Críticas de espectáculos

Me la maravillaría yo/La Machina/Gaupasa

Familia
Obra: Me la maravillaría yo
Autor: Alberto Iglesias
Intérpretes: Koldo Losada, Javier Tolosa, Luis Oyarbide, Jon Ariño, Ana Lucía Villate, Cristina Samaniego
Escenografía e iluminación: José Helguera
Vestuario: La Gallina Ciega
Dirección: Alberto Iglesias
Producción: La Machina, Gaupasa, Serantes Kultur Aretoa, Palacio de Festivales de Cantabria
Serantes K.A. – Santurtzi – 21-11-03 Festival Internacional de Teatro
La familia. La familia y uno más. La familia como campo de batalla, como caverna y como estadio sicológico enajenante. Una familia muy especial que parecen estar en un eterno recreo, en un jardín de infancia en donde van apareciendo las patologías, los personajes que surgen de ese fango especial que uno intuye en esa intemperie tan arropada que es este núcleo familiar que se nos presenta en un ejercicio esperpéntico digno de consideración. Uno más, el otro, el extraño, al que identifican como el Mesías, es convertido en un antagonista confundido, en la imagen de la normalidad, de la lógica que en confrontación acaba convertida en un dogma ridículo. Dos visiones del mundo. Unos mundos colindantes que conviven sin fricciones.
Una familia formada por individuos singulares, personajes que van tejiendo un lenguaje propio, física y léxicamente, una tribu que no admite nuevos socios. Cerrada sobre sí misma esta familia requiere de un equipo actoral que les dote de una vida escénica que sin apartarse de su valor simbólico y de su significado, se presente en sus rarezas, es decir en su estilo interpretativo, huyendo del naturalismo, haciendo del humor una parte del propio lenguaje, para activar su expresión más tosca, más eficaz, siempre en contraste con el otro, su normalidad, su finura, su actitud políticamente correcta.
Se notan algunas lagunas dramatúrgicas, hay demasiado desnivel entre los personajes de la familia y el otro, hay unos pasajes demasiados discursivos, pero cuando entra el juego escénico actoral, la familia enloquecida, entonces encontramos el auténtico placer, la fusión de texto y puesta en escena, en una escenografía muy poco práctica y muy mal iluminada, para que los intérpretes brillen y hagan disfrutar al espectador con las chispas de unos diálogos ocurrentes.
Carlos GIL


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