Críticas de espectáculos

La venganza de Don Mendo

La popularidad del actor Obra: LA VENGANZA DE DON MENDO
Autor: Pedro Muñoz Seca
Versión: Alfonso Ussía
Intérpretes: Raúl Sénder, Pedro Javier y Francisco Paredes, entre otros.
Director: Jaime Azpilicueta
Teatro La Latina (Madrid)
Hay actores que gozan de una fuerza popular arrolladora. Hay actores que brillan mucho más que la propia obra a la que brindarán su nombre y su trabajo. Hay actores a los que el mismo director ha de arrodillarse, permitiendo lo inadmisible. Este es el caso de Raúl Sénder y “La venganza de Don Mendo”.
La puesta en escena que actualmente podemos ver en el madrileño teatro de La Latina, sin ser un mal montaje, sin estar mal dirigido y sin estar mal adaptado, es un proyecto viciado. Viciado por el poder de un mal actor que se ha situado por encima del propio dramaturgo; viciado por la soberbia de un humorista para el que todo vale a la hora de provocar la risa fácil en un público que, por otra parte, no va a ver más que a Sénder, en una puesta en escena ostentosa, imaginativa y descarada; viciado por la falta de carácter de un director que ha abierto la veda al “protagonista” para, si le apetece, subir al escenario a la dueña del recinto porque sí, saltándose a la torera la seriedad propia de quien interpreta una pieza clave en la literatura dramática de nuestro país; y viciado, por último, por la falta de respeto que supone el uso de micrófonos; aunque, según parece, lo extraño hoy día, es el actor que desempeña su trabajo, mostrando la imprescindible técnica de la proyección vocal.
Raúl Sénder ha manifestado y remarcado, hasta la saciedad, que esta nueva versión obedece a la voluntad popular. El pueblo se lo ha pedido (como si de un Mesías se tratase) y él, generoso, se lo ofrece. Le ofrece una imagen “senderiana” en Mallas, con peluca y con las “morcillas” habituales de un humorista con ¿vocación de autor? Es verdaderamente lastimoso juzgar la globalizad de un montaje que, repito, no está mal, por la osadía de su protagonista, de su reclamo. Pero, mis preguntas son éstas: ¿Estaría dispuesto Muñoz Seca a que en “su” texto se incluyesen los versos de una “charanga” gaditana; Estaría satisfecho el dramaturgo a que un actor, porque sí, a cada verso fuese escupiendo frases hechas, las llamadas “morcillas” de su cosecha más burda, sin más razón o poderío que su popularidad; qué director permite a un actor hacer sobre un escenario lo que le venga en gana?
No nos saltemos los escalafones por más popularidad o por más dinero que haya entre los dos.
Que cada cual desempeñe su labor, tal y como debe ser y no vayamos comparando “Don Mendos” como si ante un escaparate de naranjas nos hallásemos; porque afirmar que Raúl Sénder es el mejor Don Mendo que ha habido ante la figura alargada y majestuosa de Fernando Fernán Gómez, por ejemplo, es más que un atrevimiento, un error valorativo o una imprudencia… Es la muestra solemne de las tonterías que se dicen cuando la popularidad nos ciega y nos deja con el único ropaje ridículo y obsceno que nos regala la ignorancia.


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