El efluvio de los clandestinos.
EL EFLUVIO DE LOS CLANDESTINOS
SALA TRIÁNGULO
Dirección: Toño Jerez
Autor: Toño Jerez
Intérpretes: (Grupo internacional de Teatro de Madrid). Pilar Martínez, Marta de Frutos, Sabih Valcárcel, David Pascual y Javier Valencia, entre otros.
SUEÑOS SIN PAPELES.
Resulta una tarea osada e imprudente, plasmar en una obra de teatro la realidad sin más aditamento que la palabra, sin más intensidad que la verdad y sin más atrezzo que la pasión por el trabajo bien hecho de unos jóvenes actores que nos hacen sentir vivos y recordar el originario porqué del teatro.
Nuestra cotidiana realidad, nuestro rutinario día a día, nos saluda maquillado con los sueños de nuestros, ilegales, semejantes. Esos que se han arrancado el ayer por un mañana tan inseguro como ingrato. Esos que han aplazado su risa por una carcajada tan improbable como silenciosa. Esos que han dejado de SER, por un personaje tan agrio como ajeno.
Esos extraños extranjeros, clandestinos que gatean entre unas leyes estrechas, elaboradas para acoger a nadie y para generalizar, de forma injusta y arbitraria, un comportamiento que no entiende y ni tan siquiera pretende comprender.
Toño Jerez nos ha ofrecido una minuciosa disección; un exhaustivo examen emocional. Se ha adentrado en las angostas habitaciones de unas almas solitarias y huérfanas, para, envueltas en palabras, implicar al espectador en una responsabilidad que elude y regala, onerosa y ruin. Nos ha devuelto la hipocresía, la doble moral, la ignorancia, la insolidaridad de una sociedad que sólo es humana y acogedora cuando le conviene, cuando ha de posar ante una indiscreta cámara fotográfica o cuando, desde la sorda administración, se promueven campañas humanitarias tan falsas como insuficientes. “El efluvio de los clandestinos”, la luz ante las intencionadas sombras, supone un ejercicio teatral estremecedor y ejemplificante.
Sin paredes intermedias, sin elementos que enturbien o aminoren el poder de la palabra y la intensidad de la interpretación, emerge el Teatro, elaborado desde dentro. Desde las entrañas. Amasado por el dolor, por los sueños incumplidos, por el improbable mañana y por las vidas que quedaron en un camino aún por hacer y ya destrozado. En nombre de ese inmenso mar de vida, surge esta obra de teatro. Surgen estos actores, este proyecto que, desde la clandestinidad, susurra a gritos la verdad de una sociedad anclada en el estereotipo, en la apariencia y en la insensibilidad egoísta y cómoda del inmovilismo.
Resulta ésta, una tarea osada, inteligente, imprudente y repleta de futuro. El Maestro (Adolfo Marsillach) escribió: “No soy tan ingenuo como para creer que el teatro pueda transformar la sociedad, pero estoy seguro de que existe una posibilidad de despertarla”. Quizá el método utilizado por Toño Jerez no sea políticamente correcto, pero hay ocasiones en las que es imperiosamente necesario saltarse las reglas y escupir a borbotones la verdad; porque la mentira nos asfixia, nos empequeñece y nos roba la capacidad para soñar y para ser libres, en un sistema que nos encierra entre anónimos caracteres e incoloras categorías.
Por esta razón llega hasta nuestra enlutada moral el colorido efluvio de los clandestinos. La diversidad de sentimientos. El hondo dolor acallado por una superficie teñida de una risa fácil, de una moral distraída y de una actitud desconfiada y, tal vez, interesada.
Toño Jerez ha recurrido al trabajo del actor, a la sensibilidad pura y joven, a la técnica de la verdad de quien guarda en su ayer una historia. La que nos cuenta “Hilario”, por la que muere “Holanda”, por la que asesina “Ramón”, por la que canta y llora “Azucena”, por la que discriminan las mujeres enlutadas, por la que miente el muchacho y por la que se duele el espectador. Toño Jerez ha recurrido a un grupo de dieciocho actores, jóvenes e ilusionados. Ha conformado un excelente mosaico de sensibilidades y emociones. Ha huido de cualquier espacio en el que pudiésemos ubicar este océano de sueños… Tal vez, el espacio, el lugar, la ciudad, la calle, la esquina, va más allá de “La Montera” o “La Casa de Campo”… Aunque intencionadamente son citadas en más de una ocasión.
Madrid, en este caso, es el útero hostil. La madre descorazonada que rechaza la vida, el llanto huérfano, solitario e indefenso de quien pretende agarrar un minuto de vida para mandarlo en un beso a un ayer perdido y anhelado, a un amor que abraza en sueños… Cuando logra olvidar la calle por la que ha de caminar su presente. No eran estos sus sueños, no era ésta la imagen que, de sí misma, dibujó al convertirse en parte de este efluvio… Ha de aprender a vivir, a amar por dinero, ha de dejar su YO más dolorido y atrapar entre los dedos un personaje áspero, frío y desconocido… No era ése su sueño… Aunque en ese mismo instante olvidó cómo soñar…
“El efluvio de los clandestinos” es el ejemplo más claro del teatro vivo. Del arte comprometido con la realidad. De la calidad de un texto que nunca será acogido por un organismo público… La verdad, suelen decir, duele… Hay que mantenerla dormida… En la clandestinidad.