Críticas de espectáculos

Contes Fantastiques/Cia. Marcel Marceau

EL SILENCIO COMO DOGMA

Obra: Contes fantastiques
Dirección: Marcel Marceau
Intérpretes: Marcel Marceau, Gyögyi Biro, Sara Mangana, Elena Serra, Julien Grange, Pierre-Ives Massip, Alexander Neander y Maxime Nourissat
Música: Stephen Martell y Gerard Alexandre Tomasso

Iluminación: Didier Girard

Théâtre Antoine (Paris), 16/01/2003

A punto de cumplir ochenta años, Marcel Marceau iniciaba en Francia, junto con su «Nouvelle Compagnie de Mimodrame», una nueva gira que lo llevará a recorrer tres continentes.
De estructura fragmentada, el espectáculo recoge momentos de la vida artística de Marcel Marceau como solista, además de tres mimodramas a cargo de su troupe, educada en su propia escuela y dirigidos por él mismo. Una reliquia a retener en la vitrina del ojo.
En el recorrido de su biografía teatral, Marcel Marceau retoma, desde la vejez, sus «pantomimas de estilo» y algunos episodios de su célebre personaje «Bip» para ofrecer un espectáculo desprovisto de cualquier floritura, magro, sintético, sin ningún tipo de aditamento. Envuelto en piel laxa y con un leve tiritar fisiológico, deja prevalecer lo esencial, el núcleo, la llama; sobresale el tempo, la pausa justa, la exactitud en el trazado y una inteligencia corporal innata que matiza e ilumina, que da reliebe a una acción a priori plana. La acción queda físicamente absorbida, miniaturizada, trabaja el matiz, lo minúsculo, lo que casi no se percibe… pero la acción se focaliza, desaparece el escenario vacío, el cuerpo se incha, coge volumen, como el dibujo desproporcionado de un niño. El equivalente plástico y mudo de la acción funciona, en definitiva.
Después del entreacto llega el turno de la escuela, del teatro desde la ortodoxia, desde la técnica fría.
El primero de los mimodramas está basado en un cuento japonés al que se enfrentan en busca de una fórmula oriental tanto en contenido como en forma. Un guión que admite el lenguaje metafórico del cuerpo, la formación del coro como un cuadro en movimiento que narre y simbolice; todo es precisión en el escorzo y utilización de una amplia gama de ritmos y tensiones que se ensamblan en esa respiración conjunta mínimamente perceptible y que, a modo de metrónomo, marca el compás de la danza silenciosa.
Inspirándose en la Italia del siglo XIX, en el siguiente acto se aproximan a la fábula desde la commedia dell’arte. El ritmo cambia, aparece la acrobacia, se da brillo, se adereza la escena, hay velocidad y trabajo de máscara en un juego dramático que intenta rastrear lo onírico en lo trágico. A partir de un relato chino, el tercero de los cuentos presenta, bajo una tonalidad ocre y desértica, unos personajes enfrentados desde el principio. La consecución de acciones bélicas prolonga el dinamismo hacia una textura más cortante y seca. Es un desarrollo menos contenido, más ornamentado y floreado, donde la música tribal jalona la acción y la coreografía, ahora más voluptuosa y grandilocuente. Se va ganando en velocidad, intensidad y fuerza, nos aproximamos más al espectáculo, todo es más digerible para poder dar, así, un final estratégico a los tres mimodramas; un punto final no con lápiz, sino con estaca. Lo dicho, una reliquia.

Borja Ruiz
Gaitzerdi Teatro


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