La compañía La pajarita de papel estrena ‘Las sillas’ de Ionesco
La compañía ‘La pajarita de papel’ estrena el 17 de enero en el madrileño Teatro de la Puerta Estrecha la obra de Eugène Ionesco «Las sillas», dirigida por Beatriz Gutiérrez e interpretada por Concha Roales Nieto y Rodolfo Cortizo. LAS SILLAS, considerada la obra maestra de Ionesco, pone en escena a una pareja de ancianos aislados en una torre situada en el interior de una isla. Para justificar retrospectivamente, ante el mundo, una larga existencia de fracasos y humillaciones, han organizado una gran recepción a la que invitaron a gentes imaginarias, personalidades de toda especie, entre las cuales figura el propio Emperador.
Sólo un número más y más fabuloso de sillas vacías indicará la invisible presencia de la multitud, visible solamente para los protagonistas de la obra. Pero los dos viejos acaso no sean más reales que la multitud; están allí para expresar el vacío, dándole su indispensable contorno, la densidad presente de su ausencia.
Cuando la escena está totalmente obstruida con sillas vacías, al punto que los viejos quedan atascados como bloqueados en un naufragio inmóvil, aparece el Orador. Para los viejos es la señal de la liberación, después de legar al Orador el cuidado de transmitir el gran mensaje destinado a salvar a la humanidad. Se arrojan por la ventana y el Orador queda solitario ante las sillas, con la boca abierta. No salen de ella sino estertores y sonidos guturales; el Orador es sordomudo.
Oponer lo cómico a lo trágico para reunirlos en una síntesis teatral nueva. Estos dos elementos se ponen de relieve mutuamente, se niegan mutuamente, pudiendo constituir, gracias a su oposición, un equilibrio dinámico, una tensión.
Acaso no se ha mantenido nunca este equilibrio dinámico con mayor maestría que en LAS SILLAS, donde el dolor y la poesía al desnudo, permanecen sin cesar ofrecidos a las risas de los espectadores.
Ionesco, a propósito de LAS SILLAS, ha dicho: “se puede decir de LAS SILLAS cosas contradictorias y, sin embargo, igualmente ciertas, En escena no hay nada; los dos viejos sufren alucinaciones, los personajes invisibles no están presentes. O, en verdad, no hay nadie aún, sólo los dos viejos y el orador que están en escena sin estarlo: los viejos y el orador están tan poco presentes como los personajes invisibles… No tienen más existencia que estos últimos y que nuestros sueños. Y sin embargo, esa nada que está en escena es la multitud. Se debe sentir en escena la presencia de la multitud… Se ha dicho que yo soy un escritor del absurdo. En realidad, la existencia del mundo no me parece absurda sino increíble, pero en el interior de la existencia y del mundo se puede ver claramente, descubrir leyes, establecer normas “razonables”. Lo incomprensible no aparece sino cuando nos remontamos hacia las fuentes de la existencia; cuando nos instalamos al margen y la contemplación en conjunto… La búsqueda de una realidad esencial, olvidada, es lo que quise expresar a través de mis personajes que vagan en la incoherencia, que nada poseen fuera de sus angustias. Seres anegados en la ausencia de sentido no pueden ser sino grotescos, su sufrimiento no puede ser sino ridículamente trágico… Pero todo es lenguaje en el teatro: las palabras, los ademanes, los objetos, la acción misma, pues todo sirve para expresar, para significar. Todo es lenguaje. Un lenguaje que trata de revelar la historia, que también trata quizá de integrar ésta en la historia”.
La puesta en escena parte del juego, con libertad y humor; las cosas se enlazan, desenlazan y pasan… Un hombre solo que deambula con desesperación por un espacio que lo contiene, como contiene la cabeza al cerebro. Una existencia que comparte con una mujer que es casi un satélite, que descubre sus falencias, sus fracasos; que necesita creer en él para poder creer en ella misma. Una vida llena de presencias que son ausencias, que corporizan en un juego sin fin para sentir que están vivos. Y el humor grotesco que hace patéticas las figuras en un lugar que les queda pequeño, que los aprisiona, que los oprime y que logran traspasar en un vuelo liberador hacia la nada… Para el Viejo y la Vieja las puertas están cerradas, o quizá se han esfumado con los invitados; se pierden en lo absurdo, lo penoso, lo cómico… Queda la sombra final de partida, Orador incomunicante, fiesta muerta, réquiem de confetti y serpentina, multitud invisible. Pero siempre retornará la empecinada voluntad de un ser humano que busca un sentido a las cosas y quiere darlo a conocer…