Críticas de espectáculos

Medea/Nuria Espert

Cuestión de Estado
Obra: Medea
Autor: Eurípides
Versión: Ramón Irigoyen
Intérpretes: Nuria Espert, Ana Frau, Francisco Guijar, Juanjo Artero, Rafael ramos de Castro, José Sancho, Miguel Palenzuela y coro.
Escenografía: Daniel Bianco
Iluminación: Juan Gómez Cornejo
Dirección: Michael Cacoyannis
Producción: Juanjo Seoane
Plaza de la Rueda –Olite- 19-08-01
El conflicto trágico en la obra de Eurípides se manifiesta desde una rebelión individual, de algún personaje que lucha contra lo colectivo, el Poder, por lo que una primera lectura se puede realizar desde el tremendismo de la actitud personal de cada personaje, en este caso Medea, y a continuación se debe entender que las circunstancias que le levan a cometer todo cuanto llega a realizar parte de una cuestión de estado, o de una componenda entre arribistas y ostentadores de la autoridad que dejan a Medea en una situación límite, o acepta o debe emprender esa larga travesía de dolor y desolación, de crimen y de pasión. Es por lo tanto un cruce entre el destino del personaje y la lección colectiva que se enuncia y que es el coro, el que sitúa todo cuanto sucede, logrando la crónica no solamente externa, sino que también da la lectura más profunda y hasta llega a transmitir estados de ánimo, por lo que es el elemento dramatúrgico de mayor importancia y es precisamente donde la dirección del griego Michael Cacoyannis, consigue que su propuesta sea de una solidez pétrea, es el coro el que logra, a partir de una buena selección de actrices, y de un cuidado trabajo de prosodia, la cota de calidad, el toque de distinción, el ambiente básico desde el que se va segregando todo el resto de espectáculo y en donde los personajes encuentran un ambiente y un nivel desde el que atacar su creación.
Evidentemente la protagonista es Medea, y Medea es Nuria Espert y con esta actriz se debe uno colocar en estado de genuflexión para dejarse llevar por su manera peculiar, personal de afrontar siempre el recitado. Una forma de decir única, unos tonalidades de voz que llenan de cromatismos los textos de Ramón Irigoyen, incluso puede ser que en momentos con excesos, pero que al final arrebata, se convierte en una encarnación de una propia mitología escénica y desde luego, aportando al personaje matices que se han ido sedimentando desde que hace varias décadas afrontara por primera vez su personaje y que ha ido repitiendo cíclicamente.
Debe ser difícil mantener en escena una luz propia junto a Nuria Espert, pero en este montaje, además del coro, potente, fluido, claro, nítido y bien conjuntado, Juanjo Artero, Miguel Palenzuela o Rafael Ramos de Castro se muestran eficaces, mientras que José Sancho se torna vacilante, sin profundidad en su Jasón, sin lograr imprimirle credibilidad ni siquiera fuerza. Un desajuste muy notorio. Escenografía, iluminación, vestuario, son muy sugerentes, muy adecuados, formando un todo que hace de este montaje de la tragedia una muestra de modernidad.
Carlos GIL


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