La cárcel de Sevilla/El Velador
Forzado esperpento
Obra: La Cárcel de Sevilla
Intérpretes: Chema del Barco, Juanjo Macías, Miguel Ángel Vargas, Bene Cordero, Mostapha Bahja, Eva Rubio, Rebeca Torres, Manolo Salas
Espacio escénico: Juan Dolores Caballero
Vestuario: May Canto Ojeda
Dramaturgia y dirección: Juan Dolores Caballero
Producción: El Velador
Bilborock – 30-10-03 –BAD
Es un privilegio tener un estilo propio. Juan Dolores Caballero lo tiene. Todos sus trabajos mantienen una línea en donde el trabajo actoral se fundamenta en un estética general que dota a todas sus propuestas de una singularidad, una coherencia que describe claramente una vía de indagación en terrenos que podríamos considerar quizás de un esperpento grotesco. Es un trabajo actoral que tienen aparentemente bastantes paternidades e inspiraciones, donde se pueden intuir rasgos de clown, que huye de la farsa, que roza la pantomima, pero que a partir de una ayuda externa, en esta ocasión todos los actores llevan un apósito dental que les desfigura, les coloca una máscara, los iguala y les confiere carácter, después van interiorizando ese primer impulso, para ir elaborando sobre una base primaria una acumulación de gestos, rasgos, que van dotando a sus personajes de una vida propia y diferenciada, aunque inmersos en una misma pátina igualadora.
Esto es evidente, claro, interesante, pero se nos abre una duda al poner este esfuerzo en un texto que solamente le proporciona la situación y los personajes, pero que no está pensado para este forzado camino hacia este estilo, por lo que se produce un cortocircuito entre lo que nos cuenta y cómo nos lo cuenta, siendo siempre más interesante la superestructura creada por el dramaturgista y director, Juan Dolores Caballero, que las peripecias de la trama, entre otras cosas porque parece absolutamente un hilo débil que se tensa, se retuerce y se hace muy barroco, pero sin lograr esa conclusión definitiva. Cuando todo es gestual, nos encontramos ante una interesante propuesta, exagerada, exuberante, pero cuando interviene este texto, todo se apacigua y se queda en dos niveles de comunicación que funcionan en paralelo y pocas veces confluyen. No obstante hay que destacar la homogeneidad del equipo actoral y su acomodación a este estilo al que dan brillantez y sentido escénico.
Carlos GIL