Críticas de espectáculos

Bereberia. The rendez-Vous

BEREBERÍA. The rendez-vous.

TEATRO ARLEQUÍN.

Intérpretes: Antonio Rancapino y Familia, Adolfo Delgado, Asambai y Fredrik Moth.

UNA COMÚN AVENTURA.

La experiencia propuesta por el Teatro Arlequín ha sido corta, veloz e intensa. Durante la semana del 29 de junio al 3 de julio, hemos descubierto, o por mejor decir, redescubierto, que la música es el común lenguaje de la raza humana. En un único espacio multicultural han navegado las ancestrales raíces del ritmo, del sentimiento y de un plural pasado, enlazado en el alma.
Los cuatro músicos protagonistas de esta experiencia, han viajado de Cádiz a Chefchaouen, haciendo noche en el desierto del sureste marroquí.
Se han adentrado en las costumbres, en las miradas profundas y silenciosas de sus habitantes, en la curiosidad malnutrida de una infancia tan familiar como lejana. Esa muestra, ese testimonio vivo y ejemplar hemos podido vivirlo cada noche, en el madrileño recinto teatral. Ese testimonio nos ha guiado hacia la música, hacia la fusión, hacia la magia. Ese documental ha sido el billete generoso y hospitalario que nos ha conducido hacia el conocimiento de los orígenes musicales, hacia las notas fusionadas de un flamenco enamorado del jazz o de un bolero envuelto en los claroscuros de una soleá doliente. La interacción, la comunicación han sido las claves de este periplo. Un diálogo alimentado por el instinto, por el común lenguaje, por la música y la investigación; por la improvisación y el arte.
El cantaor flamenco Antonio Rancapino abrió la serie de cinco conciertos en los que pudimos saborear el flamenco funk de Biriliquitiqui; la experiencia Livika Percusión, el jazz fusión o el buen hacer de Les Pigeons Du sable (Gnawa Khamlia). Así llegamos a la culminación de nuestro viaje. Una fiesta flamenca donde admiramos la belleza del instinto; el inequívoco sabor del sentimiento y el inconfundible sonido de las palabras, cuando éstas emergen y se alimentan del corazón, cuando no se ensucian del prejuicio, la ignorancia y el temor.
“Bereberia” es una experiencia pionera, con vocación de futuro, (¿Demagógica expresión?)
En este caso, no. Tal vez, porque ha partido de una sola persona; porque esa persona o, esa iniciativa, es altruista; porque este viaje ha visto la luz sólo porque quien lo ha dibujado, cree en ello; porque quien ha querido hacernos partícipes de este descubrimiento ha contado con el entusiasmo de los músicos que, sobre el escenario, hacen magia, inyectándonos el amor hacia la música, hacia el común lenguaje, hacia la común cultura; hacia lo único que, sin discusión, nos une y nos hermana: La música, las raíces que la hacen grande, plural y generosa.
“Bereberia” ha logrado crear ese punto de encuentro, pequeño, pero intenso. Tan rico, como dispar. Todo ello, gracias a la música. Desde aquí, desde este punto virtual, sólo nos resta animar y promover iniciativas como la presente. Iniciativas que descansan en una melodía, común, acogedora y solidaria; que descansan en la convicción, cada vez más certera, de que diversidad equivale a riqueza; de que diferencia implica solidaridad; de que la pluralidad constituye la auténtica identidad del ser humano. “Bereberia” es, pues, un paso más. Un paso importante en el encuentro del ser humano y su esencia.


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