Cierre del Teatro Colón de Buenos Aires por obras de restauración
El Teatro Colón cerrará sus puertas al público hasta el 25 de mayo de 2008, día en que celebrará su primer siglo de vida con una gala oficial de reapertura, en la que se ofrecerá Aída, de Giuseppe Verdi, la misma ópera interpretada durante su inauguración, en 1908. La razón es la puesta en ejecución de reformas estructurales de fondo, que en general han recibido apoyos, pero también merecido observaciones y dudas que no deberían ser obviadas. Declarado Monumento Histórico Nacional en 1989, el Teatro Colón es una pieza clave de la cultura argentina, ya que promueve y proyecta la identidad nacional a escala mundial. Su renombre es producto de sus insuperables condiciones acústicas, su imponente arquitectura, la amplitud y belleza de su sala, su trayectoria y la capacidad artesanal de sus artistas para la producción de espectáculos.
Originalmente el teatro ocupaba una superficie de 35.400 metros cuadrados; en 1938 se hizo una gran ampliación que sumó 2450 metros más, y una tercera, la más importante, entre 1968 y 1972, en la que se agregaron 19.910 metros en subsuelos, hasta alcanzar los 58.000 actuales. A pesar de estas intervenciones importantes, nunca se había realizado un plan integral de restauración.
En el año 2001 el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires dispuso la elaboración de un plan maestro para la puesta en valor y actualización tecnológica del teatro. Este plan maestro se basó sobre dos premisas: el concepto de restauración conservativa, por el cual se prioriza la preservación de los rasgos constitutivos del edificio, fortaleciendo su potencialidad y preservando su esencia, y el principio de inalterabilidad de la acústica del teatro, rasgo que lo distingue como una de las mejores salas líricas del mundo.
Para la etapa final de la obra, recientemente iniciada, se prevé la continuación de la recuperación de fachadas y la modernización total de la sala; se mejorará la comunicación con los depósitos para poder montar más rápido los decorados, se retapizarán las 2500 butacas y se arreglarán las arañas, molduras y luminarias.
Investigar la composición de cada retazo de seda y terciopelo de la sala es fundamental porque, según los especialistas, eso está ligado a la maravillosa acústica del teatro. Muchas de las telas, incluyendo la casi totalidad del telón serán reemplazadas, en parte porque muestran el irremediable paso del tiempo y, además, porque una de las bases del proyecto es proteger el teatro contra incendios. Si bien la necesidad del tratamiento ignífugo no puede ser cuestionada, es de desear que se extremen los esfuerzos para que la futura tapicería presente una calidad lo más similar posible a la actual.
Aunque el plan maestro ha recibido numerosas opiniones favorables de personas e instituciones, no pocas dudas han despertado algunas consideraciones del propio gobierno porteño, vinculadas con las ideas de «modernizar por completo» el teatro, de «ampliar la oferta de espectáculos musicales» y de «refuncionalizar el edificio existente».
Pese a que no cabe dudar de que quienes están a cargo del plan maestro pondrán todo su empeño en evitar daños irreparables a la afamada acústica de la sala, sería menester que las autoridades precisaran aquellos conceptos, en tanto parecen justificados ciertos temores de que ganen terreno posiciones tendientes a desnaturalizar la función del Teatro Colón como sala lírica de primer nivel mundial y a convertirlo en una sala de alquiler para megaespectáculos.
Es de esperar que, una vez finalizadas las obras, el Colón recupere el brillo y las características que lo han distinguido como uno de los grandes teatros de ópera del mundo, al tiempo que vuelva a ser el ámbito venerado por el público nacional e internacional.