesta fuera muy fácil: algo que se parezca a lo que llevamos cualquiera por la calle”. Y es que gran parte del vestuario que lucen los actores está comprado en las tiendas comunes, salvo las telas que “por casualidad en un viaje que hice a la India encontré una montaña de telas de principios del siglo XX que me estaban esperando y con ellas se hicieron todos los trajes, con este elemento todos reconocen el símbolo del poder”, porque como él mismo reconoció: “Actualmente hay dos cosas muy difíciles en teatro: vestir a la gente de rica y vestirla de pobre. Antes se hacía jirones una camisa y le ponías un spray y ya reconocías a un pobre, ahora eso es fashion”. Antes de dar por finalizada la tertulia, de la que el director salió muy satisfecho “es la primera vez que hago algo así y la verdad es que tiene gracia”, Pasqual recomendó a los participantes que vieran la otra obra que la compañía tiene en cartel, “La tempestad” “porque son dos maneras diferentes de enfrentarse a un mismo problema. Hamlet, es la opción terrorista. A todos en algún momento de nuestra vida se nos ha pasado por la cabeza explotar y reventar con ello. Y Próspero, protagonista de la tempestad, también quiere reventar y vengarse, pero siente piedad y perdona. Se da cuenta de que todos estamos hechos de la misma materia”.
Y como si el tiempo se hubiese detenido, envueltos todavía en la magia del teatro, los participantes de esta primera Teatrulia salieron del Nuevo Casino Principal con la sensación de que la ensoñación no había sido un sueño sino que era real y merecía la pena.

SEGUNDA TEATRULIA: ANIMALARIO

Como el flautista de Hamelin, los actores y el director de Animalario cautivaron a los cerca de cien asistentes a la segunda TEATRULIA, tertulia organizada por el teatro Gayarre como actividad complementaria del FESTIVAL TEATRO GAYARRE; OTRAS MIRADAS, OTRAS ESCENAS celebrada en la noche del viernes en el Nuevo Casino Principal de Pamplona. Y no fue con una hermosa melodía sino con una sinceridad y una profundidad que despertaron muchas dudas y preguntas a los asistentes, que se fueron a sus casas con un buen montón de incógnitas por resolver. Y es que la obra de HAMELIN, escrita por Juan Mayorga, gran triunfadora de la última edición de los premios Max, al recibir los galardones de Mejor Espectáculo, Dirección, Autor y Empresario, lejos de resultar un entretenimiento teatral supone un drama “desasosegante, que lanza preguntas que rebotan sobre la cabeza y difícilmente te las puedes quitar de encima”, como reconocía en la presentación de la tertulia Víctor Iriarte, moderador de la charla en la que participaron, entre otros, los actores Guillermo Toledo, Alberto San Juan, Javier Gutiérrez y Andrés Lima, responsable a la vez de la dirección escénica.
Los temas de la pedofilia, los prejuicios, el sobreproteccionismo, el miedo, el abuso del poder, la miseria, la familia, la culpa, las palabras, los medios de comunicación… fueron surgiendo sin previo aviso en una distendida charla donde los actores y el público expusieron libremente sus opiniones y sus perspectivas teniendo siempre como referencia la obra que se acababa de representar. “No es fácil defender a un pederasta, pero con esta obra hemos aprendido mucho sobre tolerancia y sobre todo a no prejuzgar a nadie. La pedofilia, es una condición sexual que puede parecer increíble, pero estas personas aman en exclusividad a los niños, sin abusar de ellos, y sufren muchísimo porque no pueden expresarlo”, reconocía el actor Guillermo Toledo, que encarna el papel de un pederasta en la obra Hamelin. “En nuestra sociedad existe un sobreproteccionismo, ese miedo contra nosotros mismos, en vez de confianza. Antes de hablar, echa el freno y escucha, todo tiene más matices”, explicaba Andrés Lima, director y actor de Hamelin. Y así, Lima, recordando el final de la obra de Tenesse Williams, “Un tranvía llamado deseo”, abogó por la “Confianza en la bondad de los desconocidos”, a lo que Javier Gutiérrez, actor también de Hamelin, apoyado por las palabras de su compañero Alberto San Juan que reconocía que comenzó a ser actor “para sentirse querido, aceptado” y que con el tiempo había descubierto que “sólo importa actuar, hacer” propuso en un arrebato de “locura” que todos los presentes se dieran la mano sellando de este modo un acercamiento entre desconocidos.

Juego de niños
Desde la base de un caso de pederastia ocurrido en el Raval de Barcelona, Juan Mayorga, desarrolla una obra donde cada personaje realiza, conscientemente o no, su aportación para desenmascarar los problemas que acechan a la sociedad actual y que empiezan por el individuo que la compone, como señaló Alberto San Juan, actor de la compañía y que en esta obra representa a un niño de diez años: “Lo que hacemos muchas veces es armarnos del grado de inconsciencia suficiente para escondernos de esta sociedad tan injusta por la impotencia de no saber qué hacer”.
Aunque los temas que tratan no son fáciles de digerir, la compañía Animalario siempre procura aderezar sus propuestas con una dosis de humor. “Haciéndola no, pero ensayándola nos hemos reído mucho”, comentaba Guillermo Toledo y su director reconocía: “Ha sido un espíritu diferente, de las seis horas al día que ensayábamos, dos horas y media nos las pasábamos jugando al escondite, a la gallinita ciega…”  
Y entre risas también los integrantes de Animalario cargaban contra los posibles abusos del poder judicial  “el mayor error del juez que cubre el caso es erigirse en abanderado de no se sabe muy bien qué, extralimitándose y deshumanizándolo todo. En un juicio se emplean unas palabras que pocos entienden y menos unos analfabetos. La miseria no tiene defensa porque no tiene lenguaje, no sabe de qué le están hablando. El lenguaje muchas veces no sirve para comprender sino para ocultar. No se basa en lo humano sino en el interés productivo que te reporte”, reconocía Andrés Lima. Los medios de comunicación también fueron interpelados por el director: “Es el cuarto poder al que no se le ve la cara. El caso del Raval o el caso Arnie, tuvieron una cobertura legal tan grande sobre todo por la presión mediática de querer colgar a alguien”, aseguraba Lima y Guillermo Toledo añadía: “Pero periodistas somos todos por la calle, con el vecino cuando le contamos una historia”, a lo que el director añadía: “La gente quiere ver a un monstruo, sentirse limpio, encontrar a alguien más raro que él para sentirse mejor”. Alberto San Juan, que como todos los actores de la compañía estuvieron presentes en la charla y participaron activamente en ella, aportaba su granito de arena al asegurar que “Es difícil ver las cosas en tu propia casa, reconocer que lo que está pasando pasa, decir: me he equivocado”.

Puesta en escena
Saltando de un tema a otro según el devenir de la charla, el director de la función, Andrés Lima, recordó cómo surgió la propuesta: “Estábamos trabajando en uno de nuestros talleres donde enunciamos un tema e investigamos sobre ello, en este caso sobre la felicidad y la violencia y Juan Mayorga nos presentó este texto, lo leímos en el taller y nos interesó el tema. A partir de ahí Juan lo rescribió y tanto él como nosotros nos fuimos acoplando casi inconscientemente”. Como inconsciente fue su forma de montar el espectáculo, triunfador de los premios Max 2006, como él mismo reconoció: “Lo soñé. Soñé cómo era más o menos el caparazón y lo respetamos hasta el final, porque tenía muchos problemas, ya que si el principio de la obra era no prejuzgar, yo, como director, no podía prever la escena. Fue una historia muy rara pero a la vez muy sencilla”.
La puesta en escena tuvo su base en el cuento literario: “Si recuperábamos el juego, el público y nosotros íbamos a entrar más fácil. Inconscientemente el narrador te dice: vamos a contar un cuento y te evoca a cuando eras niño que de verdad te creías las cosas de manera más sincera dejando la mente más abierta, dispuestos a recibir e imaginar. El teatro realista no evoca, te limita, lo real no te remite a la verdad. Si se hiciera en sitios reales sólo se vería eso; con la imaginación, sí que evocas tus propias emociones, tus recuerdos, tus experiencias”. Visto lo visto y oído lo oído, no es de extrañar que la compañía recibiese en 2005 el premio Nacional de Teatro en reconocimiento a su “compromiso ético y estético” con el arte.

TERCERA TEATRULIA: PIPPO DELBONO

“En clara paradoja con el título de la obra “Urlo” (“Aullido”) que se representó el domingo en el Teatro Gayarre dentro del Festival Teatro Gayarre; Otras miradas, otras escenas, Pippo Delbono, director, autor y actor de la compañía que lleva su nombre, no tuvo que gritar para hacerse oír en la Teatrulia que se ofreció tras la representación en el salón principal del Nuevo Casino. Con una voz suave y calmada expuso ante unas sesenta personas su poética del teatro y de la vida, contando anécdotas y filosofías que dejaron de manifiesto que si se mira la vida con los ojos abiertos, todo termina por tener un sentido.
Y así se deduce de su propia experiencia personal: “Yo nunca en mi vida había pensado trabajar con minusválidos. Fue un poco casual, sin buscarlo. Y encontré en la marginalidad una belleza, algo extraordinario. El valor humano, la fragilidad de las personas a las que la propia sociedad excluye”, aseguraba el director.
Esta belleza se vio reflejada en su encuentro con Bobó, un actor microcéfalo que descubrió hace nueve años durante un taller impartido en un centro psiquiátrico y por el que profesa una gran admiración. “Fue un encuentro extraordinario. Bobó tiene una belleza rara, insustituible. Bobó tiene algo que yo no conocía en ningún otro actor, su sentido del espacio, es magnético. Cualquier actor que se ponga a su lado no tiene nada que hacer, todo el mundo mirará a Bobó. Cuando estuvimos en Palestina Bobó se disfrazó y se hizo una foto con Arafat y era más Arafat que el propio Arafat. No conozco a ninguno que pueda dar lo que da él”. Y es que en opinión del director: “Si la vida te ha tomado mucho, en escena te da mucho. Si ha sido más tranquila, en cuestión de arte, todo se vuelve más difícil”.
Pero esta admiración se extiende también al resto de sus actores, treinta se suben al escenario durante la representación de “Urlo”, ya que como él mismo explicó: “Mi labor como director es estar a disposición de cada actor. Es un trabajo muy de mirada y escribir todo lo que pasa, sin pensar si es bueno o malo. Siguiendo, mirando, buscando y sacando el momento único de cada uno. Creo que estamos creando, sin darnos mucha cuenta, una buena escuela de actores”.
 Y lo mismo ocurre con sus obras. “Son bastante dolorosas”, reconoce el director y añade: “Tengo que estar totalmente abierto, sin la arrogancia del director, que entiende el mensaje… eso se convierte en una obra ideológica y pequeña. Como cuando pintas al estilo cubista tienes que abrirte totalmente y componer con actitud infantil, como un juego, y eso no es nada fácil”.

La importancia de la música
El teatro de la compañía Pippo Delbono es una mezcla de imágenes, sueños, procesos actorales, pintura, palabras y música. Respecto a esta última, Delbono explicó: “La música es muy comunista. En la música estamos juntos. Es una zona común. Al escucharla todos estamos al mismo nivel y a la vez es muy íntima porque cada uno de nosotros en su independencia la acoge a su manera”.
En la obra “Urlo”, la banda sonora representa un papel fundamental, donde tienen cabida todos los registros desde la canción del verano, hasta temas populares interpretados por la cantante Germana Mastropasqua, y otros que corrieron a cargo en directo de la Banda Municipal Joaquín Maya, que participó de modo especial en este encuentro. “A veces hay gente que se queja de que la música está muy alta pero yo pienso que para entrar en el amor tienes que poner violencia. Si escuchas una bomba, después puedes escuchar más fácilmente al niño pequeño que con su pequeña voz llora”, aseguraba el director de la compañía.
Aunque Pippo Delbono no tiene la arrogancia del provocador, “Urlo”, con su crítica al daño que puede causar el poder tanto político como religioso, ha dado mucho que hablar. “La obra no se mete con la religión. Habla de la necesidad de la religión que anda un poco perdida. En un periódico italiano titularon un artículo diciendo: Pippo Delbono ha matado a Dios”, aseguró el director a lo cual añadió: “Y mi madre lloró por dos días, tenía miedo de ver esa obra. Pero un día fue a ver el espectáculo y me dijo que era la obra más religiosa que había hecho. El Papa ha adquirido a Dios, a la Iglesia… Pero nosotros necesitamos a la Iglesia”.
De todas formas el grito que lanza la compañía con esta obra es un “grito de cólera lanzado a la cara del poderoso, que es además un grito de amor lanzado a la superficie de la tierra”, como indican los miembros de la compañía. “Si a mí me dice alguien yo entendí todo, yo le diría pues no me importa nada. En el teatro te encuentras ante un ritual en el que van pasando cosas más profundas que la inteligencia, más místicas, más humanas. El teatro no es un lugar de confirmación, es un lugar de desequilibrio”, concluyó Pippo Delbono.
Y es que, como confirmó el director durante la rueda de prensa: “no puedo prometer si la obra va a gustar o no; pero sí que prometo que no va a aburrir”. Y si en el Gayarre la ovación del público le dio la razón, los aplausos escuchados al final de su charla en el Nuevo Casino también demostraron que aburrir, no se aburrió nadie.  


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